Revista Diario

Vericuetos

Publicado el 30 abril 2012 por Pirfa @paloma_pirfa
Vericuetos Dice mi prima Virginia, que es de Rosal de la Frontera, que no acaba de gustarle la ciudad en la que vive. Que te mueres de frío cuando hace frío y te mueres de calor en cuanto sale el sol. Que echa de menos el término medio del que disfrutaba cuando vivía en Huelva y el clima te regalaba largos meses, antes y después del verano, en los que pasar tardes enteras de playa. Dice, también, que ya podían ser los granaínos la mitad de agradables que los onubenses. Que allí da gusto ir a la compra porque todo el mundo te conoce por tu nombre, y te saluda. Que aquí, el otro día, le hizo una morisqueta a un bebé y sólo logró que se molestara su madre.
Pero yo he visto en Granada otras cosas que ella, puede que por edad, todavía no valora. Yo he visto en Granada, por ejemplo, salas de cine, de las de toda la vida, con una sola película en cartel. De eso ya no hay en Huelva. Que se lo digan, si no, a mi amiga Ana Sánchez que me confesó la semana pasada, sin sonrojarse, que ella ya no va al cine desde que, para hacerlo, tiene que pisar, sin más remedio, un centro comercial. Ana, que es de mi generación, sí que ha conocido esa forma, diferente y cálida, de disfrutar de una película siendole fiel a una sala de cine. 
Granada tiene muchas cosas para engacharse, aunque ella no lo valore todavía. Vericuetos por los que dejar volar la imaginación y sentirte a gusto. Un plato, una copa y un bar con las paredes llenas de fotografías de artistas flamencos. Un paseo, junto al río, a los pies de La Alhambra donde las parejas se dicen te quiero al oído. Un grupo de alumnos, camino de alguna parte, con el culo y la vista cansadas de pasar las horas en la Facultad de Filosofía y Letras, por ejemplo.
Huelva tiene las suyas, pero son otras, diferentes, casi como la otra cara de una misma moneda emocional por la que perderte y dejar allí la imaginación a barbecho.  

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