Revista Talentos

Vuelva Ud. mañana (y II)

Publicado el 12 febrero 2011 por Jcgarrido @jcgarridodp
Por caprichos del destino, tengo que volver a la misma refinería, a realizar una operación similar a la anterior. Al igual que la otra vez, invierto más de seis horas en llegar a la Línea, por lo que les ahorro los detalles.
07:30: esta vez sí que son puntuales con la apertura del comedor para el desayuno. Sabiendo lo que ocurrió la anterior ocasión, he quedado a las ocho y cuarto.
8:05: estoy en la portería de la refinería, vestido de pies a cabeza con ropa ignífuga y antiestática, además de casco, gafas y calzado de seguridad, como si me dispusiera a desmontar la refinería yo solito y volverla a montar.
8:35: la persona que debe acompañarme, la misma de la otra vez, llega con retraso, si bien ya he asumido que esta debe de ser su condición natural.
8:55: en un tiempo record, hemos conseguido un permiso de trabajo. Incluso llego a fabular que es posible que regrese a Madrid antes de las siete, a tiempo de jugar al pádel.
9:05: demasiado bonito para ser cierto. Ahora hay que entregar el permiso al encargado de zona, que, para estampar una rúbrica en la hoja, invierte media hora, interrumpiendo el proceso por cada nimiedad que se le presenta entre medias. Sin duda debe profesarle ojeriza a mi acompañante, si no, no se explica.
9:55: Por fin llega la persona que debe anular la extinción automática de incendios por CO2. Todo lo que debe hacer es girar un interruptor, algo que podíamos haber hecho perfectamente nosotros, no en vano nos han impartido el fastuoso curso de seguridad. Además, la semana anterior un servidor recibió el curso preceptivo para entrar en REPSOL, de dos días de duración. En realidad, ya lo había recibido en el 2005, pero alguien, que sin duda debe hacer negocio con esto, ha decidido que caduque a los cinco años ¿Se imaginan Uds. que les caducara el título de la carrera o el permiso de conducir?
9:58: Trabajo realizado, todo recogido y luces apagadas. Mi acompañante debe venir conmigo hasta la salida para quedarse con mi tarjeta una vez haya salido (es reutilizable para otras visitas). Pasamos por la sala de control, en teoría para dejar allí una caja, pero empieza a hablar con unos y con otros, y debo esperar allí más de media hora. Pienso que bien podía haberme acompañado a la salida y luego dedicarse a hacer lo que tuviera que hacer.
10:37: por fin estoy en portería. Me apresuro a quitarme la camisa ignífuga, que raspa como lija del siete, y me encamino a Málaga.
12:01: a pesar de que he tenido la suerte de dejar el coche de alquiler al encargado de la compañía, que en ese momento estaba en el parking, debo cambiar el billete en las taquillas. Aunque sólo hay dos personas delante de mi, a la que están atendiendo es una de esas que para sacar un billete aprovecha para preguntar al empleado sobre el funcionamiento de todo el sistema ferroviario.
12:03: anuncian que se cierra el acceso al AVE de las 12:05. Todavía siguen atendiendo al señor de antes, así que tendré que esperar al siguiente tren, el de las 14:15.
17:30: por fin estoy en casa. Para realizar un trabajo de treinta segundos escasos, tres minutos si contabilizamos los que se tarda en encender y apagar el ordenador, he invertido más de 28 horas. Les dejo a Uds. las conclusiones.

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