Magazine

Vuelto

Publicado el 10 julio 2010 por Blopas

Daisy no salía de su asombro (y hasta sintió algún escalofrío) cuando Micaela terminó su relato sobre el regreso de Smorthian. Pero Micaela todavía tenía más para contar. Además, el regreso a sus hoteles se había demorado por la larga caminata y quedaba tiempo para el corolario, una anécdota más que mucho tenía que ver con aquel relato épico. Daisy continuó escuchando a su nueva amiga…

El otoño estaba a punto de cambiar de nombre y los días eran breves y apagados, como esa tarde de jueves. De un momento a otro empezaría el crepúsculo. Dos horas antes había terminado una tormenta, por lo que el aire estaba húmedo y cargado de electricidad. Hacía tres días que el pescador Juan tenía su barcaza sobre la arena, y recluido en su rancho esperaba que clareara de una buena vez. Era demasiado tiempo para su magra alacena: nada le quedaba de yerba, y tampoco tenía ya más velas ni aceite; ni siquiera había gas en el farol. Cuando paró de llover aprovechó para subir a la duna más alta a fumar las últimas hebras de tabaco. Podía pasar horas mirando la curvatura del horizonte.

Un plano inclinado suave y prolongado lo llevó de regreso a su rancho. Durante el descenso notó un ligero cambio en las olas. Chocaban contra algo y salpicaban a su alrededor. No pudo precisar de qué se trataba, pero estaba seguro de que no era una roca. Intrigado, terminó de bajar a la playa con largas trancadas, y gracias al envión alcanzó fácilmente la orilla.

Inmensa fue la sorpresa de Juan cuando vio que las olas al chocar mostraban, como caladas en el agua, una silueta humana. Poco a poco, la silueta fue adquiriendo el volumen de un cuerpo. El desconocido salió del agua completamente desnudo y caminó hasta quedar cara a cara con el pescador. Era alto y robusto. En esa época, el mar solía estar bastante frío, aunque eso no parecía afectarlo demasiado, como tampoco las dos heridas que en su pecho sangraban abundantemente.

Juan lo llevó a su rancho, lo curó y lo vistió con unas ropas que olían a pescado en descomposición. No charlaron demasiado. En un principio, el hombre parecía desorientado; si a duras penas podía hilvanar las palabras, mucho peor le iba con las frases. Sin embargo, el paso del tiempo y el calor dulce del hogar le fueron haciendo madurar su identidad. La noche cayó sin remedio, y el cansancio los abatió. Precavido, Juan durmió con las yemas de los dedos sobre su cuchilla de pescador.

Cuando despertó por la mañana, el hombre ya se había ido.

Agregar a DeliciousAgregar a FaceBookAgregar a TechnoratiAgregar a Twitter
¡Comparte esta anécdota!
Filed under: Lugares, Personas, Sucesos Tagged: anecdotas, cuentos, cuentos cortos, ficción, historias, literatura, literature, magia, mar, writing Vuelto Vuelto Vuelto

También podría interesarte :

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Quizás te interesen los siguientes artículos :