¡Bienvenidos a una nueva edición de EL TINTERO DE ORO! La segunda de la segunda temporada, o la duodécima desde sus inicios. En esta ocasión vamos a celebrarla en un hotel de lujo: el Overlook.
LA RESPLANDECIENTE XII EDICIÓN DE EL TINTERO DE ORO
Justo al regresar de nuestro viaje al centro de la Tierra recibimos una invitación para celebrar la segunda edición en un hotel al que las cinco estrellas se le quedan muy cortas. En él llegaron a hospedarse cuatro presidentes norteamericanos (Wilson, Harding, Rooswelt y Nixon) y cuenta con tres plantas. En la tercera hay treinta suites de lujo; otras treinta habitaciones dobles y diez individuales en la segunda; más otras cuarenta de cada clase en la primera. Por supuesto, también cuenta con salón de banquetes, de baile, el regio comedor Overlook y el opulento Salón Colorado.
Y todo eso —según palabras del señor Ullman, su director— más el personal estará enteramente a nuestro servicio. Desde luego que es un regalo que no podíamos rechazar. Aunque, hay que reconocerlo, llegar al Overlook es un viaje a prueba de estómagos equilibrados. Se encuentra en las montañas, pero no cerca o al lado: está de veras en las montañas. Y el autocar tuvo que recorrer un camino interminable de lentas y cerradas curvas hasta llegar a él. Eso sí, una vez allí el espectáculo era incomparable, aunque hubo varias cosas que ejem... nos inquietaron.
Como habréis comprobado una manta de nieve cubría las montañas a muy poca distancia del hotel. Eso nos llamó la atención, aunque la belleza de la imagen evitó que cayéramos en la cuenta de lo que podría pasar si esa hermosa nieve avanzara hasta el hotel. Más nos sorprendió el silencio que reinaba en los alrededores y que solo saliera a recibirnos el ya mencionado señor Ullman. El director del Overlook es de esa clase de tipos a los que acudes cuando se trata de tu anfitrión, pero de los que huirías despavorido si se tratara de tu jefe en el trabajo.
Es un tipo bajo y obeso, con una raya milimétricamente trazada en el pelo. Viste traje oscuro y un clavel rojo en la solapa. Nos acomodó en el vestíbulo donde estamos en este momento y nos pidió que esperáramos a un tal Watson para que nos mostrara nuestras habitaciones.
Y aquí llevamos esperando un buen rato, deambulando por el amplio hall de casi cincuenta metros de amplitud. Algo que hemos comprobado científicamente durante media hora.
Durante todo este tiempo, esta es la tercera circunstancia que nos ha inquietado, no hemos visto un alma. Ni huéspedes, ni personal, ni siquiera hemos escuchado el ruido de alguna puerta o algún carrito portaequipajes. Nada.
Pero esperad un momento, se escuchan unos pasos. Miramos hacia el mostrador de recepción. Una puerta se abre.
Aparece un tipo arrastrando una maleta. Es alto, negro y con una enorme sonrisa que al vernos se transfigura en un gesto como el que podríamos poner todos si escucháramos el timbre de nuestra casa a las doce de la noche. Nos acercamos a él.
¿Dónde fue el pelo afro en la adaptación cinematográfica?
—Buenos días —digo adelantándome, con la mano extendida—. Imagino que es usted el señor Watson.
—¿Señor Watson? Je, je, je… Me temo que se equivoca. Soy Dick Hallorann, el cheff del hotel.
—¡Encantados de conocerlo! Será un placer degustar sus platos.
—¿Mis platos? —La mueca de sorpresa se torna aún más notoria—. Me temo que eso no será posible en los próximos meses. Dentro de cinco minutos estaré en mi coche. Dos horas y media después estaré delante de la puerta treinta y dos, vestíbulo B del Aeropuerto Internacional de Stapleton, en Denver, Colorado. Tres horas más tarde estaré alquilando un coche en el aeropuerto de Miami para ir a St. Pete, donde hay sol. Allí me pondré el bañador y me reiré de todos los que estén atrapados en la nieve. ¿Quiénes son ustedes?
—Somos los participantes de EL TINTERO DE ORO. El señor Ullman ha tenido la enorme generosidad de invitarnos para celebrar esta edición en este maravilloso hotel.
—¿Generoso? Ja, ja, ja… Valiente hijo de perra está hecho.
Esta vez la mueca de asombro se dibuja en nuestra cara.
—¿Perdón?
—¿Ustedes saben que hoy mismo el hotel cierra la temporada?
—¿Qué?
—¡Por el amor de Dios! ¿Han visto por aquí a algún otro huésped? ¿Han visto a algún empleado de limpieza, botones, recepcionista o cocinero? El invierno aquí es dantesco, las carreteras se vuelven intransitables. Por eso hoy el hotel cierra durante los próximos meses y solo se queda un guarda, del que no me fiaría un pelo, con su esposa y su maravilloso hijo, Danny.
—¡Pero eso es imposible! El señor Ullman nos ha ofrecido toda la segunda planta para alojarnos.
—¿La segunda?
—Sí, de la 210 a la 231.
Halorann frunce el ceño.
—¿Alguien ha cogido la 217? Por Dios, díganme que nadie se va a alojar allí.
Un concursante levanta tímida y trémulamente la mano.
—¡Se lo prohíbo! Jamás, repito, jamás abran la puerta de esa habitación.
—Debe haber algún error. El señor Ullman nos prometió que el hotel quedaba a nuestra entera disposición y que todo el personal tenía orden de atender nuestras necesidades.
—¿Todo el personal? ¡Ja, ja, ja! Como les he dicho solo se queda en el hotel la familia Torrance para cuidar de la caldera y de que no se congelen las cañerías. —Halorann consulta su reloj—. Tengo que me marcharme y si ustedes guardan un poco de sentido común en esas maletas harían lo mismo. Hay algo malo en este hotel. El año pasado…
Se interrumpe al escucharse el ruido de una puerta. El señor Ullmann aparece en el hall en compañía de otro tipo. Por su vestimenta podría ser el tal Watson que iba a mostrarnos nuestras habitaciones.
Hallorann coge su maleta y se dirige a la puerta. Se detiene un momento.
—Escuchen atentamente, el guarda tiene un hijo, de cinco años. Se llama Danny, es un niño muy especial, si la cosa se pone fea díganle que me llame.
—¿No sería mejor que usted nos diera su número de móvil? —preguntamos.
—¿Movil? Durante el invierno aquí no hay cobertura.
—Pero entonces, ¿cómo vamos a…?
Hallorann no espera a que terminemos la pregunta y lo observamos cruzando la puerta del hotel.
—¿Qué les ha contado Hallorann? —se interesa el señor Ullman al llegar a nuestra altura.
—Nada tranquilizador, nos tememos. ¿Es cierto que el hotel cierra hoy la temporada?
—Sí, ciertamente.
—Pero usted dijo que el hotel quedaría enteramente a nuestra disposición y que el personal…
—Eso dije, y así será. Van a poder disfrutar del Overlook ustedes solos y la familia Torrance tiene órdenes de atender sus necesidades.
—Pero…
—Creo que me dijeron que escribían relatos, ¿verdad?
—Sí.
—Pues el guarda, el señor Torrance, también es escritor y quiere escribir una obra de teatro durante su estancia. ¿Recuerdan cómo se le ocurrió a Mary Shelley la idea para su Frankenstein? ¡Quizás esta es su oportunidad para escribir algo parecido!
Como he mencionado, el señor Ullman es de esos comerciales que saben darle la vuelta a cualquier crisis. Y todavía recordamos nuestro Gala en Villa Diodati. Nos miramos unos a otros y parece que todos compartimos la idea de que pasar unos días en la soledad del Overlook disfrutando de la escritura y lectura tampoco es tan mala. Así que aceptamos.
—Magnífico. Señor Watson, ¿puede enseñar las habitaciones a nuestros invitados?
Bueno, tras instalarnos en nuestras habitaciones estamos de nuevo en la puerta del Overlook para despedir a los señores Ullman y Watson, quienes, para tranquilidad de todos, han tenido a bien permitir que el concursante al que habían asignado la 217 se quedara en la 232.
Seguimos con la mirada al coche hasta que se pierde de nuestra vista por la ladera. Después nos miramos, en silencio, casi asustados. Las hojas de los álamos giran locamente, amontonándose al azar sobre el césped recortado. Somos los únicos que observan las hojas otoñales danzando. Estamos solos. O casi. Un carraspeo nos hace girarnos
—Buenos días, señoras y señores. Imagino que son ustedes los participantes de ese concurso literario, El Tintero de Oro. —El tipo que habla tiene un aspecto pálido, con unas enormes entradas y una barba de tres o cuatro días bastante desaliñada. Pero, sobre todo, es su sonrisa lo que le da al conjunto un aspecto macabro—. Soy Jack Torrance. Guarda ocasional y escritor de profesión y vocación.
—Un placer —correspondemos.
—Seguro que sí. —Sonrie—. Vamos a pasarlo de miedo en este hotel.
RELATOS PARTICIPANTES
1. NOCTURNIDAD Y ALEVOSIA por Emerencia Joseme en su blog VIAJE Y FOTOS2. DUERME SHEREZADE por Marta Navarro en su blog CUENTOS VAGABUNDOS
3. CARTA DE AMOR A UNA CHICA MUY ESPECIAL por Francisco Moroz en su blog ABRAZO DEL LIBRO
4. HUELLAS DE CARIÑO por Mª Carmen Piriz en su blog ALGUIEN CON QUIEN HABLAR
5. OTRAS FORMAS DE DIVERTIRSE por Bruno Aguilar en su blog MENSAJE DE ARECIBO
6. SUPERMONITO Y LA OFENSA por Beba Pihen en su blog AHORAYODIGO
7. CAFÉ AU LAIT por Beatriz Vélez en su blog LAS REFLEXIONES DE BEITA
8. RR por Julia C. Cambil en su blog DIMITIENDO DE MÍ
9. LA NIÑA Y EL MAR por Miry Calabrese en su blog MIS LETRAS Y LA LUNA
10. SIN OFENSA por Don Kendall en su blog RELATOS EXCLUSIVOS
11. ESA PRIMERA VIDA por Rebeca Gonzalo en su blog CRÓNICAS DE LA LOCA QUE CAZABA NUBES
12. UNA SONRISA BOBALICONA por Patxi Hinojosa en su blog MIS COSAS, ¡COSAS MÍAS!
13. MEIN KAMPF por Josep María Panadès en su blog RETALES DE UNA VIDA
14. EL TREN DE LAS 7:10 por David Serrano en su blog BAJO MI EMBARCADERO
15. LÓTUS NEGRA por Yessy Kan en su blog MANIFESTKAN
16. CASADA SIN AMORpor Puri Otero en su blog DULCINEA DEL ATLÁNTICO
17. GRAN RESERVA por José R. Capel PURPLE en su blog RELATOS EN RE MENOR
18. EL VECINO DE ARRIBA por María Pilar en su blog RETAZOS DE VIDA
19. LA OFENSA por Alma Gatuna en su blog ALMA DE GATO
RELATO FUERA DE CONCURSO:
EL EXTRAÑO CASO DE LOS HUEVOS CADUCADOS por Paco López Castelao, nuestro Tintero de Bronce de la edición anterior, en su blog CASTROARGUL
Recuerdo a los autores que tenéis hasta el día 10 de marzo de 2019 para emitir vuestros votos que podéis enviarme a mi correo [email protected] Deberéis elegir los diez relatos que más os hayan gustado y otorgar diez puntos al primero; nueve, al segundo; ocho, al tercero... hasta dar un punto al décimo.
AVISO: si no enviáis los votos, el relato no contará en la clasificación. Podéis consultar AQUÍ las bases. También está a vuestra disposición la comunidad de Facebook, a la que podéis acceder AQUÍ o, si lo preferís, la comunidad de MeWe AQUÍ. Nada más por hoy, el próximo día 15 de marzo se celebrará la gala de premios, salvo que cierto tipo se vuelva demasiado loco para impedirlo.
Por supuesto, para nuestra estancia en el Overlook también nos llevaremos nuestro ejemplar de AHORA QUE NADIE NOS OYE, el primer hijo literario del concurso, que podéis adquirir ya en Amazon
Y esto es todo por hoy, pero antes de despedirnos, os dejo con la habitual pieza musical de cada edición. En este caso un tema de la banda sonora original de la película EL RESPLANDOR dirigida por Stanley Kubrick.
¡Saludos Tinteros!
Nota: El texto es una versión libre la novela original El resplandor, de Stephen King. En el mismo aparecen algunos fragmentos literales de la citada obra.