Como una silenciosa plaga de langostas, las tiendas de ropa regentadas por asiáticos van ocupando poco a poco los locales que diferentes comercios del barrio dejaron vacíos por culpa de la crisis unos meses atrás.
Cada vez tenemos menos panaderías, droguerías o zapaterías y, en cambio, más tiendas de ropa. Viene a ser siempre la misma. Idénticas camisetas de algodón y faldas vaqueras. Baratas. El siguiente escalón a las de mercadillo. Pero a estas alturas todos sabemos de dónde salen los textiles a precios de ganga, ¿no?
Seguramente no, puesto que los seguimos comprando.
La vuelta al mundo de un forro polar rojo, del alemán Wolfgang Korn, muestra de manera sencilla y didáctica cómo nos afecta a todos la globalización.
El periplo de esta prenda va desde el rico Dubái –que vende el crudo con el que se hace el forro polar–, hasta Bangladesh –el país más densamente poblado de la tierra y uno de los más pobres– y concluye, por azares del destino, en una playa de Tenerife.
"El chaleco de forro polar y su materia prima han recorrido unos 25.000 kilómetros hasta su lugar de destino, Hamburgo. Es relativamente poco. Los componentes de una jarra térmica, por ejemplo, han podido recorrer el mundo tres veces hasta el momento en que la jarra terminada ha encontrado su comprador...."
Descubrí el librito hace unos días en una librería para niños. A su lado estaban los deliciosos dibujos del taiwanés Jimmy Liao. Dibujos, por cierto, que seguramente no habría tenido ocasión de conocer en un mundo sin globalizar.
Es lo que tiene.