Llevo tres meses en Barcelona esperando este momento. Sí, tres meses, aunque incluso a mí me sorprenda reconocer que me parecen seis de tanto que los he exprimido, porque el tiempo es a veces caprichosísimo y considera que si lo hemos bienvivido, vale por dos. Durante todo este tiempo me he dedicado a pasear sobre la línea que separa habitante de visitante alegremente, dejándome perder por la ciudad y descubriendo una pequeñísima parte de lo que es Barcelona. Pero a veces la propia inconcreción de lo que estaba haciendo aquí me zarandeaba, porque en etapas de inactividad nunca sabemos muy bien lo que estamos buscando, y aunque con trabajo y todo, el hecho de no tener nada a lo que darle vueltas en la cabeza me provocaba una necesidad de comenzar algún otro proyecto.
Pues bien: ha llegado ese día. Hoy da comienzo la segunda edición del Máster en Periodismo de Viajes de la UAB, y tengo agujetas en la cara de tanto sonreír, dolor de cabeza de la concentración y cada músculo de mi cuerpo demasiado tenso de aguantarme las ganas de salir volando y asirme a la silla con fuerza. De ahí viene lo de viajar del otro lado, porque este no-viaje que comienza hoy, esta semana misma, es a pesar de todo el más grande que vamos a comenzar. Digámoslo así: a partir de ahora nos disfrazaremos de alquimistas para transformar la materia, nuestra vida, en oro, el viaje, y no habrá quien nos detenga hasta que lo consigamos.
Barcelona, Barcelona, ¡ay! Este “mi-lugar-en-el-mundo” en el que he encontrado, por fin, la horma de mi zapato, la herradura de mi caballo, la pieza del puzzle que se había perdido y un sinfín de metáforas similares. Si hay que darle un sentido a las cosas, por fin ha llegado.
Merci, merci.
He dicho.
Sé que este es un post algo así como explosivo, sin pensar, pero la emoción me puede. No puedo dar más detalles, pero me iría a dormir ahora mismo para que llegue ya mañana. A ver qué pasa.
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