Ahora que acaba de morir Antoni Tàpies quiero intentar aclararme a mí mismo las ideas e intentar balbucear algo sobre él.
En primer lugar, y solo lo cuento como anécdota personal, a mí la obra de Tàpies nunca me ha gustado. (El arte no tiene nada que ver con el gusto. Al fin y al cabo, que me guste o no me guste es un problema exclusivamente mío). Nunca me ha transmitido nada. (Bueno, sí: la concreción matérica de su obra sí me interesa; el poder del barro, de la tierra, del cartón roto, del fuego). Pero, en definitiva, nunca he sido un fan suyo. Y, sin embargo, me he visto en la necesidad moral de partirme el pecho por él en más de una ocasión.
Porque, reconozcámoslo, para la gente que opina que el arte de vanguardia es una tomadura de pelo, que el arte abstracto es un timo y una mamarrachada, Tàpies se lo ponía a huevo. Y por eso siempre ha sido a Tàpies a quien más han atacado, y con más saña. (Aún recuerdo la burla, el escarnio y la befa de Carlos Herrera ante el famoso calcetín). Y, por eso mismo, siempre ha sido el artista por quien más veces he sacado pecho.
Pero dejemos esa mera declaración personal vacía (¡Yo por mi hija ma-to!) e intentemos explicar (y explicarnos) algo sobre Tàpies.
No sé si es por mi formación como arquitecto, pero tiendo a valorar más el arte constructivo que el experiencial (toma palabro). Con el arte constructivo me refiero al que crea espacios, formas, estructuras... en un intento de ordenar el caos y entender el universo. Con el arte constructivo me refiero, obviamente, a Mondrian, Oteiza, Rodchenko, etc. Pura geometría, puro espacio sin tiempo, como diría Oteiza (aunque para este las líneas negras de Mondrian o las barras de Rodchenko ya eran moléculas de tiempo que rompían el espacio puro).
Siguiendo esa línea de pureza geométrica extrema puedo hacer extensivos mis amores a otros artistas menos "puros", como Picasso, Chillida, Palazuelo, Henry Moore, Kandinsky, Paul Klee, ... (Perdón por la simplificación y la caricatura).
Pero en general no soy demasiado sensible a quienes, en vez de intentar organizar el universo (o al menos el trozo de lienzo o el trozo de mármol), utilizan el arte para gritar sus obsesiones, llorar sus quejas o constatar lo dura que es la vida.
Tàpies no era exactamente un expresionista, pero sí que se ve en su obra el predominio del tiempo sobre el espacio. En su obra veo "las cosas que pasan", "el tiempo que pasa": Obsesiones nacionalistas y políticas, humo dejado por el fuego, huellas sobre el barro, vestigios, tránsitos, restos, gestos. Es todo tiempo, puro tiempo, pura huella del pasado sobre el presente. No es una "construcción del espacio" sino una constatación, en un soporte espacial, de lo que ha pasado. Es una obra narrativa, vivencial, secuencial, psíquica.
Creo que Tàpies fue uno de los artistas más coherentes del mundo, y su obra es de una honradez irreprochable, siempre fiel a sí mismo.
Pero creo que no es un pintor para arquitectos. Los arquitectos, como los pintores "constructivistas" que dije antes, hacemos espacio para entender el mundo, y, de paso, para que en el espacio pasen cosas. Hacemos un "espacio sin estrenar". Los "expresionistas" (por usar una palabra) nos dan ya el espacio usado, estrenado, mancillado por el tiempo, e incluso echado a perder por él.
No es el "espacio-cromlech" de Oteiza, el espacio puro, vacío, organizativo.
Como señala tan acertadamente Oswald Spengler en su obra La Decadencia de Occidente, "lo trágico es el tiempo". Si unimos a Oteiza con Spengler tendremos, por una parte, un anhelo de construir un espacio puro, libre de tiempo, a salvo de la tragedia, vencedor de la tragedia y, por otra, y en el otro extremo, un anhelo expresionista de gritar, de llorar, se sucumbir a nuestra propia tragedia vital, de plasmar el tiempo "narrativo" e irreparable en la obra.
En ese sentido, aunque yo anhele la construcción arquitectónica antitrágica, siento mucho respeto por el dolor de Antoni Tàpies, el artista que más honradamente lloró la tragedia, la suya y la de la sociedad en la que vivió.