¿Es posible sentir nerviosismo por algo que, no hace mucho, te daba tanta tranquilidad y confianza, proporcionándote una sensación de comodidad inusual y absoluta?
Así es como me encuentro, nerviosa, con muchas ganas, pero nerviosa en definitiva.
Es probable que este fin de semana te vea, si todo sale bien, se va quien tiene que irse, y si no vuelve a ser un intento frustrado como la vez anterior, siempre que finalmente quieras venir a verme.
Tengo ganas de verte, hace tiempo que no nos miramos a los ojos. Tengo ganas de abrazarte, fuerte, intenso, como aquél abrazo de nuestro último encuentro. Llevo semanas pensando en ese abrazo, mi mente lo reproduce y a veces, si me concentro mucho, puedo llegar a sentirlo. Tengo ganas de besarte, lento, largo, como ese primer beso inesperado.
¿Sigues sin asustarte, verdad? No, claro que no, no espero menos de ti...
Estoy nerviosa, nerviosa por eso que hace tiempo tan natural sentí, nerviosa por estar contigo, por mirarte a los ojos, por abrazarte, por besarte, y no sé por qué. Quizás tema que algo haya cambiado, aunque no lo sintamos así.
Quiero verte, sólo así sabré si los nervios son por la distancia, por el temor a un cambio, o por las ganas de estrecharte entre mis brazos.
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