A aquel verano en donde todo valía y esperabas que nada llegase a doler. Pero ahora ya te conformas con menos, un libro, el ruido del mar y ya el resto se lo dejas a la imaginación. Ya no esperas que pase nada y cuando pasa sabe todavía mejor. También mentiría si dijese que no espero el día en el que dejen de hablar nuestras miradas y los besos se enreden en un juego en el que no te importa perder. Pero oye, un día así, con este olor a alegría, regala sonrisas hasta al desdichado invierno.