Después de mucho pensarlo, he decidido que este blog -que siempre ha apoyado lo español- le debía unas letras al asunto del pepino, tan vilipendiado últimamente.
Doña Cornelia, demasiado tarde sin duda, ha manifestado que los pepinos españoles no son la causa de los fallecimientos ocurridos en su país por la bacteria E.coli. Ya se han producido, como siempre ocurre cuando se reparte miedo de manera inconsciente, numerosas pérdidas en el sector horto-frutícola a causa de sus primeras afirmaciones y vetos.
Doña Rosa está estudiando demandar a Alemania y ob
tener con ello algún tipo de indemnización por daños y perjuicios. Espero que esto sea así y no quede en agua de borrajas, porque si de algo debieran hacer gala los gobernantes de todos los países (máxime Alemania, como la potencia mundial que representa), es de prudencia, moderación y respeto al resto de naciones. Y si son sus aliados y se encuentran sumidos en una eterna crisis, aún más.
En casos como el que nos ocupa no es recomendable olvidar y pasar página, sino hacer valer nuestros derechos y que la rectificación lleve implícita la compensación económica. Así, con el bolsillo dolorido, se lo pensarán dos veces antes de lanzar una difamación sin fundamentos.
Entono por mi parte un avergonzado mea culpa, cuando reconozco que alguna vez he consumido pepinos italianos en lugar de patrios. Esto es debido a su mayor grosor y longitud, unidos a un precio similar… Me confieso, arrepiento, hago acto de contrición (y eso siendo agnóstica), y doy mi palabra de honor de que a partir de ahora mis empepinamientos serán todos nacionales. Que lo bueno, si breve…
Lo dicho: ¡Viva el pepino español!
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