Foto: B.Berenika
No podía negar que le gustaba el viento. Le gustaba la incoherencia salvaje que traía con él y, esencialmente, su insólita capacidad para acallar, gracias a su rugido estridente, cualquier otro sonido. El áspero viento, el quejicoso y tiránico viento lograba internarla en un espacio de intimidad silenciosa, en el que tan sólo ella hablaba si deseaba hacerlo, y en el que cualquier intromisión ajena resultaba imposible.Fragmento de "El mes mas triste" de Pilar Adón