Revista Talentos

Voto por el apoyo a la lactancia

Publicado el 02 junio 2015 por Sylvia
El domingo trabajé hasta pasada la medianoche, así que ayer, lunes, me tomé el día. En cuanto B se enteró, aprovechó para mamar y mamar. Teníamos una mañana normal, pero todo fue empezar la tarde sin que mamá se pegara a la computadora, para que ella se pegara a la teta. Ya le he explicado que hoy sí trabajo, pero será lo que ella quiera, que es lo que necesita.
He sido muy afortunada con mi experiencia lactando. En un principio, me hizo sentir orgullosa como nunca de mí misma, de mi cuerpo; un buen orgullo porque tengo claro que no llevo mérito en esto, que es gracia de Dios. Sin embargo, justamente al principio, tuve ocasión de comprobar lo que dice Carlos González: que el apoyo a la lactancia es necesario, porque no encuentras a mujeres que quieran dar biberón y no hayan podido, y sí a mujeres que querían amamantar y no lo hicieron o dejaron de hacerlo por falta de apoyo o por una "orientación inadecuada".
Como mi niña no solamente nació por cesárea, sino que además tenía líquido amniótico en los pulmones, no pudieron dármela para que la prendiera a mí de inmediato; de hecho, no la llevaron a mi cuarto sino hasta horas después. Eso era necesario. Ese tiempo en el que estuvimos separadas, la alimentaron con fórmula, y de que eso también fuera necesario, nada más no dudo por no complicarme la vida. Pero sí tengo quejas de otros manejos... no recuerdo el orden exacto de lo que pasó, pero fue más o menos así:
Cuando llevaron a B a mi cuarto, y la enfermera me dijo que le diera de comer, olvidé todos los artículos, videos informativos y entrevistas sobre el tema, que devoré en el embarazo. Estaba un poco tonta por la impresión de tenerla, tan real y tan a mi cargo, y se me ocurrió que no sabía qué hacer. Desde mi punto de vista sobre calidad en el servicio, la enfermera habría hecho bien en notarlo y orientarme; pero hasta ahí, no tengo queja. Le pregunté cómo hacerlo, me respondió, y B, eso sí tal y como en mis sueños, se prendió y succionó, dándome una sensación única y maravillosa. Fui muy feliz. Después, hubo negritos en el arroz.
Se llevaron a B para sacarle líquido, ahora de su estómago, y otra vez sin pedirme permiso, la alimentaron con fórmula. Me sentí frustrada por tanta "iniciativa", pero las drogas me hacían manejable, y mi sensación de incapacidad frente al llanto de la bebé, me llevaba a concluir algo así como "debe ser que ellos saben que hacer, mejor que yo". De hecho, la enfermera se aparecía con un biberón casi cada vez que la niña lloraba. E hizo su pregunta odiosa: "¿Pero sí tiene leche? Tiene que ver si tiene leche". No se me había ocurrido dudarlo. Yo la pegaba a mí, y la bebé succionaba. Me sentí una niña diciendo que no, que no había visto y que no sabía cómo ver, a lo que siguió una instrucción. Y no salió nada de mi teta. Fue muy triste.
Yo sabía que los bebés nacen con reserva para varios días, por si no sale leche de su mamá, al principio. Pero no sabía si era lo mismo con una bebé prematura. Y esa enfermera, que le cayó de lo mejor a la bisabuela y al padre de la niña, y que a mí me parecía de las huestes de Hitler, andaba por ahí con su biberón listo... Empecé a pedirlo yo misma -el biberón- después de que la prendía a mi teta. La niña devolvía la leche, un rato después, y la enfermera le zampaba otro biberón. Yo sabía cuál es el tamaño del estómago de un recién nacido. Eso era mucho para una bebé de un día. Pero, insisto, ¿y si con la mía tenía que ser de ese modo...? Porque es peligroso que los bebés pierdan demasiado peso; todos pierden peso, pero si de por sí no ha pesado mucho al nacer, habrá que tener más cuidado... Afortunadamente, en el día dos, cuando mi ginecóloga llegó a ver cómo estaba, le conté lo que estaba pasando. "Claro que tienes leche", me dijo; pidió permiso y sacó de mi teta una hermosa gota de líquido transparente. "Eso es todo lo que tu bebé necesita. No necesita más".
Eso me animó para tomar el control de la situación; además, me sentí reconfortada porque le quitó importancia al hecho de que la niña hubiera tomado unos cuantos biberones ese par de días. "Cuando te la lleves a tu casa, ya le das nada más pecho", dijo. Y así ha sido. El pediatra recomendó "completar" con fórmula si se quedaba con hambre; pero si veo que se ha quedado con hambre, entiendo que no ha terminado, y le ofrezco más, hasta que termina. No me falta. Y tan contentas las dos. Cuando hay irritación en las areolas, uso una pomadita. El par de veces que he sentido un poco de dolor, he sabido que es un anuncio de que no se han vaciado las tetas, y me ocupo. Últimamente hace unos ruiditos indicadores de que mete aire mientras come; pero sé que es cosa de acomodarnos mejor.
Silvia Parque

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