He estado pensando en vosotros. Y en que os he pensado demasiado poco. A veces siento miedo, miedo a no sé qué, y creo que vivo demasiado de espaldas a la muerte y a los que ya no estáis, y una sombra, sabia y justa, me rodea buscando el equilibro.
Agradezco la vida que me habéis dado.
Admiro la vida que habéis ido creando hasta llegar a mí.
Admiro la vida como tal y con ella quiero hacer algo bello.
Con cada paso de mi camino quiero honrar lo que habéis hecho por que la vida crezca.
Quiero agradecer y honrar vuestros esfuerzos y sueños truncados. Desde la humildad y admiración, abrazar esta vida. Tejerla con lo que tengo de vosotros y lo que he ido aprendiendo.
Con la suerte que tengo de poder decidir en tantas cosas, la suerte del tiempo, el cariño y apoyo de los que me quieren, la suerte de una voz y un entorno que me comprende.
Quiero honrar la vida misma, y así a quien me la ha regalado. Quien no pudo elegir, quien no pudo hablar o no fue escuchado. Quien tuvo que vivir por los demás, por la familia, por los hijos.
Gracias. Esta también es vuestra vida, así que recojo vuestro esfuerzo junto con vuestras ilusiones y las tomo en mi vida.
No lo siento como una presión ni obligación, porque al mirar atrás, veo que nadie espera nada de mi en realidad. Nadie me exige, y lo único que me llega es que deseáis que sea feliz.
Y así, lo que no quería mirar, resulta que era un abrumador deseo de mi felicidad, amor y confianza.
Os escucho, os veo, tomo la vida, con todo.
Vuelvo la vista atrás para no caminar sin sentido, para entender lo que soy y la suerte que tengo.
Infinitas gracias.