Revista Literatura

Visiones (Entrada resubida de mi ex blog)

Publicado el 07 febrero 2010 por Rodrigoyanez

Pensé en la idea de que quizás, si recordara capítulos de mi vida, sería ésa la razón de ser quién soy hoy en día. Muchos escritores, psicólogos, hombres sabios, opinan igual. No sabría realmente con qué comenzar, desde mis primeras memorias supongo…Marco Chiapponi Acá sólo se que viví cuando era apenas un bebé, no recuerdo nada. Tengo un par de fotos mías, en un coche, donde una niña vestida de amarillo cuidaba de mí en un departamento. Sé que fue en ésta villa donde mis papás se conocieron y comenzaron un romance. Vida en población Diego Portales Siempre he tenido dos recuerdos de cuando vivíamos allí. Recuerdo cuando tenía un auto a pedales, y entonces jugábamos a las carreras con todos los otros amiguitos que también tenían autos. Siempre había un copiloto, y el mío era mi hermano que empujaba desde atrás. También tengo recuerdos de que el tío Memo me sacaba a pasear en su moto. No recuerdo qué tipo de moto era esa, pero a mí me encantaba la sensación. Siempre me tuvo mucho cariño.Recuerdos de Recreo En ésa casa pasaron tantas cosas. Según me han contado mis padres, antes de irnos a vivir a la Diego Portales, estuvimos viviendo en esa casa un tiempo. Incluso cuando mi Mamá estaba embarazada de mí, y luego de que yo haya nacido. Por aquellos días, mis papás eran pololos, y mi Papá se ganaba la vida vendiendo queso fresco. Mi Mamá estaba hecha una completa ballena, por que se fundió, todos los Yánez la malacostumbraron, tanto así que con su primer embarazo, o sea el mío, engordó treinta kilos. Por aquél tiempo mi Papá siempre mantuvo su fama de chico popular. Tenía el pelo largo, se vestía con jeans patas de elefante, parecía una estrella de rock. De esta casa tengo fotografías en mi mente de un suceso que me dejó marcado. Me acuerdo que era casa esquina y de dos pisos, de hecho, hoy en día aún sigo viéndola cuando voy a la actual casa de mi Papá y mi hermana. Había un matorral hacia el fondo del largo patio, y en el principio de éste, el abuelo estacionaba su auto. Era uno de estos autos larguísimos, clásicos. Por alguna razón, teniendo yo un año y pocos meses, me subí y me acomodé de alguna manera al volante. Y mi terror comenzó cuando apreté el acelerador y el auto dio marcha hacia adelante. Mi Mama salió, ya embarazada de su segundo hijo, con una súper panza (Gracias a la cual pudo ganar un concurso en un supermercado con el premio de “La embarazada más gorda”) y al darse cuenta que yo avanzaba manejando aquél auto, se interpuso entre él y la reja de la casa. Gritaba desesperada que alguien saliera a detenerme. De ahí ya no recuerdo más. He sabido por historias de mi familia, que quedó inconsciente y fue trasladada al hospital. Me gustaba mucho regalonear con “La Mamy”, mi abuela de parte paterna. Siempre he sido su preferido por que soy el nieto y sobrino mayor de los Yánez. Me gustaba mucho dormir las siestas con ella, su pieza estaba en el segundo piso, y la cama daba justo a la ventana. Recuerdo siempre disfrutar el despertar con los pajaritos que cantaban parados en el matorral. Y hablando de aquél patio, nunca me olvidaré de las hormigas gigantes que existían allí. Le tenía terror por que más de alguna vez me mordieron. Me gusta mucho jugar con la tierra y el barro. Algo curioso, fue que ya pasados los años, y cuando sólo éramos visita en aquella casa, nos hacían comer a todos los primos en una mesita aparte, por que éramos muchos. El Taty y la Mamy, mis dos Papás, el tío Javier y su esposa, la tía Carmen y su, en aquél tiempo, solamente un hijo, mi primo Javier, la tía Lucre y la Daniela, la tía Sandra, la tía Carola, y el tío David. Entonces comíamos los primos sentados en el suelo, siempre para los “Grandes” era divertido vernos. Yo disfrutaba comiendo, desde chico he sido guatoncito y bueno para el diente. Siempre he sido frentón también, así que, a la tía Carola y al tío David, les encantaba lamerse la palma de la mano, y me pegaban juguetonamente en la frente, al momento en que decían “¡Paipa!”. Para mí no era divertido. Pero todos me querían mucho, siempre he escuchado comentarios de que era hermoso cuando chico, y increíblemente rubio y de cabellos finos. Cerca de esa casa, habían videos, de estos que algunas personas les llaman “Flippers”, por esos tiempos eran el Boom. Así que algunas veces el tío David nos llevaba a mí y al Erasmo a jugar. Recién estaba saliendo el “Street Fighter” de eso me acuerdo clarito. Me encantaba cada vez que íbamos. También jugábamos a veces con el Atari del tío, así como también recuerdo que un día mi Papá enfrentó al tío por no querer dejarnos jugar, cómo disfruté ese momento. Pasados los años, cuando ya vivíamos en esta casa, el tío venía algunos días a enseñarnos Karate a mí y al Erasmo. Un día me acuerdo de haber dado un salto mortal en una práctica y de haberle volado la cara a mi hermano en un giro en 360 grados. Quedó llorando…Me sentí culpable. Tiempo después se separaron mis abuelos, pero no recuerdo haber escuchado la noticia, simplemente crecí a sabiendas de que en algún momento a otro ya no estaban juntos. La vida en la Nelson Pereira Los abuelos se separaron y para nosotros cuatro, hasta ése momento, comenzó una nueva etapa de nuestras vidas. No sé que edad habré tenido, pero a mi Papá le salió casa en la envidiada, por aquellos tiempos, villa Nelson Pereira. Era una casa nueva. Era propiedad de El Teniente y mi Papá, deduzco yo, ya estaba trabajando en la empresa. No recuerdo el día en que nos cambiamos allá. Sólo que de ahí, hacia adelante, es que quizás comience mi verdadera vida hasta lo que es hoy mi presente. Mi mente de niño quizás, me hacía ver todo más grande de lo que realmente era, pero sí recuerdo que era espaciosa, bonita. Teníamos jardín, patio, un baño con bañera, un living comedor, y yo con mi hermano dormíamos juntos. Teníamos un perro también que se llamaba “Patán”. Era un quiltro que para ser quiltro, era grande y muy peludo. Me parece que era de color café. Era muy malo, todos los vecinos de nuestro pasaje le tenían terror. Y a veces, saltaba la pandereta del patio para perseguir a los gatos de las casas que continuaban a la nuestra. Las panderetas eran bajas, o puede ser quizás, que el Patán era un súper perro. Nuestro pasaje era el penúltimo hacia dentro de un pasaje sin salida. Teníamos tres amigos que eran hermanos y vivían al lado de nosotros. Hacia el lado contrario, vivía una niña que se llamaba Paola. Era una especie de polola de mi hermano, creo que de muy niño ya tenía todo lo galán que es ahora. Y al frente, vivía el niño que era nuestro enemigo, se llamaba Héctor y siempre se peleaba con el Erasmo, incluso a palos. Cualquier motivo, por mísero que fuera, servía para que pelearan. Eternos rivales. Recuerdo que unos pasajes más hacia la avenida grande, que estaba cerca de un pequeño canal, se juntaba un grupo de gente que era más grande que nosotros. Y nos hacían pelear con otros niños de nuestro porte. Yo y el Erasmo peleábamos con otros de nuestro porte. Yo siempre perdía las peleas y el Erasmo decía.- No te preocupís hermano, yo les pego.Y realmente les pegaba, aunque luego llegábamos a la casa, y era mi Mamá la que nos pegaba a nosotros dos. En las primeras casas de nuestro pasaje, vivía una mina que siempre fue pesada con nosotros dos. Nos invitaba a jugar al, en ése tiempo popular Nintendo y Mario Bros, pero solamente ella jugaba. Nos invitaba a mirarla jugar. Cómo odiaba a esa maldita.Tengo tantos recuerdos de esa casita…En nuestro antejardín fue que mi Papá nos enseñó cómo se debía patear la pelota, y largar centros. Desde chico siempre he sabido pegarle a la pelota. Me enorgullezco de eso. También nos enseñó a encumbrar volantines. Mi Papá tenía también su propio rival en cuanto a los volantines. Él lo llamaba “El flaco” y vivía unos dos pasajes más hacia la avenida, y tenían una manera de “Llamarse” con el volantín, para que el otro supiera que estaba esperándolo para la comisión. Me encantaba verlo encumbrar volantín. Me fascinaba. Una noche, ya muy avanzada la hora, estaba durmiendo. Y de repente mi Mamá entra de sorpresa y nos grita emocionada.- Hijos, abran la cortina, está nevando Con el Erasmo miramos emocionados, y había Papás y niños jugando con la nieve. Salimos nosotros tres también un momento, fuimos felices. Nunca antes había visto la nieve, me pareció la cosa más hermosa que mis ojos hayan captado. Al otro día, por la mañana, cruzamos la calle del frente y jugamos a la guerritas de bolas de nieve con los otros niños de nuestra edad. Para un año nuevo, o una pascua, no recuerdo bien, fue una fecha especial, el Taty fue a pasarlo con nosotros. Yo me desperté temprano al otro día, y mis Papás aún dormían. El abuelo estaba en el sillón largo me parece. Y por primera vez, entré a la bañera, y me bañé con una ducha, y más increíble aún, con agua helada. Se lo comenté a mi abuelo con cara de triunfo. Ése suceso nunca más lo olvidé. Como tampoco el que nos robáramos los huevos de las gallinas del patio de la Paola con el Erasmo. No costaba mucho atravesar esas panderetas, pero yo siempre fui el más miedoso. Él siempre ha sido más aventurero que yo. Para una navidad, de regalo nos llegaron bicicletas. La mía era una Biker negra, y la del Erasmo era más pequeña, con el manubrio grande, una especie de “U” al revés y tenía frenos torpedo. Para frenar, tenías que pedalear hacia atrás. Él estaba furioso por que quería una como la mía. Pero toda furia se le pasó cuando competimos en una carrera de miles de vecinos cercanos con bicicletas en parejas. Había que dar la vuelta a la manzana lo más rápido posible, y cuando llegaras, tu compañero tomaba la misma bicicleta y se repetía la manzana. Era por relevos. Esa vez, yo estaba esperando al Erasmo. Íbamos algo así como en tercer lugar. Cuando miré en la esquina muy a lo lejos que se aparecía y venía a mí, me alisté. Por fin llegaba. Me subí a mi bicicleta tan rápido como me fue posible, y comencé a pedalear. Delante tenía a dos tipos. Llegamos a la primera esquina que daba hacia la derecha. Mi velocidad y emoción era muy elevada, así que pasé a uno. Llegamos a la otra esquina y el primero era rapidísimo. Llegamos a la penúltima esquina donde había una plaza, pero sin percatarme cuando estaba doblando, noté sorpresivamente que tenía a dos viejitas ya encima mío. Solamente tenía buenos los frenos de delante, así que tuve que enfrentarme a mi destino. Frené con todas mis fuerzas, mi mano izquierda se hundió en el freno, y salí impulsado hacia adelante con un impulso magnífico, disparado. Las viejitas gritaban desesperadas. De manera inexplicable, salí tan impulsado que me di una especie de vuelta carnero en el aire, y mi bicicleta cayó encima de las dos pobres señoras. Me saqué la misma mierda, mis rodillas sangraban, pero sabía que si me quedaba ahí, preguntarían dónde vivía y mi Mamá me pegaría. Así que tomé la bicicleta con todo el manubrio doblado hacia abajo, y llegué a la meta final. Eso tampoco nunca lo olvidé. A veces, mi Mamá nos llevaba a ver a una viejita que vivía en un chiquitito pedacito de campo, cerca de nuestra casa. Era un lugar donde aún no se construían las casas que existen ahora. No sé cuál era el propósito de ir a verla, pero un día nos topamos con un enorme toro. Y entonces el Erasmo dijo.- Parece que con el color rojo en movimiento se enojan.Efectivamente, movió un pañuelo rojo, y comprobamos que su teoría era cierta… Corrimos como el demonio. Es entretenido esto de ir recordando cosas, por que realmente recuerdo más cosas de las que pensé que recordaba. Voy a poner a hervir un poco de agua para prepararme un café.8:48 a.m. Para otra navidad, anterior o posterior a la mencionada, no lo sé, me regalaron un camión a control remoto. Mi abuelo siempre me contaba que era el mismo modelo del camión que él manejaba en su trabajo. Siempre me tragaba esa historia, así como la del viejito pascuero. Por alguna razón, nunca nos dimos cuenta. Un día común y corriente, mi Papá nos convirtió en cómplices de un plan. Se había comprado una cuchilla que se acomodaba en la cabeza, entonces, imitaba que estaba atravesándole el cráneo. Entró gritando de un falso dolor a la casa, y mi Mamá se volvió loca. Fue divertido. Otro día, mi Mamá estaba durmiendo y mi Papá se había ido a trabajar. Entonces con el Erasmo, nos pusimos de acuerdo para pincharla con la jeringa que mi ella guardaba para no sé qué. Pero algo pasó conmigo, que tomé el valor para ser malo una vez, y me decidí a enterrársela en el brazo. Se la clavé hasta el fondo. Entonces ella se quejó durmiendo, y salimos corriendo.Primer día de clases Mi Mamá me matriculó en el colegio “El Cobre D - 30”. Aquél primer día, fuimos ella y también mi hermano. Hubo que comprarle mochila, por que para él, también era como su primer día de clases. La profesora era una mujer atractiva, siempre con delantal de verde, de pelo rubio, rizado y largo. La recuerdo perfectamente por que tengo una foto de mi primer día de clases. Y de compañera tenía a la Yoselyn que era una vecina del frente de mi casa. Fui súper arreglado aquél día. Mi Papá me decía que para verme más bacán, debía posar el vestón sobre mi hombro izquierdo, y mi mano derecha, meterla al bolsillo. La corbata era naranja. Supongo que por el Cobre. En ése kinder, me enseñaron a cepillarme los dientes, a lavarme las manos, y a hacer pichí. Tenían muchos juguetes para entretenerse. Recuerdo uno bien especial que era una especie de robot de madera que se unía con elásticos. Se podían armar figuras. Los baños eran mixtos. Una vez, afuera de ellos, me puse a pelear con un compañero. No recuerdo el motivo, sólo sé que pasó. Mi primera y única pelea en clases me parece. Nunca más pasó en ningún otro curso, o quizás sí, a medida que vaya escribiendo, puede ser que lo recuerde.En ése kinder, nos regalaron cosas pocos días antes de aquella navidad. Era el año 1989 sacando cuentas. No puedo creer que hayan pasado ya tantos años, desde aquella infancia…Pasaron dos años, y el Erasmo entró a kinder. Pero luego de dos meses, lo adelantaron de inmediato a primero básico por “ser demasiado inteligente para su edad”. El Erasmo sabía todo lo que yo aprendía en clases por que siempre estaba atento en todas las tareas que mi Mamá me ayudaba a hacer en la casa, era casi como si supiera igual que yo. Siempre fue más rápido para estudiar, yo debo releer los estudios para comprenderlos mejor. Íbamos en la tarde. Todos los días salíamos a las seis, y justamente a ésa hora daban Las Tortugas Ninja en la tele, así que nos íbamos soplados en la micro (Ya tomábamos micro) y luego corriendo por la avenida para llegar a tiempo a la casa. No siempre llegábamos a tiempo.
Nacimiento de mi hermana La Camila nació en el año 1992. Recuerdo que ése día habíamos quedado a cargo de alguien…Me parece que de la, en ése tiempo amiga de mi Mamá, vecina Marisol; Mamá de la Paola, especie polola de mi hermano, o sino, de mi abuela materna, la Abuelita Zoila. Eran como las una de la tarde me parece. Y sabíamos perfectamente que ya había nacido la Camila, solamente había que esperar a que llegara la ambulancia. Con el Erasmo no nos aguantamos, y salimos a mirar al pasaje. Y luego a la avenida, y a lo lejos, al principio de ésta, se ve por fin una ambulancia. Era mi Mamá y mi hermana nueva. La Camila. Nos tomamos fotos los tres hermanos ése día. La Camila era súper chica, un poroto de piel entre roja y negra, pero muy bonita. Estábamos felices con el Erasmo. Todos en la casa estábamos felices. Llegaban los vecinos a ver a la Camila. Nadie pensaría en la clase de mujer que se convertiría hoy en día, muy arrogante, súper orgullosa, y que se vale muy de ella misma, con un carácter tan único y seguro.  La familia García Quizás sea un poco extraño para quien, en algún momento llegara a leer todo esto, el comprender cómo es que mis Papás pudieron enamorarse, siendo que son tan distintos. Pero esto viene de una más aún profunda raíz. Los Yáñez y los García son completamente distintos. Todos tienen sus lados positivos como también los no tan positivos. Pero sí coinciden en algo, y es que las dos familias son fenomenalmente grandes. Con muchos integrantes. Demasiados. Los García siempre han sido fiesteros. Alegres ante cualquier situación que se presente. Mi Mamá es la menor de los cuatro hermanos que tuvieron mi Tata Pepe y mi Abuelita Zoila. Los demás son el Tío Richard, la Tía Mari, y la Tía Checha. En teoría, son más adultos que los hermanos de mi Papá, siendo mi Papá, el mayor de sus hermanos. Muchas fiestas y celebraciones se han vivido en ésa casa de Puente Alto. Muchas muchas muchas…Años nuevos, pascuas, cumpleaños, dieciochos. En fin. Pero si hay algo que tuviera que recordar de pasados años, tendría que ser las mil y una aventuras que pasamos los cuatro primos que nunca se separaban por nada. La Cathy y la Any, hijas del Tío Richard, y mi hermano y yo. Éramos inseparables, como la mantequilla y el pan. Teníamos nuestro propio mundo, nuestros propios juegos. La Cathy era la jefa por ser la mayor, y era a ella a quien se le ocurrían todas las ideas. Ideas por ejemplo como grabar un casete de audio en una radio antiquísima. Ése casete se llamó para siempre y hasta la tumba como “Ninjas”. Era una grabación de noventa minutos de guebeo interminable. Allí quedaron grabadas nuestras voces de cuando éramos niños. Recién estábamos aprendiendo los garabatos, y el Erasmo era el peor de todos. No paró hasta el fin. Habían concursos de quién aguantaba más la risa mientras todos le hacíamos cosquillas. Entrevistas a personajes del momento, interpretados por nosotros mismos, el chancho más grande, y el peo más grande. Hacíamos nuestros propios comerciales, e incluso cantábamos la canción del programa “Hugo” que daban en la tele. Interpretamos también en ese casete nuestra propia versión de Cuánto vale el show. Inolvidable la frase de uno de los cuatro, cuando dijo.- Gánese este libro.Guebiando a Lafourcade.El concurso más asquerosamente horrible fue aguantar el olor a patas que había dejado el Jao, un primo de mi Mamá que ésos días también había viajado a Puente Alto, mientras había un acompañante pero éste, se salvaba de oler por que usaba una mascarilla. Realmente divertido.En otra ocasión, provocamos un casi incendio en la casa de la abuelita. Nos habíamos encerrado en la pieza más chica de todas, para contarnos historias de terror. La idea, era tener luz, pero no demasiada. No servía apagarla, por que sino, quedaría en la completa oscuridad. Así que la Cathy, puso una manta color rojo oscuro encima de la ampolleta que había cerca de un velador. Mientras nos escuchábamos los cuatro metiéndonos miedo, no nos dimos cuenta que la manta se estaba quemando, y estaba saliendo un olor evidente a pequeño incendio. Así que arrancamos, no sin que antes la Cathy, en su desesperación, metiera la manta prendida dentro del ropero donde había mucha ropa. Salimos al jardín a hacernos los como si nada. Pero luego de un rato, el humo comenzó a crecer, y el olor empeoró. Todos se asustaron. Comenzaron a buscar de dónde venía el humo. Hasta que alguien se dio cuenta. Cuando nos preguntaron a nosotros, el Erasmo, la Any y yo, al unísono acusamos a la Cathy. Le sacaron la cresta. Me daba vergüenza bailar en aquellas fiestas. Pero igual hacía el intento. Para mí era muy entretenido. Lo pasaba bien, eran aquellas fiestas que duraban las 24 horas del día. Los asados eran gigantes, y las empanadas no acababan nunca. Los bailoteos mucho menos, y los discursos no se quedaban atrás. Siempre algo por qué celebrar. Una razón. Disfrutaba todo el entorno con mi familia. Nunca hubiera pensado en aquél entonces que escuchar aquellos clásicos ritmos de cumbia hoy en día me causaría nostalgia y grandes recuerdos. Con la familia del Tío Richard, fuimos muchas veces a una cabaña que tenía una amiga de mi Mamá de la Nelson Pereira, en Cartagena. Ahí también lo pasamos muy bien. Hay muchas fotos de aquellos días. Por esos años, Cartagena no era lo que es hoy en día. Cambio de casa En algún punto de nuestras vidas, mi Papá fue estafado por una persona que luego se sabría, había sido sospechoso de muchos otros casos más. Mi Papá quedó completamente endeudado, y seguramente pensó que el mundo se le venía abajo. Una cosa llevó a la otra, y debió dejar la casa. Realizó una especie de cambio de casa, por una que estaba en una población llamada Abanderado Ibieta. El cambio de aquél día sí que lo recuerdo. Un camionero nos ayudó a trasladar todas las cosas, más una camioneta me parece. Cuando llegamos, nos ayudaron tres personas. Eran dos niños de más o menos la edad mía y de mi hermano, y otro que era más grande. El más grande se llamaba Claudio, y estaba con su hermano, el Raúl. Y también había otro, el Maury. Rápidamente nos hicimos amigos los cinco. Conocí a otros tantos también, pero había otros que eran nuestros enemigos. El líder de ellos, era uno que tenía la misma edad que el Claudio, le decían “Kisi”. Pronto la familia del Claudio, y también la del Kisi se irían del pasaje a vivir a otro lugar. No comprendí hasta un par de años más, que estábamos viviendo en otra realidad a la que teníamos en nuestro pasado hogar. Este lugar era mucho más humilde del que veníamos, donde todos eran Tenientitos y acomodados, sin embargo acá, existía mucha gente pobre. Éramos mirados como los “Cuiquitos” del pasaje. Nadie se explicaba por qué era que vivíamos acá, éramos discriminados. Y comentados por todos los vecinos. Cuando lo comprendí, empecé a molestarme.Cambio de escuela El cambio de casa, también significó el evidente cambio de escuela. Así que me matricularon a mí y a mi hermano en el colegio “Aurora de Chile”, que está en la Alameda. Entré cursando cuarto básico. Y por alguna razón, fui el popular del curso. Era un santo la verdad, un caballero, bien educado. Y estudioso, mis notan estaban entre las más altas de toda la clase. Y bueno…también me hice popular entre las compañeras, eso no me faltó. Pero era un niño demasiado tímido, demasiado. Había una compañera en especial a la cual siempre le gusté, se llamaba Angela. Al año siguiente se fue el colegio. Me hice famoso por ser siempre el vocero de cada acto. Tenía la capacidad para leer perfectamente frente a todo el colegio, y los profesores se maravillaban. En octavo básico, salí escogido entre los 20 mejores alumnos del colegio para ir a una pequeña gira de estudio a Viña del Mar. Fue solamente un día, y recuerdo haberme aburrido mucho, y por aquél entonces, no estaba acostumbrado a viajar por tantas horas arriba de un vehículo, así que llegué vomitando y blanco del mareo. Fue aburrido. En ése entonces tenía trece años, nunca hubiera imaginado tampoco, que esa ciudad tendría un significado tan especial para mí hoy.“Perico” En el primer año que estuve en el Aurora de Chile, o sea, cuarto básico, mi Papá había comprado lo que sería nuestro primer auto oficial. Era un peugeot horrible, negro, de éstos clásicos de focos redondos y gigantes. Estaba todo malo, siquiera imagino cómo es que funcionaba esa cosa. Pues bien, un día nos fue a dejar al colegio en el auto. Y justo un semáforo antes de llegar al colegio, nos toca el rojo, y mi Papá detiene el auto. Se pone en verde, y la puerta que estaba al lado mío se abre de la nada, y creamos un inmenso taco en plena Alameda. Me retó, y yo le explicaba que era el auto el malo. Pensé que había pasado desapercibido frente a cualquier persona que me conociera del colegio, pero estaba equivocado. Un compañero de curso me vio, y me gritó.- ¡Cómprate un auto Perico!No sé si es que alguien recuerda aquél famoso comercial, pues bueno, desde ahí, hasta octavo, me dijeron “Perico”. Nunca me gustó, pero ahora lo pienso y me causa gracia.Primer amor En el nuevo hogar que tuvimos, luego de haber llegado, pronto conocería a la persona que fue mi primer amor. Se llamaba Rosy. La verdad es que nunca había besado a nadie. Y ella en un principio jugaba con mi inocente corazón, por que ella se besaba con el Claudio que antes mencioné. Resultaba ser que el Papá del Claudio manejaba una micro, y ahí nos escondíamos los tres. Me decía que le gustaba, pero me hacía mirarla cómo se besaba con el Claudio. Pronto yo comenzaría a gustarle de verdad, y fuimos pololos. Siempre fue fea, pero me tenía cegado el estar descubriendo qué significa el besarse, el dar y recibir cariños. Hoy por hoy, la Rosy vive cerca de mí, y tiene una hija y me parece que está casada. Nos saludamos cuando nos vemos. Tiene tres años más que yo me parece. Para un dieciocho, vino el tío Richard y su familia, y lo fuimos a pasar a las fondas que se hacen en el “Cerro San Juan” de Machalí. Y yo lloraba desconsolado por que quería estar con ella. Realmente yo era un niñito angelical enamorado del amor.De un momento a otro ya no estuvimos juntos.Nada nos faltaba Pese a la mala suerte que tuvo mi Papá respecto al pasado con nuestra pasada casa, éramos afortunados por que el trabajo lo mantuvo, y ser cargas de él tenía muchos beneficios. Entre los más importantes, estaba el médico, dentista, ayuda estudiantil cada año, y lo demás, los privilegios que podías darte. El estadio, la piscina, canchas de tenis, baby fútbol, gimnasio, y un largo etc. Nunca nos faltó nada.Educación media Me matriculé en el Oscar Castro, el liceo con más alumnos de Rancagua en ése entonces. Era ya el año 1999 y yo entraba a Primero medio. Ese día me costó mucho encontrar mi sala. Por que mi curso justo resultaba estar en el pasillo último donde estaba solamente nuestra sala. Era el “1º L” justamente la última letra. Estaba nervioso. Era extraño. Me senté en la primera fila de mesas hacia el lado de la entrada, junto a la muralla. Delante de mí había dos compañeras de Curso. No recuerdo sus hombres. Pero llegó otro compañero, y dio la casualidad de que fue compañero en otro colegio de las dos compañeras que yo tenía delante. Así que me hice buen amigo de él. El José Cabañas. Era narigón, rucio y flaco, jugaba tenis y sabía tocar guitarra. Yo apenas llevaba un año tocando guitarra y él tocaba mucho mejor que yo. Me daba vergüenza que supiera que yo tocaba guitarra, así que nunca se lo hice saber ni a él, ni a los demás compañeros que con el tiempo me daría cuenta que también tocaban. Eran unos tres lo que sabían tocar. Más o menos en la segunda semana de clases, fue “La semana del carnero”. Desde nuestra sala, se podía ver por la larga ventana, hacia afuera, por detrás del liceo. Y de repente, justo a la vista de todos, en plena clase de historia, lo recuerdo perfecto, dos tipos agarran a una mina, y comienzan a empaparla en huevos crudos por todos lados, al mismo tiempo en que le hacían sonidos de Carnero. Todos nos asustamos, y recién cuando el Profe dijo.- Los vamos a dejar salir quince minutos antes chiquillos para que no se asusten.Solamente ahí, comprendí que los alumnos desde segundo medio, a cuarto medio, y incluso algunos ya egresados, nos tenían rodeados por toda la cuadra que ocupaba el liceo, con bolsas llenas de huevos, harina, y ganas de darnos la bienvenida. Se sentía en el ambiente el miedo terrible que teníamos los 45 compañeros dentro de la espaciosa sala de clases. Yo estaba cagado de miedo. Cuando por fin salimos, llegaron los Pacos, y entonces corrí y corrí y no me detuve hasta llegar a la Alameda y tomar la micro. El sólo recordar mi venganza en segundo medio me trae felicidad. Me gasté como dos mil pesos para comprar muchos huevos. Luego en tercero, y después… Repitente En segundo medio quedé repitiendo. Nadie hubiera podido creerlo, pero realmente bajé mis notas. Ya tenía unas amistades reales. Aparte del Cabañas, estaba el Andrés, que era el típico futbolista que venía de hecho, de una escuela de fútbol, el Sergio, que imitaba voces, “El Lucho” que era poli deportista, y otro que no recuerdo su nombre. También había personajes en el 2º L, como por ejemplo un gallo que cantaba como Ricardo Arjona, y se sabía muchas canciones. Otro también que era el galán del curso, tenía melena, pelo largo para ser estudiante y siempre usaba camisa afuera. Y había otro que no era tan como de nuestro grupo, pero para las pruebas se nos unía. Le decíamos “El Huaso” por que era de Machalí, y su manera de comunicarse era de un verdadero Huaso. El sí que tocaba mejor la guitarra. Pero cantaba rancheras, cuecas y cosas así. En éste año, 2000, fue cuando en educación musical, la profe dejó de tarea, cantar una canción a capela frente a todo el curso. Debía ser en español, era la condición. Y el que supiera tocar guitarra, que lo hiciera. Yo sabía tocar, pero solamente un poco. Era demasiado tímido, y cantar frente a muchas personas era para mí todo un suplicio. Pero mis notas estaban muy bajas, así que debí hacerlo. Escogí el tema “Del otro lado del sol” de Arjona. Canto mal, pero gracias a la letra hermosa de esa canción, es que capté la atención de todos. Sudé como chancho aquella tarde, pero me felicitaron. Todo ese esfuerzo no bastó para haber pasado de curso. Quedé repitiendo de todas maneras. Bajé mis notas de manera increíble. Cuando volví a cursar 2do medio, me tocó el “2º C”. Y ahí mi gran amigo fue el José Lemaitre. Tuve dos buenas amigas también, Catherine Torrealba y la Pilar Quevedo. Tuve un feeling en algún momento con las dos pero nada pasó. El Lemaitre era hardcore. Escuchaba Punk, y era distinto, sinceramente alocado. Tenía los labios más gruesos que los míos, ya pueden imaginar eso. Pero no era moreno. Era trigueño, de pelo liso y corto, y de ojos verdes. A veces venía a mi casa a almorzar y guebiábamos. El vivía muy lejos, en la Rancagua Sur. Ese año pasé de curso, y se debían hacer los electivos humanísticos o científicos para la continuidad escolar. Yo escogí Humanístico, por que siempre he ido por el lado del arte, de escribir, de leer, la cultura, las letras. Lo mío iba por ahí. El Lemaitre quería quedar a toda costa conmigo en tercero medio, así que me copió todo el formulario para asegurarse. Efectivamente al siguiente año fuimos compañeros. Tercero medio estuvo bien. Seguimos siendo el C, hasta cuarto medio. Pero nunca me esperaría volver a repetir. Menos en cuarto medio, cuando veía que todos se iban de paseo de fin de año, y yo debía quedarme dando exámenes con la esperanza de pasar arrastrando. Mis notas nuevamente bajaron, y aquél año no pagué una sola cuota, vaya a saber por qué.Ése mismo año habría pasado otro susto terrible.

Servicio militar Yo desde los quince años, he tenido problemas con mis hombros. Se me zafan, y quedan fuera de lugar, es como si los tuviera débiles. Entonces, daba por hecho que el no hacer el servicio militar era una realidad. Tenía papeles médicos que indicaban mi enfermedad, radiografías. Pero eso no le bastó al doctor del regimiento.- Pero esto no te impedirá hacer el servicio.Dijo con un tono rasposo y grave, imponiéndose ante mí. Entonces otro militar indicó.- Todos los que tengan problemas médicos, armen una fila acá, los otros salgan ¡Rápido!Mi miedo se acrecentaba, y como tenía mis papeles, me uní a la lista de “enfermos”. Fue una espera de media hora para que al fin fuera mi turno. Nos hacían pasar de cinco personas, y luego nos separaban en especies de cámaras pequeñas, con mantas largas para que no te pudieran ver desde afuera. Entonces escuchamos los cinco, cada uno en su lugar, la orden de- Todos se desvisten, y rápido que no tenemos tiempo.Sin entenderlo demasiado, lo hice. - ¡Calzoncillos también!Supongo que ninguno de los cinco nos habíamos quitado los calzoncillos.Me desvestí completo. La razón era que el doctor miraba todo el cuerpo en caso de anomalías visibles. Entonces me sobó los testículos para cerciorarse que nadie tuviera nada fuera de lugar, ni nada de más. El resultado fue que me pidió mi carnet, y dijo que tenía que alistarme para cumplir con mi obligación, en el regimiento de San Bernardo. Yo le expliqué de inmediato, que mi problema no era visible, siquiera era capaz de hacer una vuelta carnero, sería un caso perdido y me tendrían que mandar de vuelta. No me escuchó, y corcheteó mi carnet con una hoja de compromiso. Mi susto era terrible. Inmenso, no lo podía creer. Al otro día, yo tenía clases, y mi Mamá me hizo el inolvidable favor de hablar con mi doctor, doctor Reyes por aquél entonces, y él dio un ultimátum para presentarlo en el regimiento. Mi Mamá llamó, y de clases me fui a presentar de nuevo, esta vez para hablar directamente con la persona que me había dejado dentro. Le mostré el escrito, y lo miré directamente a la cara y dije- No puedo hacer esto, en dos semanas ya estaré de vuelta.Entonces me dijo que me presentara con una señorita, y ella me dijo al fin.- Bien Joven, puede irse tranquilo a su casa. Qué respiro, no podría describirlo. Me devolvieron mi carnet. Aunque con dos orificios que quedarían para siempre marcados. Aquél día, sentí una especie de agradecimiento de mis hombros. No tenía idea la sorpresa que me depararía el futuro.Fin Primera gran fotografía.11:36am

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