Revista Talentos
Volutas de humo poblaban la oscura estancia. De repente, un diabólico ser, mitad águila, mitad dragón, se abalanzó sobre mí, abriendo mis carnes con su pico y sus garras. Me sentí desfallecer... Al fin, una vivísima luz penetró en la sala, me calmó y me inundó de paz... ¡Había muerto!