Por no hablar de los malditos tacones, hay gente que me pregunta que porque casi nunca me pongo y la única respuesta que tengo es que yo salgo de fiesta a pasármelo bien, no a sufrir un dolor de pies que me ponga de mala leche. Me siento igual de femenina diez centímetros arriba o abajo, con mis piernas un poquito más estilizadas o un poco menos.
Cansada de los tops que son sujetadores grandes y las minifaldas que son cinturones anchos, las chicas que se ponen ese tipo de ropa las respeto y me parece estupendo que hagan lo que quieran con su cuerpo, todas somos libres. De lo que estoy en contra es de que las mujeres seamos un trozo de carne sin cerebro. "Chicos, 10€. Chicas, gratis", si no pagamos por entrar en una discoteca significa que nosotras somos el producto.
No entiendo como con un buen físico se llega más lejos que con un buen cerebro, y sinceramente me da igual, yo nunca seré un pivón porque en vez de hacer un culto a mi cuerpo priorizo el culto a mi interior. Prefiero un buen libro, una buena conversación, pasar una tarde de librería en librería, tumbarme en la cama y reflexionar sobre mi vida, mis sueños, mis ilusiones y mis problemas; antes que una noche zorreando con el primer tío que me cace como a una presa. Yo soy la primera que salgo de fiesta y me lo paso genial, pienso que todo en su debida dosis, pero lo que nunca haré es salir de fiesta perdiendo mis valores ni mi dignidad.
Cuando la mujer se degrada, alimenta el machismo y la cosificación de la mujer, prueba de ello es esta campaña creada por la publicista Madonna Badger: