Villancicos, pintura y Navidad.

Publicado el 11 diciembre 2017 por Elcopoylarueca

“(…) Y habiendo entrado el ángel a donde ella estaba, le dijo: «(…) y concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y le dará el señor Dios el trono de David, su padre, y reinará en la casa de Jacob eternamente, y su reino no tendrá fin».
Evangelio de San Lucas

El Nacimiento de Cristo, mosaico, Iglesia del Monasterio de Dafni, Grecia, siglo XI.

La Anunciación, el Nacimiento del Niño, la Adoración de los pastores, la Adoración de los Magos, la Presentación en el Templo y la Huida a Egipto son acontecimientos religiosos que han sido pintados, de muy distinta manera, una y otra vez, durante siglos. Para ello, los artistas han construido un mundo iconográfico basado en los Evangelios, tanto en los apócrifos como en los canónigos.

Cuevas y establos han dado cobijo a la Sagrada Familia dependiendo de dónde procede el cuadro. Si la imagen proviene de Oriente con toda seguridad Jesús, María y José descansan en una gruta; si, por el contrario, se trata de  la obra de un artista de Europa Occidental, la Historia Sagrada tiene lugar en un pesebre.

La Adoración de los Reyes, tabla, Santa María de Aviá, Cataluña, h.1250.

Son cosas que ya sabemos, como sabemos también que los orientales fueron más propicios a consultar los evangelios apócrifos a la hora de buscar fuentes de inspiración -aunque el arte occidental también se sirvió de ellos, si bien es cierto que en menor medida-; como sabemos que luego de la Ilustración, los temas relacionados con la Natividad dejaron de ocupar el lugar preferente que la historia les había deparado hasta entonces. Digo, son cosas que ya sabemos pero que no debemos olvidar si deseamos, además de contemplar la belleza de la pintura, entender la simbología de la obra que contemplamos.

No hay una herramienta más potente de comunicación que una imagen gráfica, no hay más que ver el valioso servicio que el arte ha prestado al Cristianismo desde sus inicios en las catacumbas. Pero no ha sido el arte el único fiel aliado de la religión más extendida por el mundo. También el Cristianismo encontró en el cancionero popular, en el verso musical, una forma eficaz de acercar su teología a las grandes masas analfabetas. De modo que pintura y poesía idealizan el árido desierto donde tiene lugar la Historia de la Navidad.

La Sagrada Familia y un pastor, Tiziano, lienzo, h. 1516.

Cada época ha aportado a la liturgia navideña su propio sello de identidad. De ahí que, en la medida en que el tiempo avanza, podamos contemplar cómo la frialdad y austeridad del arte cristiano primitivo se va transformando… Cada vez hay más pasión en los rostros, cada vez son más grandes las figuras y cada vez hay más pueblo en el cuadro.

Si en el Cristianismo primitivo encontramos a la Sagrada Familia acompañada por pocos semblantes, al llegar el Renacimiento, la tabla o tela apenas se sostiene en pie, pues en ella aparecen, en primer lugar y ya con paños caros y en palacios, no en establos, María y su Hijo acompañados de nobles, comerciantes, pajes, criados, curiosos, gran variedad de animales, santos y… hasta donantes. En el Barroco hay pintores que, incluso, se incluyen en las telas. En el Barroco, con la Contrarreforma, José deja de estar en un segundo plano y pasa a ser figura necesaria al lado de María y el Niño.

La Adoración, Pedro Pablo Rubens, óleo sobre lienzo, 1628-1629.

Desde la Edad Media hasta la Ilustración, el arte religioso se involucró en la historia que contaba, cargándose de misticismo, alejándose de la elegancia bizantina de sus comienzos. Expresiones de los rostros, maneras y una escenografía teatral tienen el propósito de crear una atmósfera espiritual.

A partir del siglo XVIII, la pintura irá incorporando a la representación de la Historia Sagrada sucesos relacionados con la vida del hombre, unas veces para denunciarlos y otras para ensalzarlos. Georges Henri Rouault (1871-1958) y Marc Chagall (1887-1985) son dos ejemplos de artistas que utilizaron las fuentes sagradas en sus obras para reflejar sucesos históricos contemporáneos a ellos.

La Adoración de los Magos, mosaico, siglo VI, Iglesia San Apollinare Nuovo, Ravena.
(A partir del siglo VIII los magos pasan a ser reyes y, por tanto, a llevar corona).

Villancicos populares españoles irán precedidos por una pintura inspirada en la Historia de la Navidad.  Mosaicos bizantinos, tablas medievales y renacentistas, lienzos barrocos y versos anónimos constituyen mi propuesta de hoy.

A mi memoria le gusta corretear por sus navidades de infancia. A esa época pasada en compañía de mis padres, Manuel y Ofelia, de mi hermana Piti y de mis tres perros -un tiempo callejeros y por siempre agradecidos- dedico esta entrada.

VILLANCICOS

El Nacimiento de Cristo, Piero della Francesca, óleo sobre tabla, 1460-1475.

MI DIOS HUMANADO…

Mi Dios humanado,
seáis bienvenido,
del amor vencido.

Al frío en el heno
nacéis para mí,
y así quedo lleno
del bien que perdí,
pues os dáis aquí
en mí convertido
del amor vencido.

(De “Natividad”, 1556, Ms. Barbieri, Biblioteca Nacional).

Adoración de los Magos, Fray Angélico, témpera sobre tabla, 1423-1424.

CHIQUITO, DI ¿POR QUÉ ESTÁS…?

-Chiquito, di, ¿por qué estás
temblando de frío?
-Hombre, por quererte más
que tú mesmo me has querido.

-Siendo Tú quien ha criado
Cielo y Tierra y toda cosa,
con tu mano poderosa,
¿cómo estás tan abreviado
o, por qué, Niño, te das
del amor enternecido?

-Hombre, por quererte más
que tú mesmo me has querido.

(De “Natividad, 1556. Mis Barbieri. Biblioteca Nacional).

El Nacimiento de Cristo, Maestro de Výšší Brod, tabla, h. 1350.

¡A CARRILLEJO, HAO!…

-¡A Carrillejo, hao!
-¡Qué quieres, pastor, di?
-Vengo enamorado
del que véis allí.
-¡A Carrillejo, hao!
-Llégate acá, pastor,
pues te enamoraste
del divino Amor.

(De Rouanet: Autos del siglo XVI).

Descanso en la huida a Egipto, Gérard David, óleo sobre tabla, h. 1515.

AL NIÑO DIOS VI…

Al Niño Dios vi
en Belén, a fe,
y me reholgaré
de lo ver ansí.

Estaba el doncel
sin ropa y pañales
y dos animales
postrados ante El,
y mil cosas vi
que me embelesé
y me reholgué
de lo ver ansí.

Pobrísimo estaba
el Niño tan chico,
mas yo certifico
que claro mostraba
que está Dios allí
si mal no miré,
y me reholgué
de lo ver ansí.

(Del “Cancionero” de Gabriel Peralta, siglo XVI, Biblioteca Nacional).

La Anunciación, Juan Correa de Vivar, óleo sobre tabla, 1559.

ENTRE PAJAS LA GLORIA…

Entre pajas la gloria
me dé mi Niño,
porque es todo esplendores,
amores, favores y flores
cuanto en El miro.

Ya he hallado las Indias
de mi deseo,
pues todo riquezas,
franquezas, bellezas, grandezas,
todo su centro.

Este sí que es amante
para quererse,
pues está tiritando,
llorando, temblando, velando,
sólo por verme.

Por amante y esposo
quiero escogerlo,
pues es todo precioso,
donoso, amoroso y hermoso,
cuanto en El veo.

(De “Villancicos”, 1633, Toledo).

La Presentación en el Templo, Luis de Morales, óleo sobre tabla, h.1562.

AQUEL ZAGALITO…

Aquel zagalito
de aquel pesebre
bien se le conoce
que amores tiene.

Quéjase a los vientos
con su tierno llanto
y sirve de encanto
a los elementos,
pasa mil tormentos
por verse al hielo
y en el cielo y suelo
su mal no siente:
bien se le conoce
que amores tiene.

Aunque están llorando
sus niñas hermosas,
con perlas preciosas
están convidando,
y de cuando en cuando,
porque solloza,
cantan en su choza
cantos alegres:
bien se le conoce
que amores tiene.

(De “Rimas del Incógnito”, Nueva York, 1916. Canción del siglo XVII).

La Adoración de los Pastores, Fray Juan Bautista Maíno, óleo sobre lienzo, 1612-1614.

¡SOCORRO!, ZAGALES MÍOS…

¡Socorro, zagales míos!
¡Venid corriendo, pastores!
Que se abrasa el valle de amores.

Donde emprendió su rigor
el fuego entre tanto yelo,
fuego ha bajado del Cielo
que abrasa con gran rigor
a un Niño Dios en mantillas.

Tocad las campanillas
y rompan el albor,
que se abrasa un portal
en fuego de amor.

(De “Villancicos”, 1639, Toledo).

El Nacimiento, Federico Barocci, óleo sobre lienzo, 1597.

ESTE ES EL REGOCIJO…

Este es el regocijo
y éste es el gozo,
y éste es el bienvenido
que esperan todos.

Cuando viene mi dueño
viene callando,
eso sí, callandito y obrando.
Yo ya le entiendo,
eso sí, callandito en viniendo.

Que es lluvia agora
y el vellón del silencio
más se acrisola,
mi vida amando,
eso sí, callandito y obrando.
Ya yo le entiendo,
eso sí, callandito en viniendo.

(De “Villancicos”, 1662, Córdoba).

La Adoración de los Reyes Magos, Velázquez, óleo sobre lienzo, 1619.

ZAGALEJO QUE A BELÉN VAS…

-Zagalejo que a Belén vas,
¿no me dirás
si has visto al Amor?
-Sí, pastor.
-Pues dime, ¿qué tal?
-Vile en un portal
que estaba llorando,
de frío temblando
del tiempo al rigor.
Aprendan del Amor,
que llora como niño
y rinde como Dios.

(De “Villancicos”. 1665, Capilla Real).

La Anunciación, El Greco, óleo sobre lienzo, 1597-1600.

SI DE QUE TEMBLÉIS, MI DIOS…

Si de que tembléis, mi Dios,
yo sólo la causa fui,
¡ay, Dios,, ¿qué será de mí,
mi Dios,
cuando tiemble yo y no Vos?

Si Vos tembláis porque al frío
padecéis pena y dolor,
¿cómo, de vuestro rigor,
temblaré yo, Niño mío?
Si ahora Vos, siendo Dios,
al yelo tembláis así,
¡ay, Dios, ¿qué será de mí,
mi Dios,
cuando tiemble yo y no Vos?

(De “Villancicos”, 1671, Granada).

La Adoración de los Pastores, Nicolas Poussin, óleo sobre lienzo, h.1637.

AMANTES PASTORCILLOS…

Amantes pastorcillos,
piadosos zagalejos,
¿con qué abrigaremos
a un Niño hermoso
que tirita al hielo?

-Yo le doy un suspiro
de mi amor en la llama encendido.
-Yo le doy en mi llanto
un caudal de cristal abrasado.
-Yo le doy un deseo
del ardor que se oculta en mi pecho.
-Yo le doy una pena,
que, aunque hoy nace, El muere por ella.
-Mejor es mi ofrenda,
mi ofrenda es mejor.
-Pues, ¿qué le das tú?
-Lo que yo le doy
para abrigar a mi Niño desnudo
son las preciosas telas del corazón.

(De “Villancicos”, 1679, Convento de la Encarnación, Madrid).

La Anunciación, Murillo, óleo sobre lienzo, h. 1660.

ADOREN LOS HOMBRES…

Adoren los hombres
finezas de amor,
que amante y desnudo,
en dura prisión
llora como un niño
y ama como un Dios.

Y en dulce congoja,
en triste dolor,
en noble suspiro,
en fina pasión,
en ansias constantes
y en tierno fervor
llora como un niño
y ama como un Dios.

(De “Villancicos”, 1689, Convento Descalzas Reales, Madrid).

¡AY, MI QUERIDO, QUE LLORA EN LAS PAJAS!…

La Adoración de los Pastores, Angelo Bronzino, óleo sobre tabla, h. 1530.

¡Ay, mi querido que llora en las pajas,
duerma, descanse, que amor se lo manda!

¡Ay, tierno Niño, si el fuego le enciende,
duerma en el hielo, calle y sosiegue!
¡Quiérole bien, por mi fe!
¡Duerma y verá lo que le daré!
No llores, bien mío,
mi ingrato desvío,
que no ha de haber frío,
si en vez de rocío
perlas os da amor.
¡Dejadme que le arrulle yo:
Duerma mi amado, descanse mi amor.

(De “Villancicos”, 1691, Real Capilla, Madrid).

La Adoración de los Reyes Magos, Fray Juan Bautista Maíno, óleo sobre lienzo, 1612-1614.

CORONARSE QUIERE EL AMOR

Coronarse quiere el Amor
y pide al campo sus flores hoy:
que es mucha razón
que le tejan corona sagrada,
que venga adornada
con todo primor.
¡A buscar, jardineros, la flor!

Que el campo la ofrece,
el viento la mece,
el agua la riega,
añadiendo candor a candor.
¡A buscar, jardineros, la flor!

(De “Villancicos”, 1696, Real Capilla).

San José y el Niño Jesús, Guido Reni, óleo sobre lienzo, 1640.

CORDERITO BLANCO…

Corderito blanco,
que durmiendo estás:
déjate, bien mío,
déjate arrullar.

Si te duermes, Niño mío,
yo te quiero despertar,
pues vinieron desde Oriente
los tres Reyes a adorar.

No te duermas, mi vida;
no te duermas, mi cielo.
A ro, ro,
que te arrullo yo.

(De “Villancicos”, 1761, Zaragoza).

La Natividad, Georges de la Tour, óleo sobre lienzo, 1640.

¡AY EL PASTORCITO!…

¡Ay el pastorcito!
¡Ay qué hermoso y qué bello!

¡Qué enamoradito
del cielo desciende
buscando la oveja
que se le ha perdido!
¡Ay el pastorcito!

¡Ay qué amoroso
la busca, la llama,
siendo el reclamo
de su amante silbo
el llanto, el sollozo,
la queja, el suspiro!
¡Ay el pastorcito!

(De “Villancicos”, 1731, Córdoba).

La Adoración de los Pastores, óleo sobre lienzo, La Mengs, óleo sobre tabla, 1770.

OYE, ZAGAL MÍO…

Oye, zagal mío,
oye, Niño Dios,
esta pastorela
que ha inventado amor:
Óyenos, mi Dueño,
óyenos, óyenos.

Pues a oírnos vienes
y en nuestro favor
muestras un cariño
que será pasión:
Oye, zagal mío,
oye, Niño Dios,
óyenos mi Dueño,
oye buen Pastor.

Y suene el abogue,
la cítara suene,
palillos, adufe, dulzaina y tambor:
tan, tarán, tan,
tan bello es mi Niño:
tan, tarán, tan,
tan bello nació.

¿Qué querré, qué?
Meterle en mi alma.
¿Y El querrá? -Sí,
queriéndolo yo.

Óyenos, mi Dueño,
oye, buen Pastor,
esta pastorela
que ha inventado amor.

(De “Villancicos”, 1758, Toledo).

La Sagrada Familia, Goya, óleo sobre lienzo, 1775.

VILLANCICO EUCARÍSTICO

El Niño Jesús
se marchó a la viña;
¿qué recogerá?
¿qué recogería?
El Niño Jesús
marchó a la colina;
¿qué recogerá?
¿qué recogería?
Un racimo halló
de la sangre viva.
Segando allí estaba,
recogió una espiga.
Marchó a Nazaret,
lo encontró María.
-¿Qué haces ahí Amor,
Amor de mi vida?
Prenda no encontré
de tanta valía.
Traigo el vino y pan
de la Eucaristía.

(Recogido en “Cancionero español”, 1942).

La Virgen de la aldea, Chagall, óleo sobre lienzo, 1938-1942.

MAÑANITA DE DICIEMBRE

Mañanita de diciembre,
mañanita mañanera,
va una joven con un viejo
caminito de una aldea.

I

Piden posada. Es en vano;
llamen, llamen a otra puerta,
que la nuestra está cerrada
y el can gruñe y se impacienta.

Mañanita de diciembre,
mañanita mañanera,
va una joven con un viejo
caminito de una aldea.

II

Guarécense en un portal
donde descansan dos bestias,
y allí nació el Redentor
que anunciaron los Profetas.

Mañanita de diciembre,
mañanita mañanera,
va una joven con un viejo
caminito de una aldea.

III

Las bestias, con sus alientos,
les calentaban de cerca;
el Niño les sonreía,
sus brazos en cruz les muestra.

Mañanita de diciembre,
mañanita mañanera,
va una joven con un viejo
caminito de una aldea.

IV

En las manos y en los pies
tenía heridas abiertas,
en el costado una llaga,
sobre su frente una estrella.

Mañanita de diciembre,
mañanita mañanera,
va una joven con un viejo
caminito de una aldea.

(Recogido en “Cancionero español”, 1942).