El acercamiento que hicimos a la figura de Ray Bradbury desde luego ha tenido una respuesta extraordinaria. Tanto en los comentarios como por mail he podido constatar que desde luego "no era el único" que se sentía reflejado en él.
Como es el caso de nuestro compañero Javier Rodríguez-Morán quien nos ha regalado este artículo que enlaza el Tema del momento con Bradbury pasando por las palabras-comadreja... ¿Qué qué son? Lo sabréis a continuación.
VIRUS Y COMADREJAS por Javier Rodríguez-Morán
Solo hay personas menos jóvenes que otras; esto es todo.Simone de Beauvoir
La XX Edición del concurso literario El Tintero de Oro, inspirada en las Crónicas marcianas de Ray Bradbury será recordada, tanto por la calidad de los relatos participantes, como por la coincidencia con la pandemia global de la COVID-19.
En el momento que escribo este artículo, ya se sabe mucho sobre las consecuencias aversivas de esta enfermedad y muy poco del posible causante de la misma: un virus similar a otros de su misma familia, «Los Coronavirus» y bastante más depredador que sus parientes, «Los SARS-Cov», (nomenclatura evocadora de contextos literarios y fílmicos relacionados con la mafia).
Una situación como la descrita, peligro máximo y desconocimiento de la causa que origina esa situación, constituyen algunos de los ingredientes básicos que conforman las historias y los cuentos de Ray Bradbury.
Hago un inciso para aplicar un criterio que permita una identificación fácil del género literario que se está tratando.
Según Orson Scott Card, y sin entrar en más profundidades se admite que:
«Si la historia está situada en un universo que sigue las mismas reglas que el nuestro, es ciencia-ficción. Si está situada en un universo que no sigue nuestras reglas, es fantasía. O, en otras palabras, la ciencia-ficción trata sobre lo que podría ser pero no es, mientras la fantasía trata sobre lo que no podría ser.»En las Crónicas marcianas, Bradbury cuenta, como las tres primeras expediciones de la Tierra, llevaron a Marte el virus de la varicela con sus toses y estornudos. El resultado fue el exterminio de la población marciana, aunque bien es verdad que alguien quedó inmune para su desgracia.
Eso ya es otra parte de la historia que no vamos a tocar, aunque haciendo un resumen precipitado podríamos concluir que las Crónicas marcianas son la historia de un proceso de colonización con exterminio de la población primitiva.
Difícil resultaría clasificar la obra del genial Bradbury, con los parámetros descritos. Así que será el propio autor quien resuelva el dilema:
«No soy un escritor de ciencia ficción. Todos mis libros son de fantasía».
Aclarado el primer punto, ya de vuelta a la extraña realidad conformada por el escenario que plantea la actividad del SARS-CoV-2, se puede apreciar cómo el comportamiento humano resulta más complejo que cualquier virus. Cuando un estado de ambigüedad y desconocimiento muy prolongado llega a ser insoportable, los humanos recurren a los símbolos en busca de sentido a lo incomprensible e inexplicable. Esto incluye al lenguaje, donde es decisivo el dominio de la palabra y su significado.
La irrupción del supercontagiador coronavirus, además de las neumonías y muertes inesperadas, trajo a primer plano un nuevo catálogo de «palabras-comadreja», según la propuesta de Friedrich. Hayek por observación de tales mustélidos. Parece que las comadrejas succionan los huevos sin romper la cáscara. Al vaciar de contenido algunas palabras o expresiones, se estarían creando palabras-comadreja que pueden significar cualquier cosa, con independencia de su armadura exterior. Si a esta perversión del lenguaje le añadimos el manejo de la estadística tal como la prefería Winston Churchill —«la estadística convenientemente torturada confiesa los datos que necesitas»— obtenemos dos variables y ejes como conceptos en oposición y excluyentes: joven / viejo.
Tan es así, que el uso de alguna de estas palabras-comadreja ha dado lugar a declaraciones llamativas, con el fin de justificar acciones para la «guerra» contra el virus, un ejemplo:
«Más que la distancia social generalizada, más que hacer pruebas, pruebas y pruebas, (lo más importante) es separar a los adultos mayores de los más jóvenes.»
Naftalí Bennet-Ministro de Defensa Israelí, 48 años de edad
Inciso de comparación para aplicar la palabra-comadreja «mayor o joven»: La edad tope de la jubilación fue ideada por Bismarck en 1881. La expectativa de vida era de 47 años en Alemania, uno de los países más poderosos en el mundo en aquel momento.
En esto radica la diferencia que define al genio humanista de Bradbury, en oposición al nuevo lenguaje comadreja que también podría llamarse «parparés», por referencia al parpar o cuac-cuac del pato, que siempre suena igual.
En toda la obra de Ray Bradbury está presente la idea de lo joven, de lo nuevo y de lo viejo, del cambio o el declive. Hay un aspecto fundamental que la distingue, esos conceptos solo son los dos polos de una variable única: la vida.
En las Crónicas marcianas, Bradbury dedica a los viejos un capítulo entero señalando el año 2005 como fecha en la que transcurriría la acción. Es un microrrelato de 95 palabras:
A partir de ese momento en numerosas ocasiones en la obra de Ray Bradbury es constante la expresión de esa única existencia con dos polos. En ocasiones adquiere gran intensidad dramática como en el relato «Llamada nocturna»: un hombre de ochenta años, abandonado en Marte hacía ya sesenta, recibe una llamada en la que no reconoce la voz. Poco a poco va descubriendo que es su propia voz que dejó programada en un artefacto (¿cerebro?) cuando era joven. A partir de ahí se desencadena una vertiginosa acción. Joven, viejo buscándose en la única persona.
De colofón, una maravillosa escena para ilustrar lo dicho:
El padre y Will están sentados en el porche, y el pequeño dice: «A veces, a medianoche, te oigo sollozar. Ojalá pudiera hacerte feliz». El padre responde: «Dime que viviré siempre».
Ray Bradbury, La feria de las tinieblas
Abril 2020. Javier Rodríguez-Morán
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