Desde hace unos años es mucho más habitual que antes ver adultos ocupando uno de los bancos de cualquier facultad.
La crisis ha expulsado a mucha gente de sus puestos de trabajo pero los ha reincorporado a las aulas y su ambiente. Nunca antes las clases del turno de la tarde-noche habían estado tan llenas como en estos momentos. Me lo comentaba no hace mucho una amiga que es profesora en secundaria y ciclos formativos de Formación Profesional. Fue así como yo mismo, alumno de las clases nocturnas en un instituto de Mataró, la conocí. Obviamente, Chelo –que es como se llama- y yo, ya no somos profesora y alumno, sino simplemente amigos desde hace ya casi diez años.
Cuento esto porque yo fui uno de esos alumnos que tras abandonar mis estudios del antiguo BUP hace ya bastante tiempo, un buen día decidí volver a las aulas. Ya os podéis imaginar que éramos unos cuantos adultos rodeados de gente que rondaba la veintena y poco más. Algunos, incluso, ni eso.
Tras dos años en el bachillerato nocturno un buen día di el salto a la universidad. Allí estudié durante cinco años, la carrera de Periodismo. Una profesión que para mí no era desconocida ya que había estado trabajando para no pocos medios de comunicación, algunos locales y otros de ámbito autonómico o nacional.
Mi paso por la universidad fue, en mi caso, de lo más fructífero ya que tuve la posibilidad de obtener –aparte del título de licenciado en Periodismo- otros certificados que me abren otras puertas. Pero eso requiere un gran esfuerzo por parte de la persona que decide, siendo ya mayor de 25 años, volver a las aulas. Básicamente, porque la universidad no está pensada para la gente que ya se encuentra en el mercado laboral. Como ocurre normalmente, combinar trabajo y estudios no es tarea fácil. Lo digo con conocimiento de causa. Es como tener dos trabajos (sin contar la vida privada y la familiar). Además, estudiar de mayor también quiere decir renunciar temporalmente a parte de tu vida social y privada. Las reuniones con los compañeros –este es otro gran tema- para la realización de trabajos –advierto: se hacen muchísimos- son continuas y muchas veces lo único que se consigue es un buen dolor de cabeza y estrés. Y eso que Internet y el Messenger de Hotmail han facilitado el transvase de apuntes entre compañeros…
No quiero decir con todo esto que no merezca la pena. Que nadie se asuste. Yo creo que lo merece, y eso que no ejerzo en estos momentos. Pero es una experiencia en la que tienes que poner los cinco sentidos. En compensación a tanto esfuerzo siempre puedes tener la suerte de dar con buenos profesores con los que adoptarás una nueva forma de ver la vida.
Cinto, el jefe de este blog me ha advertido que no me pase con la extensión del texto. Creo que ya me he pasado… Pero sólo quiero decir que es una experiencia –sacrificada- que merece la pena y que si tú que estás leyendo este texto tienes planes para ir a la universidad, lo mejor es que hagas realidad tu sueño. Suerte!
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