Raquel se despidió con dos besos, sinceros, cercanos. Luis y Blanca se marcharon juntos. Luis no dejó de mirar a Raquel hasta que giró la esquina. Cerraron la noche. Sin saber si volverían a verse.
Como todo en esta vida. Cuando pensamos que se ha acabado, todo gira y nos cambia el punto de vista.
De lo que tenemos miedo, nunca se materializa. Los mayores sustos y virajes son inesperados. Y las mayores dulzuras no se planean. Así, que ¿para qué planeamos?
Me gustaría deciros que Luis no durmió pensando en Raquel. Pero os mentiría.
Sí que fue su último pensamiento. El último pensamiento del día es el verdaderamente importante. Sobre todo si tiene nombre y apellidos. Entonces estás pellizcado por la vida.
Blanca, en cambio, volvió de puntillas, se quitó los zapatos antes de entrar, le arañaba el desazón al entrar en casa, no sabía cómo encontraría a Víctor, pero sobre todo no sabía qué le preguntaría. No había hecho nada malo. Y esa misma sensación no le gustaba. Se quedó pensativa antes de meter la llave en la cerradura. ¿Por qué se cuestionaba tantas cosas?
¿por qué no se sentía feliz de volver a casa? Esa simple pregunta la angustió.
Entró en casa, estaba en silencio y a oscuras. Al fondo del pasillo se oía a Víctor dormir...
Se cambió y aseó en el baño del pasillo, se puso el pijama en sigilo, no quería despertarle, con sumo cuidado se metió en su lado de la cama. Le miró y no le despertó: paz, tranquilidad. La situación la puso en guardia: Le quería con locura, lo sabía. Pero con una locura no sana. Perjudicial, hasta enfermiza. Alguna Blanca dentro de ella se lo chivaba. Sino era Víctor no sería nadie. Sino era Víctor. Nada. Le quería con toda la intensidad que conocía. Él. El resto niebla. Humo. Pero no se sentía bien. Y lo sabía.
Además aquella noche, ver a Raquel y Luis abrazarse con ese cariño, con esa intensidad. Esa bella criatura... Blanca estaba convencida que la volvería a encontrar. Que sería alguien en la vida de Luis. Era como si dos almas se reconocieran al encontrarse. Daba igual su nombre. Al abrazar a Luis habían sido uno. Y bajaron la guardia en los brazos del otro. Por un segundo se quisieron. Y no desearon nada más. Y ella no pudo por menos que sentir envidia.
Cerró los ojos y su último pensamiento fue ese abrazo de Luis y Raquel.
Se despertó muy pronto. Víctor ya no estaba a su lado. Por primera vez sintió alivio. Pero a la vez pensó... ¿dónde estaba? ¿Volvería pronto? ¿Podrían hacer algo juntos al terminar el día? Ninguna respuesta. Ella sola con sus pensamientos. Como siempre. Y una última pregunta acudió a su mente: ¿con quién estaría, a quien sonreiría en esos momentos? Y sacudió la pregunta, cual mosca molesta de su cabecita inquieta. La apartó. Como rascas un picor que vuelve a picar al parar de rascar. Pero por un momento para.
A Blanca le empezaba a doler pensar en todo lo que no sabía de Víctor y él había decidido no compartir con ella. Ella lo sabía. Él lo sabía. Pero no lo nombraban. En aquellos días simplemente la intuición empezó a venir en los silencios a susurrarle miedos o secretos al oído de Blanca. Ella los escuchaba, no quería prestar atención. Pero los oía sin remedio...
Luis en cambio al despertar, se le iluminó la más amplia de las sonrisas. No sabía por qué no tardaría mucho en saber de Raquel... estaba convencido. Guardaba aún su olor a uva. Se quedó un rato más. No quería separarse ya de la noche. ¿Para qué?
Si se levantaba de la cama se acabaría la noche. El bar. Ella y el abrazo.
Pero poco más rezangó en la cama. Poco más. Descorrió el día, arrancó con fuerza.
Aún pasó una semana, con sus días y sus noches, Luis ya había pensado que aquella morena habría tirado el número cuando sonó un bip en el móvil y un mensaje cautivador.
- Te doy otra oportunidad.
La Suelta.