(...) La lucha por el lenguaje se convierte en la lucha por la tierra. Cuando Palestina desaparece como palabra, desaparece como estado, como país y como patria. El mismo nombre de Palestina tenía que desaparecer. La ocupación pretendía que fuera olvidado, que se extinguiera, que muriera. Los líderes israelíes, poniendo en práctica su convicción de que toda la tierra de Palestina les pertenece, harían realidad un mito y darían a mi país incluso otro nombre bíblico: Judea y Samaria, y darían a nuestros pueblos y ciudades nombres hebreos (...) Con una simple palabra redefinen una nación entera y eliminan la historia. La ocupación israelí impone una doble, triple, infinita redefinición del palestino. Le denominan militante, fuera de la ley, criminal, terrorista, irrelevante, cáncer, cucaracha, serpiente, virus - la lista es interminable (...) Sé el que da las definiciones. ¡Define! ¡Clasifica! ¡Demoniza! ¡Desinforma! ¡Simplifica! ¡Pon etiquetas! Y después envíales los tanques.
¿Puede el verbicidio conducir al genocidio? La simplificación exagerada ha sido siempre un factor en el fracaso de la poesía y la prosa - de hecho, de cualquier discurso - pero cuando es la característica dominante del lenguaje político, concluye en fanatismo y fundamentalismo. Unida a la invencible superioridad y a un aura de santidad, la simplificación podría ser, como la historia nos enseña, una receta para el fascismo. Por esa razón, la retórica del ellos/nosotros y del o con nosotros o con el demonio, no es simplemente jerga irresponsable sino un acto de guerra.
(...) ¿Y qué sucede con la escritura y los escritores en estos tiempos? ¿Qué puedo hacer con mi poesía y mi propio idioma aquí y ahora, en mi parte del mundo? ¿Qué le sucede a quien es poeta en una sociedad en cataclismo, donde la gente vive en un estado de emergencia semi-eterno y cuya vida se ve desestabilizada y expuesta al horror cotidiano y a un sufrimiento infinito? Durante décadas Palestina se ha visto empujada al límite de la historia, al límite de la esperanza y al límite de la desesperación, presente y ausente, alcanzable e inalcanzable, temerosa y asustada, y rasgada en zonas A, B, C etc. Esta Palestina es mi identidad, mi memoria impuesta y mi impuesto olvido. Mi agenda telefónica está casi llena de números de teléfono de amigos ausentes y vecinos y parientes a los que nunca más podré llamar. Pero por razones no demasiado claras para mi corazón, no borraré sus nombres y números de mi agenda (...)
En tiempos de crisis la gente aprende gradualmente a aceptar lo relativo y lo imperfecto. En una cárcel o en un campo de detención los prisioneros sueñan con pequeños milagros como darse un baño, afeitarse, una carta, una visita o un bolígrafo; en la mesa de operaciones el paciente sueña con un poco de agua tras despertar de la anestesia; el paralítico sueña con el más ligero movimiento y los que se ahogan buscan una rama. ¿Es ésta una época de sueños pequeños? Como palestino, con una historia y una geografía negadas, con una voluntad y una patria ocupadas, entiendo por qué los oprimidos, en general, no elevan eternamente sus miradas sino que excavan profundamente en la tierra en busca de raíces vivas, potenciales arbustos y árboles. ¿No resumió Martín Luther King las aspiraciones de sucesivas generaciones de poetas afroamericanos con su sencilla visión de chicos blancos y negros subiéndose al mismo autobús escolar? ¿No pagó con su vida por ese sueño tan terreno? Los sueños se vuelven más trágicos y peligrosos cuando son simples. Muchos de mis poemas se basan en soñar cosas pequeñas, cosas diminutas que pueden parecer insignificantes. Hubo momentos en que la imaginación poética trabajaba para escapar de la realidad. Yo mantengo que la imaginación poética trabaja ahora para enfrentarse a ella.
A través de la imaginación poética construyo mi propia percepción de la experiencia vivida; una nueva versión de la realidad, diferente de la original. El lenguaje es un elemento compartido por el mundo del mercado y el de la poesía. El dispar lenguaje de la poesía es nuestra sugerencia de un lenguaje diferente para este mundo. Es nuestro intento de restaurar a cada una de las palabras su especificidad, resistir el proceso de vulgarización colectiva y establecer nuevas relaciones entre las palabras para crear una percepción fresca de las cosas. La poesía da un paso fuera de la orquesta para ejecutar un solo con el único instrumento del lenguaje. Por eso la imaginación se convierte en el acto de resistencia por excelencia. Es una declaración de motín a bordo del barco de este mundo cuyo curso nunca se nos ha permitido dirigir (...)
Estamos siendo testigos ahora de lo que puede ser denominado un lenguaje internacional del apartheid; un lenguaje que pone etiquetas y define, y divide valores y virtudes, y segrega naciones en las categorías de buenas y malignas. El terrorismo individual y el terrorismo de estado, el fundamentalismo y el fanatismo prevalecen a ambos lados de esta división. El lenguaje, intenciones y actos de los terroristas y los predicadores de la globalización, los neoimperialistas y los diseñadores de guerras por igual están poniendo en peligro la vida humana y haciendo de nuestro planeta un lugar menos seguro. Sin embargo, la poesía continúa siendo un arma sorprendente en nuestras manos para resistir el oscurantismo y el silencio. Y ya que no podemos lavar las contaminadas palabras del odio de la misma manera que lavamos los platos grasientos con jabón y agua caliente, nosotros y nosotras, los y las poetas del mundo, continuamos escribiendo nuestros poemas para restaurar el respeto al significado y dar sentido a nuestra existencia."
(Mourid Barghouti, texto publicado en Autodafe, nº 3, 2003, trad. Mª Soledad Sánchez Gómez)