Aquel lunes por la mañana, Benito, aunque aún de vacaciones, por la fuerza de la costumbre, se había levantado antes de las nueve. Se sorprendió cuando se tropezó con Fermín, que nunca se movía de la cama antes de las diez y media.
-Pero... que haces levantado a estas horas, hay un incendio y no me he enterado?
-Tengo que entregar un encargo pronto esta mañana, y una serie de gestiones que no puedo dejar para otro momento.
-Vale, vale, pero me estoy pensando en anotar la fecha de hoy como acontecimiento histórico.
-Tu siempre tan gracioso.
Desayunaron en silencio. Benito sospechaba que había gato encerrado en el inusual comportamiento de Fermín, aunque no quiso decir nada. Benito pensaba que había algo que le preocupaba, o que iba detrás de algo. Fermín parecía demasiado callado esa mañana, pero ya se lo contaría cuando llegase el momento. De momento, Benito disfrutaría a su manera de sus últimos días de vacaciones. El jueves, tendría que reincorporarse a su puesto de trabajo.
Lo que Fermín no decía, es que tenía pensado visitar el lugar de trabajo de Benito, y sin que lo supiera por el momento. Ese día, era el último día que tenía para devolver el libro que había sacado de la biblioteca, pero no era eso lo único que quería. También quería ver si otra persona había ido a devolver el libro que había sacado el mismo día que el.
Salió rápido de casa para llegar temprano a la pequeña editorial, dejó el encargo, cobró en mano por su trabajo, y fue disparado hacia el edificio de la biblioteca. Entró como un vendaval, y se dirigió a las estanterías de narrativa de lengua inglesa. La otra copia de En el camino, aún no estaba allí. Bien, aún tenía posibilidades.
En ese momento se dio cuenta de que llevaba aún el libro en la mano, lo hojeó un poco mientras se acercaba al mostrador para su devolución, y vio su tarjeta en el interior del libro, entre sus páginas. Maldijo en silencio, no sabía de que manera, pero en algún momento de despiste se quedó allí. Por eso no le había llamado aquella chica, Mónica, a la que tenía ganas de ver otra vez.
No sabía a que hora vendría, pero era el último día para devolver el libro, así que, sin otra cosa que hacer a la vista, la esperaría allí durante todo el día, hasta la hora en que echaran el cierre, si hacía falta. La esperaría hasta que le echaran a la calle, por la noche.
Así lo hizo, Fermín, espero a Mónica, entre las estanterías, desde el balcón exterior, en donde fumaba y daba pequeños paseos. También tenía plena visibilidad de la biblioteca desde la cafetería, que estaba pegada a la misma, mientras contemplaba por un rato el café que tenía delante, como si aquella taza fuese el espectáculo más entretenido del mundo.
Las horas le pasaban con excesiva lentitud, le parecían años. No sabía si realmente iba a conseguir verla otra vez. Eran ya las dos de la tarde. Otro café, para alejar de el un rato más la sensación de somnolencia que le entraba en el cuerpo. Otro cigarro, en el balcón, para que el aire fresco le ayudara a despejarse, mientras continuaba aguardando, aguantando las horas allí, unas horas que se arrastraban pesadamente, mientras, sin saber exactamente por que, se sentía un poco nervioso.
La espera tocó a su fin. Mónica apareció sobre las cuatro de la tarde. En ese momento, Fermín estaba soñoliento, tirado en uno de los bancos del interior de la biblioteca, desde donde se divisaba la puerta. Cuando Mónica depositó el libro en el mostrador para su devolución, y se giró, lo vio. El también la vio, y se le disipó todo rastro de sueño que pudiera tener. Su mirada se encendió. Se levantó, y fue hacia ella.
-Hola, Mónica.
-Fermin!... hola... Que haces aquí?
-He venido a devolver el libro, como tu. Hoy era el último día de plazo.
-Ah, cualquiera diría que estabas durmiendo en el banco.
-Eeeh... Bueno, si... Resulta que... el libro lo he devuelto hace un buen rato. En realidad... estaba esperándote...
-Esperándome, por que?
-Porque... Aunque te suene disparatado... Me apetecía mucho volver a verte.
-No se si será disparatado o no, pero me gusta. Oye, perdona por no haberte llamado, quise hacerlo muchas veces, pero... No encontré tu tarjeta.
-No te preocupes, ya lo se. la tarjeta estaba entre las páginas del libro que yo me llevé, como eran iguales...
-Ah, vaya...Pero ahora tenemos la ocasión de poder hablar, sin perder los números de teléfono... Dime una cosa, cuanto tiempo llevas esperando por mi?
-Pues... vine por la mañana... Sobre las diez, más o menos.
-Desde las diez de la mañana...aunque me siento halagado por ello, me siento un poco culpable de tenerte aquí tantas horas esperándome. Tendrás más cosas que hacer.
-No tienes que sentirte culpable, yo quise esperarte. Y aunque tenga más cosas que hacer, ésta es más importante. Y sabes que? Me alegro de haberte esperado, y de volverte a ver. Es más, lo haría durante todo el día, y toda la semana si hiciera falta -Sostuvo Fermín, esgrimiendo su mejor sonrisa.