Revista Diario
Vuelta a la simplicidad... Back to simple life.
Publicado el 24 enero 2010 por Lisset Vázquez Meizoso @lissetvazquezmzLa vida puede y debe ser más simple.
Vivimos cada vez más años y aún así tenemos muy poco tiempo porque le pedimos demasiado a nuestra vida, trabajamos demasiado para comprar más cosas, más servicios, más de lo que sea. Pues creo que no es el camino, creo que hay que simplificar, comprar menos cosas, gastar menos dinero, para así trabajar menos horas, poder aprender cosas nuevas porque sí, crear tu propio reino en tu casa y por supuesto, llenarlo de amigos.
Creo que valdría más todo ese tiempo si lo invirtiéramos en uno mismo, en la familia, en los amigos, en tu jardín, en un picnic barato con tortilla, un poco de queso y pan en el parque cerca de casa, y aderezado con una simple siesta.
No reniego del dinero, es una herramienta necesaria en nuestra vida, y sin duda, hace la vida más fácil, pero creo que nos prostituimos demasiado para conseguirlo. Vendemos nuestro tiempo, nuestras energías, nuestras ideas, nuestra voz, nuestras sonrisas, todo en pos de “vivir mejor”. ¿Qué es vivir mejor en realidad?
Nos perdemos demasiadas cosas preciosas e importantes cada día porque no tenemos tiempo de mirar alrededor ni a la luna azul que había el 31 de diciembre en el cielo. No hay tiempo para maravillarse con lo cotidiano.
Van todos con prisa cada mañana a sus trabajos, mirando a ver por dónde pueden ir más rápido, a quién pueden empujar en la autopista para que se aparte que llegan tarde. Nadie tiene tiempo para llamarte y preguntarte ¿Qué tal te va? Con suerte te envían un mensaje de texto y aún así das gracias de que ese amigo se acordó de alguna forma de ti. Una carta manuscrita pasó a ser algo ya del pasado, las únicas cartas que me llegan son las facturas siempre puntuales, siempre malditas. ¿Envolver un regalo con cariño? No, todo el mundo lo envuelve en la tienda de turno, sin nombre, sin un detalle que te diga de quién es. Las familias no hacen casi nada juntos porque los niños están cada vez más horas en el colegio, y cuando llegan tienen muchos deberes y ya no les queda tiempo para jugar con sus amiguitos. Los padres están tan agotados que ya no se quieren sentar a charlar con sus hijos, sólo preguntan si han hecho los deberes pero no los hacen con ellos a menos que sea necesario. No tienen tiempo de prepararles un desayuno sano y con cariño, les ponen un bollo de fábrica y un zumo de bote y andando. Y si no se dan prisa, se lo tienen que comer en el coche de camino al colegio.
Tengo amigos maravillosos con los que apenas mantengo contacto en la vida real, porque están todos muy ocupados viviendo (sobreviviendo) una vida llena de éxitos que no incluye tomarse un algo fresquito aunque sea una vez al año, tranquilos una tarde. Estos amigos que tienen tanto éxito laboral, no pasan los días en sus casas sino en habitaciones de hoteles, que muchas veces ya conocen más que su propia habitación, van caminando por la calle mirando el teléfono móvil para seguir conectados con el mundo, sin mirar a la gente que está a su alrededor. Son multitarea y están orgullosos de ello porque hacen mil cosas al día. A falta de hacer a diario lo que realmente quieren, luego tienen dinero para comprarse todas las chorradas habidas y por haber para mimarse un poco y mimar a los que les rodean en fechas señaladas. Y además esperan que sea siempre el otro el que haga un esfuerzo de acercamiento. Ellos… no tienen tiempo. Tal parece que en vez de vivir las horas, las matan, a base de cansancio.
¿Cuándo comenzó la vida a ser una carrera de velocidad? ¿A dónde va la gente con tanta prisa? ¿Van todos a salvar el mundo hoy?
No siento la necesidad de llenar todas y cada una de las horas del día en alguna actividad “útil”, quiero poderme permitir el lujo de saborear los días de vida que tengo, incluyendo esas horas entre una tarea y otra. Tendré menos dinero, pero tendré más libertad. Quiero volver a la simplicidad.