Luego de sobrevivir a los primeros días de dolor por el ejercicio, sobreviví a los días en que me levanté un poco tarde y B estaba ahí conmigo. Así llegué a once días consecutivos de moverme por la mañana.
Este fin de semana, lo dejé. El sábado ni me acordé porque tenía en mente que iba a salir a desayunar; el domingo tampoco me moví, entre que despertamos de una pijamada infantil y que había que ir a comprar pañales. Constato que regresar a la actividad después de una pausa es todavía más difícil que seguir adelante con los dolores del tercer o cuarto día. Lo sospechaba, porque la mayoría de los anteriores "abandonos" se dieron cuando por alguna razón, como estar resfriada, debía interrumpir por un par de días.
Pero regresé. Hasta creo que me está gustando. A lo mejor paso de unos cuantos minutos de calistenia a algo más en serio.
Silvia Parque