Bueno ya se terminó el viaje, he vuelto al paro, la crisis, la casa, los currículum rechazados, la realidad y el día a día.
Ha sido un viaje realmente agradable, me lo he pasado muy bien y he traído experiencias y vivencias muy interesantes.
Me he dado cuenta de que estamos viejos, que ya no tenemos la energía de antaño y que nos tratan como se trata a los ancianos:
Unas veces siendo demasiado amables “Mira que par de viejecitos encantadores” y otras demasiado bordes “jooooder los viejos estos no se enteran de nada”.
Que tenemos los típicos tips de viejos:
Yo no suelto el bolso así me maten, nada de riñoneras y mochilas como antaño, no. Yo como la abuela, con el bolso a cuestas porque no me fío del hotel. Luego me voy acordando de todos los muertos del bolso. El Consorte que cuando pregunta, quiere que se lo repitan tres veces tres, porque no se fía de que el interlocutor se está enterando, revisando todos los tickets de manera exahustiva, porque no se fía de lo que ve y yo siendo relativamente metódica, cuando el método y yo en los viajes nunca ha existido.
Que ya no discutimos por perdernos. En una ciudad con millones de personas por la calle, sin ver a tres en un burro sin gafas, un simple rastreo por el horizonte hace que encuentres cualquier cosa de un cuerpo que solo puede ser el del otro por ampliamente conocido. Un dedo, la coronilla, un hombro, un codo, una oreja. Además intuimos por donde anda el otro y acertamos 9 de 10. Así que ya no nos perdemos, simplemente dejamos de vernos por un rato.
Tenemos la serenidad que da la certeza de que hay tiempo para todo.
Porque efectivamente, nos hemos dado cuenta que en la vida hay tiempo para todo, así que lo de ir corriendo a las cosas no merece la pena, salvo que sean cosas muy importantes.
La convivencia del día a día se ha convertido en algo especial. Ya no necesitamos las fresas con chocolate belga y la botella de champán para hacer la velada especial. La coca cola comprada en un supermercado para no pagar el minibar de la habitación y el café del desayuno ya es especial, porque nos lo tomamos juntos.
Cuidamos el uno del otro por gestos. Si yo me quito el pelo de la cara: Me duele.
¿Te has puesto la crema de la pierna? Creo que te toca.
Si él se rasca la cabeza: tiene sueño.
¿Te has tomado todas las pastillas del azúcar? Acuérdate que unas son a una hora y otras a otra.
Me he dado cuenta que el blog se ha convertido en un fenómeno en mi vida, que si me lo hubieran dicho hace seis meses jamás, repito jamás lo hubiera creído.
Estamos de viaje pero no estamos solos. Como siempre ha sido en mi vida y tengo que dar gracias al cielo por ello, el Consorte es feliz viéndome feliz. Así que se ha integrado en el blog como uno más. No comenta, no dice nada pero todas las mañanas mientras yo me duchaba él me quitaba el portátil para leer las entradas que yo hacía por la noche y los comentarios de las antiguas.
Voy por una ciudad alucinantemente bonita y pienso en mi familia que entra en el blog y me hace una infinita ilusión el compartir en la distancia lo que vivo. Pienso en lo que les gustaría ó dirían ó vacilarían.
Pienso en todos los amigos que me conocen y entran a leer y como me ponen cara, se imaginan a mí contándoles las cosas y me siento más unida a ellos si eso es posible.
Pienso en toda la gente que no conozco personalmente pero que se ha metido en mi vida de una manera tan hermosa que forman parte de mi entorno y voy paseando y pensando en todos ellos que día a día entran y comentan ó no y lo único que siento es no tener energía para llegar y poder vacilar un rato con ellos en la “fiesta” que se han montado en casa y que tanto divierte al consorte y me chilla los comentarios por la mañana mientras me ducho y yo matada de risa en la ducha oyendo las ocurrencias y pensando “joder y yo sin poder meter cuchara”.
Mira donde llevo escondida desde que te has ido... Si me vuelves a dejar sola con los niños y la panda de descerebrados que han estado aquí todo el fin de semana, te va a limpiar de ratones y bichos el jardín, Doraemon. ¡Te lo advierto! Y por favor, tira al contenedor el que han traído de los chinos que a mi me da mucha grima.
Son Personas por las que siento un profundo aprecio sin ponerles cara y eso me hace sentir bien, porque no hay convencionalismos estamos porque queremos, nadie nos obliga, podemos ser simplemente nosotros mismos y extraño no entrar en sus blogs y leerlos y todas las noches me cercioro de que entren todos los feeds para que no se pierdan sus posts y poder ponerme al día en cuanto llegue a Madrid
Y así me doy cuenta que aunque no los haya visto nunca en persona, son importantes para mí, mucho.
Y llego a la conclusión de que como se dice por aquí en broma, hay más de un adicto a este blog. Pero de lo que no cabe ninguna duda es que yo estoy adicta perdida a todos vosotros, y me sienta fenomenal.
Muchas gracias, por hacerme sentir tan bien y por permitirme darme cuenta de lo afortunada que soy.