Película irlandesa de tintes distópicos y a veces surrealistas, incluso de ciencia ficción (hay una subtrama que insinúa una presencia extraterrestre), sin renunciar a ciertas pinceladas humorísticas, donde una sucesión de originales puntos de giro mantiene al espectador atrapado. Una fotografía luminosa, sobreexpuesta a veces, con planos donde predominan las líneas rectas y la simetría, se encarga de conferir a Yonder un aspecto de enorme decorado.
Por debajo de su estructura más superficial se adivinan en la película otros temas más complejos que ponen en solfa ciertos valores asentados en la cultura occidental: la casi obligatoriedad de una relación de pareja (y con ella, la formación de una familia), la necesidad de un hogar donde establecerse (preferentemente una vivienda en propiedad y la consiguiente hipoteca), el trabajo como fuente de ingresos imprescindible para la supervivencia y para todo proyecto de futuro... Elementos interrelacionados que contribuyen a afianzar la estructura de la sociedad capitalista y a engrasar los mecanismos de su maquinaria, pero que implican al mismo tiempo una importante merma de libertad del individuo. Yonder es en ese sentido también una parábola: los individuos se obcecan a menudo en la persecución de sus sueños, lo cual puede estar bien (al fin y al cabo, la vida es esa persecución, independientemente de si se consiguen o no los sueños), pero a veces ese proceso conlleva la renuncia a muchas cosas probablemente más importantes...