¿Qué tal…? Hoy retomo el blog, aparcado desde el pasado 11 de Julio, para contar algunas de las cosas que he vivido mientras no nos leíamos… Dada la laxitud que el calor sevillano -pese al aire acondicionado- provoca en los organismos que poblamos esta bella ciudad, no actualizaré con la frecuencia deseada, pero no será por falta de asuntos que relatar, sino más bien por una preferencia a la hora de volcar la menguada energía…
Aun así, he de decir que vuelvo con la batería a tope, dispuesta a dibujar letras nuevas y mejoradas, a dedicarme a lo que merece la pena y a olvidar -definitivamente- lo que no; que la vida es demasiado bonita para tanto drama inventado, y que los sentimientos fingidos y fantaseados debemos reservarlos para las páginas de las novelas, como bien dice Mario Vargas Llosa en su libro “Cartas a un joven novelista”, leído durante mis vacaciones.
Entre chapuzones y visitas a la provincia de Cádiz, terminé “Ensayo sobre la ceguera”, de José Saramago, y el anterior referido de Vargas Llosa, que constaba de once misivas a un supuesto novelista novato, y una posdata a modo de conclusión final. ¿Conclusión? Si necesitas -digo bien- escribir, hazlo cuanto antes y sin excusas. Eso es todo. Más tarde vendrán otros problemas menos inspiradores y más prosaicos. De momento, escribe. Ahora, escribe. Eso es lo importante.
El “ensayo” del escritor portugués me tenía completamente enganchada desde el principio, y así lo fui leyendo con toda la lentitud de que fui capaz, en el vano intento de no agotar el placer demasiado pronto. Una historia a modo de ensayo sin serlo (era ficción, afortunadamente), que nos muestra tal y como seríamos en un condicional y ciego futuro. Un retrato crudo sobre el ser humano y de cómo nuestra semejanza a la animalidad se acrecienta a medida que las necesidades acucian. Demoledor.
También he tenido tiempo de anotar un par de ideas, inspirándome en la casa donde he estado alojada: serán dos relatos que escribiré paralelamente a la continuación de mi tercer libro, y que ya tienen título y sinopsis. El primero se llama “William”, y el segundo “La flauta de Casa Madreselva”. Probablemente, surgirán más historias con el tiempo, pues la casa me resultó una auténtica fuente de ideas…
Tengo que agradecer, por último, a Pilar Alcalá (mi buena y querida amiga), su detalle de llevar con ella mi segundo libro para fotografiarlo en su viaje a Trasmoz, lugar y castillo éstos que tanto inspiraran al maestro Bécquer en sus leyendas. La fotografía es de la escultura que allí existe por obra del artista Luigi Maráez, al que tengo igualmente el gusto de conocer. Gracias a ambos.
Espero que os gusten las fotos y que me sigáis acompañando en todos estos proyectos. Un abrazo y hasta muy pronto…