John Marsh no podía negarle nada a su Peg, y menos desde que esta sufrió una fractura en el tobillo, pero ya empezaba a sentir calambres en los brazos y un dolor en los hombros. No es que estuviera somatizando las dolencias de su esposa, era más bien lo que el bueno de John debía hacer para amenizar su convalecencia. Cada día salía de casa cargado con los libros que Peg ya había leído y con una lista de los que debía buscar en la biblioteca. Con ellos iba a su trabajo como publicista y con la nueva remesa debía regresar a casa. Si al menos fueran manejables…, pero no. A su adorada Peg le gustaban bien voluminosos, para que al menos tardara un par de días en leerlos. Esa tarde se le ocurrió una solución cuando, al buscar las llaves de su casa, se le cayeron los cuatro libros al suelo. —¡Hola, querido! —Le recibió Peg con los brazos abiertos y su cojera—. ¿Dime que encontraste el libro de Thomas Dixon? —Sí, cariño —le respondió dándole un beso en la frente. —¡Fantástico! ¡No puedo esperar a leerlo! —dijo quitándole ese y los otros tres libros que portaba bajo el hombro—. En el recibidor te dejo los cuatro que me trajiste el lunes. —Mi vida, mi vida… —dijo John tras resoplar—. ¿Y no crees que sería una buena idea que en lugar de leer miles de libros fueras tú quien escribiera uno? —¿Escribir una novela? Ay, no sé… Es algo totalmente distinto a los artículos que publicaba en The Atlanta Journal Sunday. —Vamos, ¿no escribías cuentos hace años? —Sí, pero… —Peg recordó su colección de cuentos infantiles que encuadernaba ella misma y una novela cuya única copia regaló a un novio—. De todas formas, tampoco tengo una máquina de escribir y… Antes de que terminara la frase, John salió disparado de casa. Al cabo de una hora regresó con una flamante Remington Portable nº 3. Esa misma tarde de agosto de 1926, Peg comenzó a escribir su novela. Lo que en ese momento no podía sospechar es que pasarían diez años hasta que lograra ponerle el punto final.
Ni mucho menos que la misma se convirtiera en una de las novelas más vendidas de la historia.
Margaret, su Remington y su mesa llena de papeles
XIX EDICIÓN: LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ de Margaret Mitchell
Por supuesto, Peg es Margaret Mitchell, la autora de Lo que el viento se llevó. Peg o Peggy era la manera con la que se dirigían a ella los más íntimos. Aunque es uno de los diminutivos de su nombre, Margaret, su significado es un poco más profundo. Resulta que mientras estuvo internada en un seminario de Washington con poco menos de dieciocho años se fijó en una figura mitológica que le resultó como una revelación: Pegaso. Margaret, como ese caballo, siempre quiso volar, aunque en muchas ocasiones le faltaran alas para ello.Una editora muy precoz
Margaret nació el 8 de noviembre de 1900 en el seno de una familia sureña, y de ascendencia irlandesa, muy bien posicionada económicamente. Si a ello le unimos el hecho de que fue una joven guapísima y con gran facilidad para las relaciones sociales no parece que, si tiramos de cliché, reuniera unas circunstancias vitales propicias para una carrera como novelista. Salvo por un elemento que sí se salía de cualquier estereotipo de su época: su madre. Maybell Mitchell fue una mujer adelantada a su tiempo. Pese a vivir en el clasista y conservador Sur de Estados Unidos de la época, fue una gran luchadora —sufragista muy activa— por la equiparación de derechos entre hombres y mujeres. Como madre, inculcaría a Margaret dos principios de vida que sin duda la marcaron. Vamos con el primero:Así como explotó el mundo tan seguro en el que vivíamos, explotará el tuyo debajo de ti, y que Dios te ayude si no dispones de un arma para enfrentarte al nuevo mundo.Menuda frase, ¿eh? Cuando Maybell menciona ese mundo tan seguro en el que vivían, se refiere a la sociedad sureña, a ese mundo clasista y esclavista; pero también ordenado y estable para las buenas familias blancas y acomodadas. Ese mundo que saltó por los aires con la Guerra de Secesión. Vale, imagino que a todos nos repugna la esclavitud, pero pongámonos un momento en la piel de familias como la de Margaret. Para ellas, el final de la guerra supuso el final de un modo de vida y el comienzo de una época de incertidumbres en la que, por ejemplo, se sucedían episodios como el disturbio racial de Atlanta de septiembre de 1906. Un episodio que Margaret vivió de niña, pero que siempre recordaría con terror. Pero volvamos a ese principio vital de Maybell. ¿Cuál fue el arma que debía disponer Margaret para enfrentarse a ese nuevo mundo? Ni más ni menos que su mente. Maybell se tomó muy en serio la educación de Margaret y desde niña la enseñó a enamorarse de los libros. Shakespeare, Dickens, Scott, aunque también las novelas del escritor supremacista blanco, Thomas Dixon; las historias infantiles de Edith Nesbit y, por supuesto, las novelas románticas. Todas esas lecturas, y el mucho tiempo que disponía Margaret en su niñez, la llevaron a la Narrativa. Quizá no tanto como vocación, pero sí como un apasionante hobby. Con ocho años ya escribía cuentos de hadas, animales y aventuras. Y no solo eso, también ilustraba portadas y los encuadernaba. ¡Hasta ideó su propia editorial casera!, la Urchin Publishing Co. Conforme se adentraba en la adolescencia sus historias fueron más elaboradas y ya enfocadas en el género romántico: soldados luchando por sus damiselas; medio indios sacrificándose para salvar el honor de su amada…
Ya en el seminario de Atlanta en Washington, una escuela privada para niñas bien, escribiría una obra de teatro y dos novelas. Una titulada Lost Laysen, en la que tres hombres de distinto calado y reputación se disputaban el amor de Courtney. Esta novela fue escrita en dos cuadernos y se la regaló a un tal Henry Love, un noviete de juventud; la otra novela, The Big Four, parece que trataba sobre unas chicas en un internado. Digo que parece porque esta novela la destruyó. Seguro que ahora estaréis pensando en que parecía que no tuviera demasiada estima por sus obras. Pues era así, y eso que una de sus profesoras veía en ella una tremenda habilidad narrativa y podría ser una gran escritora si trabajaba duro y no era descuidada con las oraciones. Margaret nunca estuvo de acuerdo con ello y, coincidiendo con su salida del Seminario para ingresar en el Smith College en Northampton, pensó en una profesión alejada de la Literatura: la psiquiatría. Pero la vida le tenía reservados otros planes. El 25 de enero de 1919, su madre falleció por una neumonía provocada por la Gripe española. Ello significaba algo más que la trágica perdida. Significaba que debía renunciar a la universidad para ocupar el puesto de su madre como señora de la casa familiar en Atlanta y en la sociedad sureña. Eso sí, sería en el lecho de muerte, cuando Maybell le dio a conocer el segundo principio vital. Fue en una nota escrita que decía:
Da de ti misma con ambas manos y un corazón desbordado, pero solo el exceso después de haber vivido tu propia vida.Y aunque no pudiera continuar sus estudios, desde luego encontró otra manera de disfrutar de la vida.
¡Vivir apasionadamente!
Decir que su agenda amorosa era amplia sería quedarse muy corto. ¡Llegó a mantener hasta cinco romances simultáneamente! De ella dijeron que coqueteaba sin escrúpulos, aunque eso sí: sin engaños. Sus pretendientes la adoraban de tal manera que no les importaba compartirla con otros. Sin duda, debió de ser la comidilla de la Alta Sociedad de Atlanta. Un episodio maravilloso sucedió en una reunión benéfica de 1921. Durante la misma, Margaret realizó el llamado Baile Apache. Era un tango, muy de moda entonces por Rodolfo Valentino y que era considerado como algo excesivamente sensual y escandaloso. Al finalizar el mismo, Margaret no dudó en besar apasionadamente a su compañero de baile. En YouTube encontré esta recreación, absolutamente deliciosa.Con el tiempo, sus romances fueron concretándose en un trío amoroso final. Por un lado, estaba el chico malote, un tal Berrien K. Upshaw, apodado el rojo; por el otro, el chico bueno, John Marsh. Sí, desgraciadamente, Margaret se decantó por el malote, casándose con él en septiembre de 1922. Fijaos si John Marsh era buena gente que hasta se avino a ser padrino de la boda. Berrien, no solo era traficante de alcohol, también era consumidor del mismo y muy, pero que muy violento. Como imagino que estáis suponiendo, Margaret vivió un infierno de agresiones, abusos y hasta violación durante los tres meses que duró el matrimonio. Afortunadamente, John Marsh continúo a su lado, no solo para convencer a Berrien de que aceptara el divorcio, sino para casarse con Margaret tiempo después.
Lo que una fractura de tobillo nos trajo
Margaret encontró trabajo como articulista del The Atlanta Journal Sunday. No tenía experiencia periodística, pero sí era un personaje de los que hoy diríamos mediáticos a nivel local. Llegó a escribir más de un centenar de artículos, entrevistas y reseñas literarias, hasta que sufrió una fractura de tobillo de la que nunca llegó a recuperarse al cien por cien. Y así llegamos al momento en el que John Marsh le ruega que por favor escriba una novela en vez de hacerle cargar con decenas de libros cada mes. Ella aceptó, pero ¿sobre qué iba a escribir? Bueno, en esas circunstancias hizo lo que haríamos todos: escribir sobre lo que conocía. La historia estaría contextualizada en el sur, justo al inicio de la Guerra de Secesión de la que Margaret tenía un conocimiento enciclopédico; en el seno de una familia acomodada, como ella. La protagonista sería una joven niña rica, hermosa, coqueta y caprichosa ¿como ella?; habría romances ¿como sus novelas perdidas?, un personaje masculino un tanto malote llamado Rhett (recordad que Red, el rojo, era el apodo de su primer marido) Buttler…Aunque siempre negó que fuera una obra biográfica, parece muy clara la influencia de sus experiencias vitales en la novela. Y con todo ello comenzó a escribir en su casa. Una casa que os invito a visitar a continuación. ¡Prestad atención al sofá azul!
El método narrativo de Margaret Mitchell
Vale, esto nos interesa a quienes escribimos. ¿Cómo se puede organizar la escritura para llegar a una novela de más de mil páginas y además con la calidad de Lo que el viento se llevó? ¿Se preparó una escaleta, hizo un estudio previo de personajes, elaboró esquemas para organizar tramas...? ¡Ay! Margaret utilizó el simple método de sentarse frente a la máquina de escribir y comenzar a pulsar teclas. A pelo. Por si eso no fuera bastante, tampoco seguía ningún orden de escritura con los capítulos. De hecho, parece ser que el primero que escribió fue el último. De manera desordenada y caótica fue escribiendo los setenta capítulos y conforme terminaba uno lo guardaba en un sobre. Así tres años, al final de los cuales solo le faltaba el primer capítulo y el título. ¿Cómo?, ¿no hemos comentado que tardó diez años en terminar la novela? Entonces, ¿estuvo siete años para escribir un solo capítulo? Sí y no. Ya hemos visto que Margaret no se tenía por una buena escritora y no valoraba demasiado sus historias. Lo que sucedió es que su dolencia del tobillo mejoró, con ayuda de zapatos ortopédicos y, simplemente, perdió el interés en su novela. El destino de aquellas mil páginas fue amarillear lentamente en unos casos; y en otros, ¡servir de apoyo del sofá azul que habéis visto en el vídeo y que al parecer se tambaleaba! Afortunadamente, parece que su círculo más íntimo de amigas sí pudo leer algunas partes durante esos años. Y, aún más afortunadamente, de entre esas amigas había una, Lois Cole, que trabajaba en la editorial McMillan Company.Una visita inesperada
En 1935, un tal Harold Latham, vicepresidente de la editorial para la que trabajaba Lois, decidió visitar varios lugares de Estados Unidos para captar escritores jóvenes —¡Cómo ha cambiado la película hoy día, ¿verdad?—. Una de las ciudades elegidas fue Atlanta. Una vez allí, la citada Lois le habló de la novela de Margaret e insistió en que fuera a visitarla y a echarle un ojo al manuscrito. El sr. Latham no solo le echó un ojo, quedó totalmente fascinado con la historia, llegándose a comprar una enorme maleta para poder llevarse los setenta sobres con el manuscrito original a la editorial. Margaret, lejos de entusiasmarse, continuó dubitativa y de hecho llegó a solicitar a Latham que le devolviera su novela. Pero este le respondió con un adelanto de 500 dólares de la época y el encargo de que escribiera el primer capítulo y, además, eligiera el título de la novela. Finalmente, Lo que el viento se llevó se publicaría el 30 de junio de 1936. Ese mismo día se vendieron 50.000 ejemplares, a los seis meses ¡un millón! Por si eso fuera poco, la novela ganaría el siguiente premio Pulitzer y antes de la publicación ya estaban vendidos los derechos para su adaptación al cine.Lamentablemente, Margaret no volvería a escribir. Quizá el éxito conseguido y la notoriedad pública de su figura la apartaron de la soledad y tranquilidad necesaria para una nueva novela. O puede que a pesar del éxito continuara pensando en que era una discreta escritora. Por desgracia, el destino tampoco le dio tiempo para decidirse. El 16 de agosto de 1949 mientras se dirigía al cine con su John, un taxista ebrio la atropelló, muriendo horas después.
Esta es la historia de Lo que el viento se llevó, una grandísima novela que, además, nos ha inspirado los 26 relatos que participan en la XIX edición de nuestro concurso literario y que podéis leer a continuación:
RELATOS PARTICIPANTES XIX EDICIÓN
1. CICATRICES de Marta Navarro, en su blog CUENTOS VAGABUNDOS2. CORAZÓN EN LLAMAS de Beri Dugo, en su blog RELATOS DE BERI
3. VIENTOS DE GUERRA de Isabel Caballero, en su blog TARA
4. EL JUEGO DE LA SEDUCCIÓN de Estrella Amaranto, en su blog AMARANTO
5. DIVAGACIONES EN EL PANTEÓN de Beba Pihen, en su blog AHORA YO DIGO
6. MAÑANA SERÁ OTRO DÍA de Raquel Peña, en su blog PERLAS NARRATIVAS
7. ECOS DE GUERRA de Mirna Gennaro, en su blog ISLA DE LOS VIENTOS
8. EL REGRESO DE MAMBRÚ de Paco López Castelao, en su blog CASTRO ARGUL
9. TOLVANERA DE VERANO de Bruno Aguilar, en su blog MENSAJE DE ARECIBO
10. LA ZAPATILLA DE IR POR CASA de Pepe de la Torre, en su blog ENTRE UNAS CUATRO ESQUINAS
11. EL REFLEJO de David Serrano, en su blog BAJO MI EMBARCADERO
12. NOVIEMBRE 1936 de Francisco Moroz, en su blog ABRAZO DE LIBRO
13. PROMESAS de Carla Guerrero, en su blog ESTÁ ESCRITO
14. MIARMA de Paola Panzieri, en su blog DE AQUÍ Y DE ALLÍ
15. SILENCIO de Juana Medina, en su blog FICCIÓN
16. EL VALOR DE UNA VIDA de Jorge Valín, en su blog ENTRE LAS BRUMAS DE GALLAECIA
17. MIRAR UN CUADRO EL JUEVES CON MI GURÚ de Emerencia Alabarce, en su blog VIAJE Y FOTOS
18. LA POESÍA Y EL AMOR de José R. Capel, en su blog RELATOS EN RE MENOR
19. Y TODO ES SIEMPRE AHORA de Barry Byrne, en su blog BARRY BYRNE en la plataforma Medium
20. TIEMPOS DE CAMELIAS de Carmen Ferro, en su blog CUENTOS EN EL ANDÉN
21. NUESTRO HOGAR de Mery Pérez, en su blog CLIO EN EL ESPEJO
22. ERAN TIEMPOS REVUELTOS de Mª Carmen Píriz, en su blog ALGUIEN CON QUIEN HABLAR.
23. VON DER LIEBE de Irene Rodríguez, en su blog IRENE RODRÍGUEZ
24. EL REGRESO DEL SUEÑO de Ulises Castellano, en su blog BOOK TO LAND
25. LEÑA AL FUEGO de Puri Otero, en su blog DULCINEA DEL ATLÁNTICO
26. CARTA A DALILA de Araceli Rodríguez, en su blog LA ESCRIBIDORA
Recuerdo a los autores que la votación es obligatoria para participar, y que tenéis hasta el día 10 de marzo de 2020 para elegir los siete relatos que más os hayan gustado y otorgar siete puntos al primero; seis, al segundo; cinco, al tercero... hasta dar un punto al séptimo. Los votos deberéis enviarlos al mail [email protected]
Esto es todo por hoy, el próximo 15 de marzo celebraremos la GALA DE PREMIOS con el ANUNCIO DE LOS RELATOS GANADORES de esta edición.
¡NUESTRA SEGUNDA RADIOFICCIÓN!
Y antes de acabar ¡no os perdáis la segunda radioficción creada por Ramón Márquez! En esta ocasión, sobre el relato ganador de la XVIII edición del concurso dedicada a George Orwell y su Rebelión en la granja. Con ustedes, TEMPORADA DE CAZA, de Paco López Castelao interpretado y declamado por Ramón Márquez. Os aseguro que será como ver una película con los ojos cerrados. ¡No os la perdáis!
¡Saludos tinteros!