Todos (incluso tú, sapientísimo lector) tenemos la idea del ascetismo castellano y el hieratismo manchego. La mayoría nos dejamos llevar por los arquetipos y los lugares comunes, siempre las trías más transitadas están más duras y son más fáciles de andar que cuando hay que abrir senda, alejada del pataleo.
Uno tiene la imagen del manchego altanero, con sorna, boina, pelo hirsuto e ironías como puñales. Pero quía, eso es solo para los folletos turísticos y los espectáculos de humor del Cuarteto de Albacete.
Este pasado fin de semana, por circunstancias que vienen mucho al caso, pero que no voy a contar, he vivido de lleno la Romería de la Virgen de las Viñas, en Tomelloso —¿dónde si no?— y muchos de esos paradigmas, a pesar de que uno forma parte ellos, han desparecido.
En primer lugar, he de ponerte en antecedentes. Hasta hace cuatro días, Tomelloso compartía virgen con dos pueblos vecinos. Se conoce que aquello de tener la patrona en comandita no era muy bueno ya que de vez en cuando surgían ciertas controversias, solucionadas a estacazos. Un cura, párroco de la Asunción, a la sazón y con pareado, en los cuarenta del siglo pasado fue calando en la población la idea de tener virgen propia. Una actitud muy de esta ciudad, por otra parte, en dónde el emprendimiento va en los genes de todos los habitantes.
El presbítero, bajo el razonamiento de que «Tomelloso vive del mosto y la Mancha de las cepas», pensó en la advocación de la Virgen de las Viñas, patrona de Aranda de Duero. Se encargó una imagen, que llegó a Tomelloso en 1942 y los señores Aguilar Amat, cedieron la finca de su propiedad, Pinilla, para que se construyera la ermita que acogiese a nuestra reciente patrona, proclamada como tal por Pio XII.
La primera romería se celebro el 7 de mayo de 1944, luego todas se han celebrado el último domingo de abril (que era cuando tenía lugar la de la virgen compartida), salvo el año pasado que fue el primero de mayo por asuntos del calendario litúrgico. Aquella primera romería llovió lo que no está escrito. Se llevó la Virgen desde el pueblo a Pinilla, acompañada por carruajes engalanados y una compacta multitud, en mitad del camino cayó un fuerte chubasco. Se celebró una misa de campaña y una vez terminada esta, volvió a llover. Durante el mediodía se repartieron seiscientos bocadillos de carne con tomate y naranjas a otros tantos pobres. Por la tarde se regresó a la ciudad.
A pesar de lo reciente de la patrona y ese supuesto hirsutismo y descreimiento manchego y tomellosero, sobre todo. A la Virgen de las Viñas se le tuvo mucha devoción desde el primer momento. Se ve que la comodidad de tener una protectora para nosotros solos, mucho más acho y cómodo que compartida entre tres pueblos y el hecho de que era, la cuestión del patronazgo, la última cadena que nos sojuzgaba a los irredentos tomelloseros, hizo que la amásemos desde el primer día.
La Romería del 2013, empezó con agua —como le contó a este que escribe, José el presidente de la Hermandad—, la de las lagrimas del pregón el viernes y acabó con agua, la de la lluvia del domingo que recibió a la Virgen en su entrada a Tomelloso.
A lo que iba, a pesar del frío (cuantos días de invierno cerrado han sido mejores que este pasado fin de semana) y la lluvia, la gente ha asistido a todos los actos celebrados. El sábado hubo una corrida de toros a beneficio de Cáritas, a pesar de las `previsiones —que luego se cumplieron y desde el cuarto toro comenzó a llover, dejando el entierro de Zafra en un simple matapolvos— la plaza se llenó hasta la bandera.
El domingo día de la Romería propiamente dicha, con frío y lluvia cada poco, mis paisanos acudieron al santuario, como si no pasara nada, movidos por la devoción a la Virgen. Por la tarde, trajeron a la Virgen de las Viñas a Tomelloso, casi seis kilómetros entre lluvia y frío. El personal esperaba por las calles dónde iba a pasar la comitiva. En la plaza había más gente de la que sería lógico con el tiempo que hacía.
Los miembros de la Hermandad permanecieron impertérritos, casi dos horas en la plaza, bajo la lluvia, recibiendo las ofrendas de los romeros. El presidente de la Hermandad y el alcalde, aguantaron el tipo, protegidos por un blusón manchego y lloviendo a manta rota.
Para que luego digan que los manchegos somos ariscos y huraños.