Woody Allen y el espacio de la comedia romántica, de Celestino Deleyto

Ayer se presentó en Valencia el este libro y lo que te cuelgo ahora lo conté en el suplemento de cultura. No sé si para reírse o para llorar con una película hace falta algo más que verla. Por si acaso, ahí va, como si fuera un manual de instrucciones para saber cómo descongelar las alitas de pollo en el microondas. El tiempo, la temperatura y si el plato que hay dentro tiene que dar vueltas o no.
Leer las películas y ver las palabras de Woody Allen. Eso es más o menos lo que propone el catedrático de Literatura inglesa y Cine en la Universidad de Zaragoza Celestino Deleyto en su nuevo libro Woody Allen y el espacio de la comedia romántica, editado por El instituto Valenciano del Audiovisual y Cinematografía (IVAC).La felicidad consiste en tener pocos deseos, o en cumplirlos todos para dejar atrás la sensación de vacío que provoca convertir el infinito en una meta. Una tarea bastante difícil para quien se siente en un cielo lleno de judíos, perritos calientes, alcantarillas soltando un chorro de humo y taxis amarillos: la forma de homenajear a un trozo de la ciudad de la manera que más la insulta. Pero ¿cuánto amor cabe detrás de esas gafas? ¿Y cuánto dura? Lo que dura dura.
El libro de Deleyto, que se presentó ayer, es un ajuste de cuentas con los que se han dedicado a estudiar la filmografía de Allenn con una visión confundidora porque "mientras las monofrafías sobre el director han seguido proliferando, la historia crítica de la comedia ha ignorado abiertamente sus obras". Para el autor, dos de las seis películas que ha seguido para realizar este estudio, aunque no cuentan como capítulo, Annie Hall y Manhattan son "el principio de una" carrera "brillante y trascendental" para comprender la evolución reciente del género".
También dedica alguna frase a lo que hoy se llama el estilo, que es el refugio donde el artista se encuentra seguro cuando lo descubre, y por eso parece que todo se repita: una especie de producción en cadena o un autoplagio con gracia. En Hannah y sus hermanas (1986), por ejemplo, la sonrisa es sólo la orilla. A la altura de las rodillas se descubre una estructura narrativa cuarteada que se ofrece como páginas sueltas. Y cuando ya no se hace pie empiezan a flotar "los debates contemporáneos entre el discurso liberal procedente de la revolución sexual de las décadas anteriores y el discurso neoconservador de la nueva Derecha".
En Delitos y faltas (1989), con la ifidelidad como tema narrativo, se sugieren "las graves consecuencias que pueden tener en nuestras vidas desviaciones morales aparentemente poco importantes". Maridos y mujeres (1992) fue, según los críticos, con tantas interpretaciones como víctimas por medio, parecido a contar por contar, lo contrario de lo que se consideraba Hannah y sus hermanas, una película "bien hecha". Misterioso asesinato en Manhattan 1993) nos cuenta cómo recuperar lo divertido de la vida fijándose en  el reverso amargo de los demás en un "híbrido de comedia y thriller".
Todas las obsesiones se encaminan, fotograma a fotograma al pocito de las obsesiones de Woody Allen. Y sobre todo a la de la muerte. La única de las costrumbres que las personas nos negamos a rechazar.