Con frecuencia escucho a algunos de mis vecinos discutir violentamente. Los gritos e insultos se oyen a cualquier hora del día, irrumpiendo la tranquilidad ajena. Una de estas familias esta compuesta por la madre y sus dos hijas adultas. Se ofenden con un vocabulario soez, amenazándose de muerte. Se lanzan objetos y golpean fuertemente las puertas al cerrarlas. No sé si hay agresión física, pero lloran y gritan de tal manera que así lo parece. La madre ofende a las hijas y viceversa. Es una situación intolerable. Lo curioso de este caso, es que siempre están juntas. Las encuentro casi que a diario en la planta baja del edificio, para tomar el ascensor, o en la calle caminando. Aparentan mantener una relación cordial, armoniosa y respetuosa. Es un caso contradictorio.
De igual manera, escucho gritos e insultos por parte de los padres a sus hijos desde los edificios vecinos. Cuando voy por la calle observo el maltrato de muchos adultos hacia niños pequeños y no tan pequeños. La violencia familiar pareciera estar generalizada. Da la impresión de que actualmente es el deber ser de una parte de la sociedad, tratarse con gritos y ofensas.
¿A qué se debe este lamentable fenómeno? Esta pregunta está dirigida a sociólogos y psicólogos. Vivimos en una sociedad donde una gran porción mantiene un comportamiento iracundo y se siente frustrada y amargada. Frustración que derrama sobre los mas débiles que están a su alrededor, los niños.
Pensar que esta situación algún día pueda ser solventada por completo es una ilusión, pero podemos tener la esperanza de que al tomarse las acciones adecuadas por parte de los entes que rigen la sociedad, pueda llegar a ser minimizada.