Revista Literatura

Viviendo del aire-2

Publicado el 20 agosto 2013 por Xabelg
Viviendo del aire-2 
A la mañana siguiente, cuando Marta salió del ático para ir a su casa, aún le admiraba a él y a su obra, pero le espantaba sus forma de vivir. Cuando hubo salido, Fermin decidió que lo mejor era seguir durmiendo un rato más. Al menos, había podido tomarle por asalto algunos cigarrillos antes de que huyese despavorida.
Una hora más tarde se levantó, sacudió un poco el colchón de lana en el que solía roncar, y fue al banco en el que la editorial tenía su cuenta, para cobrar el cheque a su nombre que le habían facilitado por su trabajo. Le hizo gracia, mientras esperaba a la cola, la cantidad de gente sulfurada que pululaba. Los empleados, los que esperaban su turno para ser atendidos, el vigilante de seguridad. Aquel sitio era un hervidero de estrés y de tensión. Un buen rato después pudo cobrar el cheque, y largarse de tan mal ambiente.
Ahora que disponía de algo de dinero, podía dedicarse a rascarse la barriga durante unos días, pensaba mientras se alejaba lo más posible de la sucursal del banco. Fermín se había librado de todo aquello que para el supusiese una carga. Correos electrónicos, cuentas bancarias, horarios inflexibles, fiestas de empresa, etc. Se deshizo de todo lo que de un modo u otro le entorpecía su objetivo principal: Vivir.
Pasó por su casa para dejar el dinero, agarró un viejo libro, y volvió a salir, hacía un espléndido día de verano que no quería desaprovechar para leer y dejar que el sol le acariciase en el parque, donde respiraría a gusto. Además, era probable que ese día el casero se pasase por casa con la intención de cobrar el alquiler. Ese día no tenía ganas de lidiar con el. Allí, en el parque, nadie le daría la murga para cobrar alquileres, ni ninguna otra cosa.
Así permaneció plácidamente durante un espacio de tiempo indeterminado, pero se había sentado en un mal sitio, bajo un gran árbol, y los pájaros que en él se habían posado, no tardaron en hacer de las suyas, acertando justo entre las páginas del libro que se estaba leyendo. No maldijo, ni vociferó, tan sólo estaba sorprendido por las puntería de las aves, y aliviado porque se habían contentado con mancharle el libro, y no a el.
El libro, que ya tenía unas décadas, quedo ilegible, estaba para tirarlo. Se levantó y lo echó a una papelera, pues no había forma de quitarle aquello y hubo de ser sacrificado, no sin cierta tristeza por parte de Fermin. Cuando se giró, vio delante suyo a una chica bajita, de pelo negro, con el flequillo rojo, y con trenzas. Llevaba unos pantalones piratas, una camiseta con una luna bordada, y un aro en la nariz. La chica parecía disfrutar del espectáculo que había presenciado, su legens interruptus, tan curioso, que incluso a él, que se había quedado sin nada para leer, le hacía gracia.
-Te han fastidiado la lectura, eh?- Dijo la chica sin dejar de sonreír
-Ah... pues si, me hacía ilusión volver a leerlo, aunque reconozco que el pobre libro tenía mucho trote ya, pero merecía un mejor fin.
-Seguro que los pajarracos esos están a sueldo de alguna editorial, para que te compres más libros nuevos.
-Si, sería el paso a seguir, pero aún queda el recurso de la biblioteca pública.
-Oh, yo voy hacía allí ahora.
-Si me lo permites, te acompañaré.
-Ah, pues si, además podrías recomendarme alguna obra, eh...
-Oh, perdón, soy un maleducado, me llamo Fermín.
-Mónica. Encantada de conocer a un compañero lector, en un mundo de televidentes.
Echaron a andar hacia la biblioteca, que estaba cerca, aunque a Fermín no le hubiera importado que estuviera a diez kilómetros. Cuando llegaron, Fermín vio en el mostrador a Benito, aún no le habían dado vacaciones, y se saludaron, pues se conocían de haber coincidido en alguna que otra juerga. Siguió a Mónica y se adentraron en las estanterías. 
Fermín casi no miraba hacia los cientos de volúmenes que tenía al alcance. Prefería leer a Mónica, a la que miraba con aire distraído, pero fijándose en ella. Así se quedó durante unos minutos, hasta que ella misma fue quien lo sacó de su estado.
-Hola, Fermín, estás ahí?
-Oh, ah... si, perdón, estaba un poco distraído, dime.
-Que si es este el libro que te estabas leyendo en el parque
-Mmmm, si, ese es.
-En el camino... no lo he leído, es bueno?
-Si que lo es, es todo un clásico, una de mis obras preferidas, te lo recomiendo.
-Hay dos copias del mismo libro, que tal si nos llevamos una cada uno.
-Genial, ya verás como te gusta el libro, una vez lo empiezas, cuesta parar.
-Me da la impresión de que me va a gustar. -Respondió dedicándole una intensa sonrisa.
Se llevaron los libros a la zona de admisión de prestamos, en donde estaba Benito. Ese día no había un alma en la biblioteca. Probablemente casi todo el mundo estaría en la playa, o en la terraza de algún bar. Cuando terminó de registrar los libros con la fecha, Fermin se dirigió a Benito:
-A ti no te dan vacaciones este año, Benito?
-En septiembre, todo el mes. Lo prefiero así.
-Todo el mes de vacaciones... los bares de copas se van a forrar el mes que viene.
-Que simpático, ni que tu fueras el hombre más formal del mundo.-Replicó Benito, sonriendole
-Bueno, todos tenemos nuestros momentos. Cuando estés de vacaciones, pégame un toque, para tomarnos algo.
-Ya te llamaré... Que lo disfrutéis!
Fermin no sabía si Benito se refería al libro, o a alguna otra cosa, como sospechaba, pues conociéndole, seguramente sería eso, por lo que sonrió casi sin querer. Salieron del edificio y Mónica, torcía en una dirección opuesta a la que el iba a tomar, tras el inesperado y breve encuentro, llegaba el dessagradable momento de renunciar a su compañía. Acababa de conocerla, pero ya le encantaban sus profundos ojos grises. Le dijo:
-Bueno... llegó el doloroso momento de separar nuestros caminos. He disfrutado mucho en tu compañía.
-Ha sido breve pero intenso, pero, no es tan doloroso...Siempre podemos volvernos a ver.
-Cuando quieras, Mónica. tengo plena disponibilidad. Si quieres puedo darte mi número de teléfono.
-Buena idea.
Fermín buscó en su bolsillo una de su s tarjetas, y se la alargó, tocando su mano con la suya propia al darle la tarjeta, y esperando que no pareciera muy descarado el gesto. Le gustó el roce de su piel.
-Gracias, estaremo en contacto pronto.
-Será un verdadero placer para mi. Disfuta el libro.
-Lo hare. Hasta pronto, y cuidado con los pájaros.
Fermín se quedó parado, sonriendo como un tonto, mientras veía alejarse a Mónica, una chica que le resultaba misteriosa y fascinante, a la que y atenía ganas de volver a ver.
Llegó a su ático como una sombra, pegándose a las paredes, como si estuviera protagonizando una película de espías. Había que tener cuidado por si su casero estaba acechando por ahí, con su manía de querer cobrar. Discretamente se metió por la puerta secundaria.
Se sentó en la cama con la botella de whisky, y se tomó una copa para celebrar el encuentro en el parque con Mónica. A la primera, le siguieron otras cuatro mas, bien cargadas,  hasta que  se quedó dormido, roncando con la botella, en la almohada, al lado de su cara.

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