Revista Diario

Vuelta al cole para los profesores (por Ana)

Publicado el 13 septiembre 2011 por Imperfectas
Vuelta al cole para los profesores (por Ana)Por fin llegó Septiembre, con las ganas que sabéis que le tenía (para los que no sepan de que estoy hablando, aquí os dejo el enlace al post Ganas de septiembreen el que lo explico). Y con este mes llega también la vuelta al cole. Y no solo para los pequeños, con los que hoy he ido coincidiendo en la calle a la hora de su entrada en clase, y que me han enternecido con sus carteras (perdón, que ahora son mochilas, estoy muy desfasada) colgadas al hombro, la sonrisa en algunos casos y la cara de sueño y pocas ganas en otros. También es la vuelta al cole de los mayores, de aquellos que queremos encontrar un nuevo trabajo que nos motive y nos haga crecer personalmente, de los que vuelve al que dejaron abandonado en vacaciones con ganas de que este año cambien las cosas y despidan a ese jefe cabrón que no deja de hacerles la vida imposible, de los afortunados que solo piden que las cosas se queden como estén y no les roce la maldita crisis que parece querer acabar con todos y cada uno de los que se ganan el pan con el sudor de su frente (porque a los que se no solo consiguen el pan, también el caviar y el champán a costa del esfuerzo de los trabajadores, la crisis no la sienten ni siquiera como una brisilla en el cogote). Este comienzo de año real y no marcado por el calendario, es el inicio de gimnasios, clases de inglés, coleccionables y promesas que nos durarán lo que las hojas en los árboles... o tal vez este año sí, ¿por qué no?

Y llegó el inicio de curso para los profesores... y llegó con recortes y con desprecios varios hacia su trabajo. Y llegó con la presidenta de la Comunidad de Madrid cuestionándoles e intentando convertirles en la diana del resto de trabajadores con contratos de 48 horas. Argumentan desde el marco político que los maestros solo trabajan 18 horas a la semana, que son unos privilegiados y que se les acabó la fiesta. Y yo me indigno y me gustaría cogerles del pescuezo y preguntarles cuántas vacaciones tienen ellos, cuántas veces acuden a asambleas, comités y demás y cuántas se escaquean sin tener que dar explicaciones. Les interrogaría sobre su sueldo y lo pondría en la balanza con el de un profesor medio. Y, sobre todo, y para mí lo más importante, me gustaría que me explicaran qué es lo que hace la política últimamente por el ciudadano, por su bien, por su crecimiento, por su bienestar. Porque los profesores, señores políticos, no "solo" trabajan las 18 horas que dan clases a sus alumnos, eso es una simplificación similar a la de afirmar que los políticos solo trabajan cuando los vemos en la tele (aunque en este caso está por demostrar lo contrario). Un docente (los de verdad, los vocacionales o al menos profesionales) se preparan sus clases, tienen tutorias, guardias, vigilancias de comedor, clases de refuerzo, visitas de los padres, corrección de exámenes y, punto muy importante, están en sus puestos para ayudar a alumnos y familias.

Los que no hayáis seguido mucho el blog pensaréis que yo soy del gremio, pero los que me habéis leído más sabéis que nada que ver. Pero sí estoy rodeada de profesores (familiares y amigos) que te cuentan el día a día de su labor de la manera más natural del mundo cuando para mí son dignos de admiración. Su trabajo con niños discapacitados integrados en colegios "no especiales" pero que, por cuestiones económicas, y en ocasiones de dejadez y mala gestión, no han previsto las necesidades de esos alumnos. Tutorías con adolescentes en las que, hora tras hora, se ganan su confianza para que terminen contándoles que el problema que tienen es que sus padres le maltratan, momento en el que el profesor actúa llevándose incluso el problema a casa. Conozco incluso un caso en el que una alumna se presentó en el apartamento del profesor porque su padre le había dado una paliza. Y por supuesto, y para evitar problemas, llamada a vecina para que nadie le pudiera luego acusar de nada, llamada a policía, servicios sociales, etc... y todo esto en su tiempo de ocio. Niños muy inteligentes que no avanzan y a los que hay que buscarse las mañas para motivarles. Padres que no aceptan que sus hijos no estudian y amenazan con traer al abogado al colegio (esto en los de pago, en los públicos directamente pueden llegar a pegar al profesor.) Extranjeros que tienen problemas con el idioma y a los que hay que ayudar de manera especial. Atajos y preocupaciones para estos alumnos puedan salir del colegio con un título aunque no tengan los papeles en reglas. Tortas con la burocracia que no entiende de seres humanos, solo de números. Métodos pedagógicos inventandos por las multinacionales para ganar dinero. Cambios de libros y métodos por el contrato con editoriales y puesta al día por parte del enseñante de todos estos nuevos sistemas de dar clase. Y un largo etcétera.

Y ahora, que Esperanza Aguirre me diga, a mí y a todos ellos, si toda esta labor se puede comprimir en las dieciocho horas de clase.

Yo soy periodista porque en séptimo de EGB (otro anacronismo, por dios, ahora es ESO, primaria, bachiller...) mi tutor y profesor de lengua, al que admiraba más que a nadie, en una reunión con mis padres, me dijo que yo valía para escribir, y que por mi cabeza esquemática y mi curiosidad, podría dedicarme a esa profesión. Me habían hecho test que habían corroborado su opinión y me dijo que, si me decidía, me tendría que esforzar mucho y trabajar duro. Me insistió una y otra vez hasta que vió que lo había entendido. Luego en el Instituto encontré otros cuantos profesores (sobre todo de lengua y literatura) a los que admiré, incluso cogí cariño, y que me ayudaron un montón. Y no sería quien soy sin ellos. Por supuesto que había otros capullos e hijos de su santa madre que no se merecían ese puesto y que eran un peligro público para los niños y adolescentes, pero incluso de ellos aprendí algo. Y se lo agradezco y me quito el sombrero ante aquellos que se plantan delante de una clase de 25/30 personas, o bien demasiado pequeños o bien hasta arriba de hormonas y chulería propia de la adolescencia, y consiguen que, al menos, estén callados durante el tiempo que dura la clase. Y si aprenden algo, es para dar un premio al caballero o la señora.

La educación es el futuro, estamos formando personas para que este mundo mañana sea mejor. No solo les enseñamos lengua y matemáticas, también comportamiento, valores, ética... Y eso lo transmiten las familias (que también habría que hablar un día de cómo lo hacemos y cómo, en ocasiones, descargamos nuestras responsabilidades con nuestros hijos en la escuela) y los profesionales de la educación. Déjemos que hagan su trabajo en paz y con tranquilidad, paguémosles lo que corresponde a su esfuerzo y dedicación, apoyémosles como padres, autoridades y sectores económicos, y exigámosles lo que conlleva su trabajo, que sus alumnos salgan preparados no solo para trabajar, también para convivir y ser buenas personas. He dicho.


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