Revista Literatura

Vulcania: consejos para crear un mundo de la nada

Publicado el 17 abril 2019 por Jonathanstriker
VULCANIA: CONSEJOS PARA CREAR UN MUNDO DE LA NADA
Mucha gente me pregunta con frecuencia cómo diablos me las ingenié para crear un mundo de la nada para mi saga de novelas, con su propio linaje dinástico, su propia religión, su propia moneda, etc. Y si os soy sincero, lo cierto es que me cuesta contestarles, porque a mi entender, no es una cuestión que pueda responderse en dos o tres frases.
Imaginación. Indudablemente, esa es la primera condición inexcusable para lograrlo; mas no creáis que es la única, porque lamento deciros que con eso NO BASTA. Es indispensable contar también con el elemento coherencia, algo aparentemente fácil de manejar, pero que -al menos para quien esto escribe- dista mucho de serlo. Si me permitís un guiño relativo a mi personaje favorito (Spider-Man), es necesario tejer una compleja telaraña, perfectamente hilvanada, que encaje milimétricamente en cada ángulo para no caer en contradicciones que bien podrían acabar arruinando (y podéis jurar que antes o después acabarán haciéndolo) aquello que, de entrada, tenía todas las papeletas para haber sido una buena historia.
En mi caso, cuando creé el reino de Vulcania, no pude limitarte a decir "Érase una vez un reino muy, muy lejano, llamado Vulcania..." No señor. Lo primero que hice fue partirlo en feudos o provincias; lo segundo, rodearlo de una serie de naciones (tanto aliadas como enemigas, cuando no directamente neutrales), hasta completar la distribución que había forjado en mi cabeza (tal y como podéis comprobar echándole un ojo a estos mapas). Y si digo que "X" nación es amiga o enemiga por esto y por aquello, dicha afirmación tiene que seguir teniendo sentido 500 páginas más tarde, o si me apuráis, tres secuelas después.
Así que ya lo sabéis: abrís la coctelera, vertéis un 40% de imaginación, otro 40% de coherencia, y el 20% restante lo rellenáis con un buen chorro de facilidad de palabra y diálogos ingeniosos y chispeantes (ya sabéis, del estilo que suelen emplear los más avezados charlatanes de feria, un don que dominaba a la perfección mi adorado Stan Lee). Tapáis y lo meneáis un buen rato con mucho ritmo. El brebaje resultante debería ser un delicioso mundo de bolsillo que a vosotros os corresponderá ir agrandando poco a poco, con paso firme pero seguro. Y en esencia, amigos, en mi experiencia personal, así es como se crea un mundo de la nada.
Otro día, si os parece, nos metemos a analizar la creación de personajes que -aunque no lo parezca- también tiene su miga...
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