Revista Literatura

Viviendo del aire-3

Publicado el 27 agosto 2013 por Xabelg
Viviendo del aire-3 
Fermin despertó de la pequeña melopea del día anterior un tanto alarmado, quizá por los porrazos y alaridos de su casero, que estaba a la puerta de su ático al borde del síncope. Pensó en que ese parecía un buen día para hacer una mudanza ultrarápida, quizá a un piso con un propietario menos quisquilloso, y que no se pusiera como una fiera por tan sólo cuatro meses sin haber cobrado el alquiler.
Se levantó y vistió como un rayo, agarró la mochila y metió lo imprescindible, para salir silenciosamente por la puerta trasera, deslizándose por el patio de luces a través de las tuberías del gas. Se metió por la ventana del piso de Obdulio, un octogenario viudo y sordo como una tapia, que por suerte, no se enteraba de nada. Se movió cautelosamente hasta alcanzar la puerta principal, para bajar rápidamente los cuatro pisos que le separaban de la calle, mientras aún oía a su casero, aporreando la puerta, y gritando, hecho un basilisco. Caminó a buen paso hasta la parada de autobús más cercana, mientras repasaba sus opciones. Enseguida dio con una posible solución. Benito no vivía lejos, y seguramente se sentiría muy sólo y aburrido en su casa, él le solucionaría ese problema, le había compañía unos días, o quizá unas semanas.
Benito había comenzado sus vacaciones antes de tiempo. En realidad, estaba disfrutando de unos días libres que tenía acumulados, y que pensaba enlazar con las vacaciones de verano. En total, 38 días seguidos sin tener que ir a trabajar, una completa gozada. En ese momento, tirado en el sofá, entretenido con un videojuego tranquilamente, mientras se fumaba un canuto, y se tomaba un té. Se encontraba en la gloria, de la que le sacó un timbrazo inesperado. Ignoró el sonido del timbre y siguió con lo suyo. Unos minutos después, volvió a sonar, en esta ocasión varias veces seguidas. Esta vez si. Pausó el juego, dejó el canuto en el cenicero y se levantó a ver quien coño era, y que quería. Abrió, y... sorpresa!
-Hola Benito, te pillo en mal momento? No, verdad?
-Fermin! Que raro tu por aquí.... Estoy de vacaciones, que ha pasado?
-Nada, no es nada, sólo me preguntaba si podría pasar aquí un par de días.
-Y eso? Tienes problemas?
-Poca cosa, unas pequeñas desavenencias con el propietario del piso,
-Ya, ya. Unas pequeñas desavenencias, eh? Cuantos meses le debes, cabronazo?
-Nada más que cuatro...y el tío hecho una furia, dando hostias a la puerta como un animal, parecía querer derribar el edificio....Oye... puedo pasar?
-Si...pasa... quieres tomar algo?
-Bueno, si insistes... No me sentaría mal un café, sabes?
-Dime, como escapaste esta vez?
-Por una portezuela trasera del ático, y saltando a casa de un vecino a través del patio de luces. Joder, casi me mato haciendo eso.
Benito se partía de risa al oírlo.  Se imaginaba a Fermín como un mal imitador de Spiderman.Se limpió los lagrimones, y al reparar en la mochila que llevaba en la espalda, no pudo evitar el preguntarle:
-Cuanto tiempo decías que necesitabas quedarte?
-Pues... un dia, dos...
-Cuéntame una de vaqueros! Venga Fermin, que ya nos conocemos, esa es la mochila que causa terror a todo el que visitas. Sabes como la llamamos? La mochila okupa.
-Okupa... Pero si sólo llevo cuatro cosas en ella...
-Pues las únicas cuatro cosas que tienes. Ni más ni menos. Pero no te preocupes, puedes quedarte lo que haga falta. Con lo que me aburro aquí, las veces que me quedo en casa, me vendrás bien y todo.
-Ah, pues todo arreglado entonces, no?- Repuso Fermin haciendo acopio de cara dura.- Yo como poco, y colaboraré en los gastos de la casa.
-Hombre, por supuesto que lo harás, eso está claro.
-Tu tranquilo, cuenta con ello. Oye... voy a necesitar ir al baño, tengo una pequeña urgencia.
-Ve al pequeño, que está al fondo del pasillo.
Fermin se dirigió al baño, mientras Benito se reía por dentro. Ya estaba Fermin con sus peripecias. Era un entrañable personaje con el que uno no podía enfadarse, igual que un personaje de comic de los que a veces dibujaba. Vale que era un poco gorrón y seguramente se le iba a apalancar en casa por tiempo indefinido, pero también era un gran compañero de juergas, y sobre todo, un amigo, al que no iba a dejar en la calle. Tendría que hacer malabarismos para que colaborara en casa, pero Benito sabía como hacerlo. Tras tanto aburrimiento, se avecinaban tiempos divertidos en aquel piso.

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