Revista Talentos

Vuelta de Vacaciones

Publicado el 27 julio 2012 por Jesustadeosila

   Uno vuelve de las vacaciones un poco atontado, no es demérito reconocerlo, amigo. Uno se siente fardo ambulante, al que un día sueltan a orillas del mar y a las dos semanas traen de vuelta y arrojan en cualquier rincón de la casa.    Uno, amigo, sólo piensa en las vacaciones cuando aún no las ha cogido o cuando termina de saborearlas. Y no me quejo, no creas que me quejo. Pero las vacaciones se me antojan como ese polvo espontáneo que se echa en la trasera de un coche o en el portal de la casa de una amiga, fogoso y sin atemperar, accidental, vigoroso y austero, que termina siempre con un beso en labios helados, un pañuelo de papel pringocheado en la mano que dice adios y la bragueta del pantalón a medio subir, antes de salir pitando.    Hacer lo hiciste, vaya si lo hiciste, pero hasta la mañana o la noche siguiente no empezarás a recordar los detalles. Y casi siempre, amigo, te haces un solo de mandolina recordando los detalles.    Así que ahora, amigo, vuelves a la ciudad con  la bragueta a medias subida, te fumas un cigarrillo en la terraza y se te queda cara de tonto observando el bloque de pisos de enfrente, preguntándote qué estúpido tramoyista ha venido a escamotearte el mar, a  desalarte  la brisa o a diluir sin contemplaciones la impresión apacible de que los relojes no llevan manillas.    Somos, amigo, demasiado tolerantes con nuestros espejismos.    Somos, compañero, un poco como gatos caseros, de esos que se pasan las horas persiguiendo y dando zarpazos a cualquier bichejo que se anteponga en su camino. Disfrutan como posesos acosando y aturdiendo a su indócil juguete; y cuando se cansan, asestan la uñada mortal que acaba de sopetón con sus juegos... Y sabes lo que hacen después, ¿no? Tú no has tenido gatos. Pues después se quedan mirando al bichejo, fijamente, ladeando la cabeza a un lado, preguntándose, con toda seguridad, por qué el bicho tonto no quiere ya jugar.    Somos, amigo, demasiado intolerantes con la felicidad.    Pero no me quejo, ya te confieso que no me quejo. Observo, simplemente, el bloque de pisos que hay enfrente de mi terraza, empalmo un cigarrillo con otro y pienso que, a fin de cuentas, el tramoyista que tanta maña y destreza se ha dado en trocar un escenario por otro, no ha hecho sino cumplir con su trabajo, como está mandado: y que su nombre quizás es Tiempo.    Conque ladeo a un lado la cabeza -sí, sí, como el gato- y me pregunto por qué las olas han dejado de moverse y no quieren ya jugar conmigo... mientras me miro las uñas y me las chupo.    Somos, compañero, demasiado descuidados con nuestros juguetes.    Y esta entrada, como no podía ser menos, es un nuevo solo de mandolina, aprovechando que la bragueta andaba a medio subir.    -- Vuelta de Vacaciones.


Volver a la Portada de Logo Paperblog