Revista Talentos
Vuelva usted mañana (por Ana)
Publicado el 27 abril 2012 por ImperfectasHoy me toca meterme con los Servicios Públicos y la burocracia arcaica que seguimos teniendo en este país. Un estado en el que puedes tardar dos meses en ratificar una sentencia de divorcio haciéndolo de mutuo acuerdo y sin problemas. O que puede hacer que los trámites para obtener una pensión se dilaten en el tiempo de manera que tengas que ir tirando de tus ahorros (si los tienes) o malviviendo en caso de que seas autónomo, que ya sabéis que tienen una baja ridícula. Por no hablar de las colas, esperas, malos modos y falta de información útil y necesaria. Y del “tiene que volver con estos papeles aparte de los chorrocientos que trae hoy” y tú respondiendo: “es que no me dijo que había que traer esos papeles” y ellos: “pero debería saberlo, y si no, haber preguntado” Y el volver mañana, teniendo en cuenta que ya los papeles no salen hasta pasado y luego es un mes de espera, suponen un retraso considerable en la gestión.
Llevo como cosa de un año que por motivos personales, no muy agradables por cierto, es más, sumamente desagradables, me veo obligada a visitar oficinas de la Seguridad Social, de Hacienda y Registros varios. Y me ha pasado de todo, de verdad, es como jugar a la lotería mala cada día, dependiendo del funcionario que te toque, de qué humor tenga ese día, de a cuántas personas ha visto antes que a ti, te toca el gordo o la pedrea... Me he encontrado con profesionales buenos que han intentado ayudarme, cometiendo incluso alguna pequeña infracción, como darme información sobre la persona a la que yo iba a hacer los trámites sin llevar autorización de la misma (es evidente que en este caso el error fue mío y podía haberme mandado a casa tal cual, pero mira, por una vez que me hacen un favor...) hasta bordes que, sin el más minimo miramiento han ahondado aún más en la herida, haciéndome sentir no solo triste y desesperada, también una inútil y ante una situación sin solución. Lo que no entiendo es que, con la situación que estamos viviendo, a los funcionarios no se les evalúe cada equís tiempo con la posibilidad de que, si no pasan los requisitos exigidos se les degrade, se les avise, se les recicle o incluso se les despida. No quiero meterme con el gremio funcionarial, supongo que habrá gente competente y magnífica (por desgracia, en los últimos tiempos yo solo me encontrado con dos o tres, pero también me he encontrado con ineptos en otras disciplinas, así que no creo que sea exclusivo de ellos, me parece a mí que en este país una de las consecuencias de tanto recorte va a ser la falta de profesionalidad y saber hacer en todos los ámbitos) pero no me parece justo que a ellos, por aprobar unas oposiciones que no dudo que serán durísimas y difícilisimas, se les permita trabajar mal y tratar a la gente como el verdadero culo. A los que trabajamos en el sector privado también nos ha costado lo nuestro llegar hasta ahí y si no cumplimos unos mínimos nos echan. Esa es la diferencia, que malos profesionales hay en todas partes, pero unos corren un riesgo y los otros están blindados.
Ejemplo: Voy al Registro Único, y subrayo lo de Único, porque no se puede ir a otro en Madrid capital. Primera patada en el estómago, no tiene rampa de acceso, con lo que la persona a la que represento no podría entrar en caso de tener que venir. Continúo mi camino tras subir el escalón y me remiten a la quinta planta. Ascensores: Sólo caben cuatro personas, las escaleras dan miedo del estado precario en el que se encuentran, con lo que nadie se atreve a subir por allí aunque sea la primera planta. Cola para acceder al ascensor que es minúsculo con lo que, problema añadido, allí no puede entrar una silla de ruedas. Consigo llegar a la quinta planta. Una cola de una hora para hacer una consulta un poco delicada. Me fijo y veo que la información te la dan detrás de una mesita y que yo me estoy enterando de todas las dudas de los que tengo delante, es decir, privacidad cero. Consigo llegar y mira, hoy no he tenido suerte, me ha tocado la funcionaria no solo inepta, también insensible y borde. No os voy a aburrir con la conversación entera, pero la conclusión es que la persona en silla de ruedas tiene que llegar sí o sí hasta el mostrador de la señorita, que el juez no sale de su sala si no se está muriendo alguien (literal, se me ha quedado grabado) y que, como comprenderé, ellos no tienen la culpa del mal estado del edificio, que vaya a la Consejería y proteste. Solo me arrepiento de una cosa, de que quedé en estado de shock de ver como me estaba tratando y me bloqueé, no fui capaz de contestarla como hubiera debido. Vamos, que el juez no iba a bajar a recepción porque una persona no pudiera acceder al ascensor ni, por supuesto, subir con una silla de ruedas por las escaleras hasta la quinta planta.
Pero aquí no acaba la cosa, me mandan a la segunda planta a por unos certificados. Otra media hora de espera para que la señora funcionaria que ni da los buenos días (no he visto nada más parecido a un robot que esta buena mujer que sólo decía: “el siguiente, nombre y apellidos”) me de dos fotocopias cutres en papel que tengo que volver a subir hasta la quinta planta... Pero, vamos a ver, una duda me corroe el alma desde hace un tiempo: ¿la era de la tecnología ha pasado de largo por algunos lugares? ¿Internet se ve imbuido en un agujero negro en algunas oficinas? ¿El servicio público, financiado integramente por nuestros bolsillos viaja en el tiempo y vuelve al siglo XV cuando sus empleados y los españoles de a pie traspasan sus puertas sin rampas? Es que no me puedo creer que no puedan tener una forma de que los de la quinta planta den a un botón y les aparezca la información que a mí tardaron una micra de segundo en imprimirme. ¿No sería un ahorro en papel, por ejemplo, y en ordenadores e impresoras?
Llegados a este punto, no pude más, decidí no subir a la quinta planta de nuevo, salí a la calle en cuanto pude pillar un ascensor en que hubiera sitio para mí y me senté en la parada del autobús a llorar. Aún a día de hoy, tras serenarme e intentar buscar soluciones, nadie me da ninguna, que proteste, que me haga valer, que llame a los medios de comunicación. Lo pienso hacer, todo eso, pero mientras, la gestión que debo resolver sigue sin resolverse, y si quiero hacerlo tengo que ir preparada para pasar un mal momento de tensión y nervios. Y estamos hablando de un tema grave, de una enfermedad, de una situación en la que yo solo debería estar intentado disfrutar junto a esa persona, apoyarla y darle lo mejor de mí misma, no malas caras y mosqueos porque vengo enfadada tras pelearme con toda la burocracia del mundo. Y resulta que llevo un año y medio dando vueltas por distintas oficinas para solucionar temas de bajas, altas, etc. Me pregunto, ¿y si una persona enferma no tiene a nadie que le pueda hacer esto, y si los que le pueden ayudar no saben leer o escribir? Lo único que pido, por favor, es que se faciliten ciertos trámites que llevan un tiempo que no tenemos y una dificultad que se añade al mal momento que se está viviendo, con lo que psicológicamente es un machaque. Otra petición: que las personas que, debido a su trabajo, por el que se les paga, no lo olvidemos en ningún momento, tengan un poco de sensibilidad y paciencia con estos temas, que piensen que les puede tocar a ellos en cualquier momento y que no te ignoren cuando ya estás sentada después de horas esperando, para llamar por teléfono a su compañero para ver cuándo van a tomar el café juntos (lo juro por lo más sagrado que esto me ha pasado) o te pongan el cartelito de “Vuelva usted mañana” en tu propia cara.