Volviendo atrás en educación

Publicado el 26 enero 2013 por Jesus Andría González @creaactividad
Uno de los logros indiscutibles de los últimos 30-40 años, tanto en España como a nivel Europeo y del resto de países de la OCDE, es sin duda el hecho de convertir la educación básica y obligatoria en un derecho básico de cualquier niño o niña, sin consideración de su condición social, étnica, religiosa, cultural, cognitiva e incluso sensorial. La universalización de la educación básica, ese gran logro social que, entre otros muchos avances, ha erradicado la explotación laboral de los niños y adolescentes (especialmente varones) y ha reducido (quizás no extinguido) la brecha cultural de clases sociales, se cimentó a mediados del pasado siglo entre fuertes tensiones generadas por aquellas voces que entendían 'un error histórico y un atraso' educar a los hijos -de las hijas ni se comentaba- de los obreros, campesinos, artesanos, etc., argumentando que era un desperdicio de dinero, que al hacerlo se les generaba a estos niños falsas expectativas académicas que no serían capaces de superar y/o que escolarizar a toda la población supondría una depresión económica por la merma de mano de obra barata (aprendices). A este respecto, os animo a leer "La tercera revolución educativa" del profesor José María Esteve en la que podréis encontrar reseñas históricas de noticias y declaraciones en este sentido que os parecerán de ciencia ficción.
Lo paradójico es que, a pesar de las tensiones que iban en contra de la universalización de la educación, ésta se fue imponiendo con el paso de los años. Pero, hasta llegar a nuestros días, tuvo que superar la etapa en la que el sistema educativo era eminentemente selectivo. Cuenta el profesor Esteve en su libro que las escuelas iban excluyendo de sus aulas progresivamente, año tras años, a casi las dos terceras partes de los alumnos que empezaban la educación elemental, aquellos más torpes (con un ritmo de aprendizaje más lento), ya que su gran obsesión era tener los mayores índices de aprobados en las reválidas (exámenes nacionales), que a mediados del siglo XX eran condición necesaria superar para continuar estudiando en la escuela pública. Ser un colegio con altos índices de aprobados suponía reputación y prestigio, claro está a costa del progresivo 'exterminio académico' de aquellos que más ayuda y más atención necesitaban. De dicha 'limpieza' se encargaban 'mano a mano' las instancias educativas nacionales con sus diferentes reválidas y los maestros en las escuelas dejando premeditadamente atrás a aquellos que, de antemano, se sabía no iban a superar las pruebas nacionales y a los que no se les ayudaba a hacerlo. La educación era un privilegio y aquellos privilegiados que por sus capacidades podían disfrutar de ella también dispondrían de una posición social y económica privilegiadas en el futuro.
La llegada de la democracia y la instauración de políticas educativas progresistas (no equivalgo aquí progresía con ninguna posición política, sino con un concepto transformador de la sociedad) dieron como resultado la escolarización universal y la convivencia en las aulas de niños y niñas (éstas hasta pocos lustros antes no contaban en la educación formal) con diferentes capacidades intelectuales, culturas, étnias, religiones, familias, etc.; y todos y todas con derecho igualitario a una educación de calidad que abarca su niñez y su adolescencia temprana y media como mínimo (de 6 a 16 años), haciendo realidad la tan mencionada diversidad en las aulas. Hoy, afortunadamente, la educación ha pasado de ser un privilegio a ser un derecho universal, y ello ha traído consecuencias a las que ni el sistema educativo, ni sus sucesivas reformas, ni el profesorado se han adaptado convenientemente: conflictos en las aulas, fracaso y abandono escolar, labor docente que se resiste en enseñar y no en educar... Hoy, muchos y muchas añoran el sistema educativo selectivo (aunque no se atrevan a llamarlo así), aquel que quite 'la escoria' de las aulas, que expulse a aquellos alumnos y alumnas que 'no quieren estar y que sólo generan conflictos', aquellos que son torpes o que tienen capacidades diferentes, por abajo o por arriba, y que alteran las programaciones didácticas y hacen difícil imponer el curriculum oficial en tiempo y forma. Hoy día, estamos presenciando dos síntomas muy preocupantes que invitan a pensar en un retroceso hacia el sistema educativo selectivo:
1. El abandono temprano de casi un 30% de media en España (¡en Andalucía nos acercamos al 40%!) de niños y niñas que no acaban sus estudios básicos, aquellos que les deberían capacitar para su vida ciudadana futura, datos tan descorazonadores como la reflexiones a las que conduce. Si atendemos al fin al que el sistema está condenando a estos niños y niñas ¿en qué se diferencia esto de la selección que se hacía en las escuelas en los años 60 del pasado siglo?. ¿No es aún peor el camino a través del cual se sale de la escuela, antes porque el sistema privaba de un derecho y ahora porque 'empuja' a dejar de ejercerlo?. ¿Es lógico que los adolescentes aborrezcan la escuela hasta el extremo de abandonarla hipotecando su futuro, que las madres y padres lo consientan o que incluso ante la incapacidad del sistema por atender a la singularidad de sus hijos e hijas sean ellos/as los que decidan la desescolarización?.

2. La vuelta de las reválidas o exámenes nacionales que el gobierno actual pondrá en marcha, casi con total seguridad, antes del comienzo del próximo curso y que recuerdan en exceso a aquellas pruebas del sistema educativo selectivo. ¿Qué buscan estas pruebas sino es incluir una variable más para la selección y la exclusión?

Considero esencial que todos y todas pongamos nuestro grano de arena para que esta vuelta atrás en un derecho tan elemental y básico como la educación de nuestros hijos e hijas no se produzca. ¡Defendamos la educación universal, como el gran logro social que es!

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