No hay mundos del silencio
ni se han perdido las palabras
que se dijeron un entonces.
El aire, en sonidos múltiples,
las va llevando de un lugar
a otro
como a plumas
de música,
de signos y babel.
Las respiramos
sin oírlas,
como tampoco
el quejido de una hoja que nace,
el frío idioma de los peces, el girar
de los cuerpos errantes.
Lo que mueve los árboles
mueve voces plegadas
en los tiempos sin horas.
Y así,
tal vez en la lluvia que nos toca
o en el aire que levanta un abanico
esté la voz de Buda o una carta
que alguien está leyendo al otro lado del mundo.
Alguien
que no ha llegado aún.
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Hablando con un haya Julia Uceda (Sevilla, 22 de octubre de 1925)
Uceda elige como interlocutor a un haya que ella misma ha visto crecer en su jardín, testigo mudo del transcurso de su vida y tótem cargado de simbolismo, ya que el haya siempre ha tenido gran importancia tanto en la medicina natural como en la religión o en la magia. para la poeta existe un significado sagrado que duerme tras los lenguajes de la Naturaleza, así parece escuchar voces cuando el viento agita las hojas del haya e interpreta palabras o risas, sucumbe ante una poesía no apreciada, una poesía silenciosa que escucha su discurso y a veces lo argumenta tan sólo con el bello propósito de existir.
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