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Víctor

Publicado el 31 julio 2010 por Maestroansaldi
Víctor
Víctor
Miembros indignados del CHEFAC (Chef Artistas del Caramelo) arremetieron contra mi casa tirando cáscaras de papas y recortes de panqueques. Fue por esto y también por esto. Eran muchos y venían algunos con chaquetas blancas y otros con chaquetas azules. Recordé Bercy 1996. Con mis teros los espiábamos desde una rendija de la ventana. Comenzaron cantos en mi contra. Ensuciaron todo el frente de mi casa y se fueron. No salí, aun sabiendo que podía persuadirlos. Aun sabiendo que mi presencia física los apocaría. Tengo gente mía entre ellos. Ellos no lo saben. No salí porque en verdad estoy sucio.
Esto comenzó allá lejos cuando trabajé en Celebrity Cruises. Víctor era mi gran compañero; sostén de mis días mas alocados. Mientras hacía la mise en place Víctor me acompañaba y escuchaba mis problemas. Pucha que si me escuchaba con esas orejitas violetas que tanto amo. Lo sentaba por ahí, en algún cajón de gaseosas, o arriba de la heladera y a cada rato lo miraba. A veces lo llevaba dentro del bolsillo interno de mi chaquetilla. Un cocinero del crucero, especialista en construir patos con mantequilla, me acosaba todo el tiempo con frases humillantes que arrancaban sonrisitas en los otros cocineros trogloditas como él. Mexicano, su nombre es Hugo "La Pequeña Lulú" Velazquez. Gordo como oso y feo como gremlin. Un fatídico día un cliente me pide un lomo "bituin rare and medium", así fue como me lo dijo. "¿Medium rare?", ok.
Sé que "La Pequeña Lulú" estaba esperando ese momento, y creo que en el fondo, lamentablemente, es cierto que yo también esperaba ese momento. Le digo: "Marcha, Maestro, un lomo discretamente jugoso, por favor". Mientras tanto acomodaba dentro del bolsillo de mi camisa a Víctor. "Mira, Hijo de la chingada, eso no existe. O jugoso o medio. Y deja de tirártelas tú con ese tonito que tienes". "Perdón Maestro", le digo. Él tenía casi 40 años y yo 22. "No lo escuché bien", le digo y me acerco hacia él. Es entonces pues, cuando él comete el error de su vida. me saca del bolsillo a Víctor, lo apoya en una tabla de madera y le corta la cabeza con su hiper-afilada cuchilla. Me comenta Tony Nicol que fue terrible el grito que pegué. Yo no lo recuerdo; solo se que llorando y antes de que La Pequeña Lulú esbozara una sonrisa y pudiera buscar complicidad con los demás cocineros le atiné una patada en su rostro. Con la pierna en el aire me muevo para buscar a los demás cocineros. Los fui tumbando de a uno con mi pierna. Mi compañeros quisieron detenerme. No pudieron. Cuando el oso se levantó para atacarme maldiciendo toda mi persona, yo seguí llorando y propinándole patadas. Saldo: La Pequeña Lulú tuvo que ser llevado en helicóptero a San Juan de Puerto Rico por la gravedad de las fracturas expuestas en todas sus extremidades.
Obviamente que fue mi fin en ese barco. Me bajaron en el siguiente puerto.
Reflexionando en un bar mientras lloraba y sostenía a Víctor con mis manos, observaba su cuerpito por un lado y la cabecita por el otro. Me preguntaba que como había comenzado tal infierno; pero una moza caribeña extremadamente sensual me dijo: "Cógelo easy, ¿Sabes? préstame ese animalito". Y allí volvió al rato esa hermosa mulatona con mi Víctor enterito en un sola pieza. "Ahí e´que prende", me dijo. Supe en ese momento que una mancha de lodo me perseguiría por donde fuere.

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