Hans captó el quiebre de la línea perfecta, ese color ínfimo sobre un desierto blanco. Vió importante lo que los otros saltaron por obvio.
Porque más allá de complicaciones moleculares, la naturaleza, el mundo, el universo, es simple como un plano que se encarama a mirar desde el cielo la salida del sol.
(Todas las pinturas, de Hans Emmenegger, suizo, 1866-1940).