Yazgo donde la nieve es perpetúa…
De mi herida mana, el aullido del coyote.
El orgullo del guerrero semeja,
la raza salvaje y libre del mustang de las
altas praderas.
Donde nunca antes, pisó el hombre blanco…
Mi recuerdo, es una danza,
de sentidos encontrados, lucha del sable y del cuervo,
que anida en el gran cañón.
Astas de ciervo, ensartan mi pecho.
Bridas que sofocan, un grito de impotencia…
Huellas vacías, del gran bisonte gris,
extinguido en las rojas llanuras Sioux,
de la última batalla.