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Woody Allen. El gran jefe

Publicado el 15 noviembre 2011 por Alfredo

Woody Allen. El gran jefe.
Estaba sentado en mi oficina limpiando el cañón de mi 38 y preguntándome cuál sería mi próximo caso. Me gusta ser detective privado. Cierto, tiene sus inconvenientes, me han dejado más de una vez las encías hechas papilla, pero el dulce aroma de los billetes de banco tiene también sus ventajas. Nada que ver con las mujeres, que son una preocupación menor para mí y que coloco, en mi escala de valores, justo antes del acto de respirar. Por eso, cuando se abrió la puerta de mi oficina y entró una rubia de pelo largo llamada Heather Butkiss y me dijo que era modelo y que necesitaba mi ayuda, mis glándulas salivares se pusieron a segregar desaforadamente. Llevaba una minifalda y un jersey ajustado, y su cuerpo describió una serie de parábolas que habrían podido provocar un ataque cardíaco a un buey.
-¿Qué puedo hacer por ti, muñeca?
-Quiero que encuentre a una persona.
-¿Una persona perdida? ¿Has hablado con la policía?
-No exactamente, señor Lupowitz.
-Llámame Kaiser, muñeca. Pues bien, ¿de quién se trata?
-Dios.
-¿Dios?
-Así es, Dios. El Creador, el Principio Universal, el Ser Supremo, el Todopoderoso. Quiero que usted me lo encuentre.
Ha desfilado ya por mi oficina más de un buen bocado, pero, cuando una chica está tan buena como ésta, uno debe escucharla hasta el final.


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