España va bien, Sí señor, Y tengo la preocupante sensación de que cada vez irá mejor. En esta ocasión, intentaré, aunque es muy probable que no lo consiga, puesto que siempre me voy calentando a medida que escribo, ser breve en mis comentarios al respecto de la locura que supone, no ya las barbaridades, que, en principio, pudieran considerarse aisladas, que podemos contemplar en el video que aquí os dejo, sino que, en nuestra maltrecha y corrompida sociedad, tales conductas hayan pasado, en cuestión de pocos años, a convertirse en algo triste y deleznablemente cotidiano, pues se suceden, con tremenda regularidad, en todo nuestro territorio nacional.
El video está grabado, ,mediante cámaras de seguridad, en Tenerife.
Es realmente espeluznante. Gente que empuja a sus semejantes al paso de un tranvía o vagón de tren. Jovencitos, quienes un alarde de estúpida e innecesaria valentía, se arrojan a los andenes, para comprobar si logran hacer que frene el tren de golpe, con los consiguientes y muy probables accidentes y desgracias personales, que su suprema e inagotable gilipollez, con perdón, innata, puede provocar. Destrozos y vandalismos varios, en el mobiliario e instalaciones públicas, ...,y, en fin, un montón más de auténticas atrocidades.
¿¿¿ Estos cafres alienados son realmente los que, en un futuro próximo, y ya alcanzada su edad adulta, constituirán la próxima generación que habitará y dirigirá España ???. ¿¿¿ Sus padres pueden afirmar, sin que les tiemblen las piernas o su misma conciencia, que han hecho todo lo posible para educarlos correctamente ???. ¿¿¿ Esta sociedad no puede hacer nada para detener este esperpento ???.
Pues me parece que, lamentablemente, poco se puede hacer. Los Papás, en una preocupante mayoría, al parecer tienen problemas más importantes que atender, y dejan que sus hijos actúen, y se comporten, según su libre albedrío ( ya me he extendido sobre este tema en el Blog en varias ocasiones, y no quisiera repetirme más ). Se conforman con comprar para sus inocentes retoños, todo lo que a éstos les viene en gana; no se interesan, en absoluto, por sus estudios y actividades , ni de las escolares ni de las extraescolares; dejan, sin intentar siquiera luchar un poquito ante tan preocupante situación, que sus hijos queridos del alma, con 14 años, 13, e incluso más pequeños, vivan, en todos los sentidos, como personas adultas que, por mucho que se empeñen, aún no son, y ponen a su alcance cosas que aún no les corresponden. Y claro, los críos se vuelven tarumbas perdidos.
La Policía, Jueces y demás autoridades, comprueban, también a diario, el hecho de que sus manos están atadas, y absolutamente lastradas, por una Justicia anquilosada, vetusta y descuidada por todos y cada uno de los Partidos Políticos que se van sucediendo en el poder.
Los Profesores se encuentran completamente desbordados, y ven como es casi imposible llevar a cabo su trascendental labor educativa, siendo incluso amenazados por los propios y asilvestrados papaítos, que no son capaces de darse cuenta, o no quieren hacerlo, de los monstruos que están criando.
Voy a dejarlo aquí. Es un tema que me cabrea muchísimo y al que, como he dicho, no veo solución, tal y como se están desarrollando los acontecimientos.
Lo cierto es que esta angustiosa situación me causa miedo. Mucho miedo. Antes, no hace aún demasiado tiempo, el que razonaba con tranquilidad, el más coherente en su forma de entender la vida y sus inevitables problemillas cotidianos, conseguía convencer al resto. Ahora, lo que se suele emplear a la hora de imponer las ideas y llevar la razón, en todos y cada uno de los ámbitos de la vida, es la violencia, tanto verbal como física. Al parecer, un “ buen par de ostias “, constituyen la mejor solución para muchos zopencos. Los razonamientos y el diálogo, han pasado a segundo plano.
Si alguien nos lleva la contraria, y cuando nos vemos incapaces de argumentar, pacíficamente, nada al respecto del tema del que se trate, lo moderno, más eficaz y indudablemente consistente, es hacer valer nuestra temible vena nerviosa, y dejar a nuestro asombrado contrincante tendido en el suelo, o, si llega el caso, ayudarle a emprender el viaje al más allá.
Por suerte, carezco de tal vena nerviosa. El problema es que, cada vez con más frecuencia, me resulta casi imposible permanecer callado ante determinadas necedades, mentiras e injusticias. Conclusión: tarde o temprano, me calzarán una de esas temibles, y muy hermosas, ostias. Y no es que sea precisamente un valiente en ese aspecto, pero, insisto, nunca he sabido callarme a tiempo eante ese tipo de situaciones o reprochables conductas. Hasta ahora, todo hay que decirlo, he salido airoso. Pero imagino que no siempre será así.