Esta ciudad es un bullicio constante, y es que nos estamos adentrando en la ciudad más grande de la era pre-industrial. Nos comenta un lugareño que habitan ¡bastante más de medio millón de personas! Así que nos adentramos fascinados en este laberinto de casas de madera que forman los arrabales de esta gran urbe, hasta que de repente y frente a nosotros nos encontramos una tremenda muralla que da acceso a la ciudad. La entrada al recinto amurallado se hace por alguna de las cinco puertas de más de veinte metros de altura, flanqueadas por cincuenta y cuatro colosos que representan todo un ring de divinidades, ¡a la izquierda y con 12 victorias por KO, los dioses, y a la derecha y con calzón azul, los demonios!
En el corazón de la ciudad amurallada nos sorprendemos ante lo que la gente del lugar llama el templo de Bayón, en el que 54 torres apuntan al cielo, cada una decorada en cada uno de sus lados por un sonriente rostro, y fíjate que casualidad, que esos rostros se parecen mucho a la efigie de una moneda que llevamos en el bolsillo del rey Jayavarman VII, que es casualmente el mismo que mandó construir este templo...
Al salir de Bayón, nos sorprende el tremendo ajetreo de monjes budistas ¿a qué se debe de repente tanto acólito? ¡Claro! Estamos en Ta Prohm, el monasterio real. Nos informan de que este monasterio alberga a más de 12.000 monjes y es la universidad donde vienen a estudiar los que quieren profundizar sobre las enseñanzas budistas. Nos adentramos por una de sus gopuras, esas torres ornamentadas con el rostro de buda, y paseamos por el interior de este templo ¡Es increíble contemplar sus estatuas de oro y piedras preciosas por todas partes!
Se nos acerca un chavalín, y nos invita a mostrarnos el templo más bonito de toda la ciudad. Tras un breve paseo nos encontramos frente a un canal de doscientos metros de ancho que sin duda alguna ridiculiza al mejor foso de cualquier castillo europeo. Comenzamos a recorrer el lateral del foso, que tiene más de un kilómetro de longitud, y al llegar a la parte frontal del recinto, una pasarela con una balaustrada con forma de serpiente nos flanquea la entrada al conjunto de Angkor Wat, la mayor construcción del reino khmer.
La vista es indescriptible. Increíbles frisos en bajorrelieves narrando libros épicos hindúes, se extienden por el perímetro exterior cubriendo una superior a los mil metros cuadrados. El interior alberga intrincados corredores columnados y decenas de patios interiores, formando todo ello una estructura concéntrica de 3 recintos de altura creciente delimitados por fosos inundados que se utilizan con fines rituales.
Es una pena que haya que despertar en algún momento de este sueño... O bueno, siempre estaremos a tiempo de disfrutar de las maravillas de la antigua capital del imperio khmer. Hoy en día podemos en todo momento viajar a Camboya (si no estás muy ducho en las artes budistas, quizá en vez de viaje astral tengas que hacerlo en avión) y disfrutar de las maravillas de Angkor Wat. Es cierto que Angkor ya no es lo que era... para disfrutar de muchos de sus relieves necesitaríamos visitar el museo Guimet de Paris para contemplar todo lo que expoliaron los franceses o bien el coqueto museo de Phnom Penh.
Mucho ha cambiado desde su época de esplendor. Solo quedan los templos (todas las construcciones de madera han desaparecido), pero es un espectáculo sobrecogedor pasear entre estos santuarios legendarios. Mención especial merece el templo de Ta Prohm, donde se han mantenido intactos los estragos de la naturaleza a lo largo de todos estos siglos, y árboles gigantes abrazan y envuelven con sus raíces los templos de este complejo, en una batalla eterna que nos hace replantearnos como la naturaleza acaba imponiendo su ley ante las construcciones humanas creando en este caso concreto una bella simbiosis. Aunque todo en Angkor bien merece la pena. Es por ello que son considerados el más bello complejo monástico del mundo. Y no sin razón....
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