XIX. ELLOS, VOSOTROS, NOSOTROS. El frío más frío.

Publicado el 27 mayo 2016 por Lasuelta

Laura deambuló en los días siguientes, hacía las cosas como una autómata, iba y venía sin pensar, sin reír, sin querer. No entraba en el bar rincón. No podía, no quería.

Llevaba los niños al cole, volvía a casa y se ocupaba de lo que debía ocuparse, ni más ni menos.

A los niños venía a buscarlos un amigo y los llevaba con Javi, a pasar los días acordados. Javi no aparecía. Laura no dormía. Pasaba las noches en vela.

En uno de sus insomnios cogió un lápiz y un papel y en mitad de la noche escribió como poseída por una necesidad. Escribió por necesidad. Escribió como una forma de respirar, de entender de masticar tan cruda realidad.

Me han apagado la luz Todo quedó a oscuras. No sé dónde estoy. Solo siento frío y una presencia fría y silenciosa. Empiezo a tener miedo. Se me eriza la piel. Me recorre un escalofrío. Siento alguien que me observa. Me digo que soy fuerte, pero no me creo. Y busco la salida. Lo negro es más negro. El frío más frío Y el miedo más helado. Quiero salir, escapar. Huir. No me importa ser cobarde. Me da igual no ser grande. Donde debe estar el interruptor de la luz Donde está la salida. Que venga alguien. Que vuelva él. Me coja de la mano que tire de mí. Que sea más fuerte que yo. Aunque sea solo hoy. No volveré a entrar en este cuarto húmedo, negro y cerrado. No volveré a fallar. Solo pienso en salir. Me han dejado a oscuras de un portazo, sin avisar, sin pensar en mí. Sin percatarse de mi presencia. Yo. Dos letras. Insignificante. Pequeña. Minúscula. Prescindible. Y todo sigue negro. Me siento. Me resigno. Espero. Le espero. No lucho. La vida es así: retorcida, injusta y fría. Tan helada como este silencio. Me quedaré aquí mirando al suelo. Sin fuerzas, sin gallardía. Sin su mano a la que asirme. Solo yo y mi ausente fortaleza. Te extraño. Amor.

Al día siguiente, cogió la nota y la leyó, la volvió a leer como si aquellas letras, aquellas expresiones no le pertenecieran, como si aquella negrura nunca hubiera estado en su mundo.

Escritura, respiración involuntaria de su alma.

Y esa noche, al poner a los niños a dormir. Sonó el teléfono.

  • ¿Si?
  • Laura, soy yo. - era Javi. Una voz serena. Al otro lado del teléfono.
  • - A Laura el corazón le dio un brinco. Se le encogió.
  • Si te va bien, mañana vengo después de que los niños duerman y hablamos un rato.
  • Vale.
  • ¿cómo estás? - preguntó tranquilo Javi.
  • ¿Y tú?
  • Se lleva. - se hizo un silencio incómodo, largo.
  • Mañana hablamos con calma, ¿de acuerdo?.

Colgaron sin apenas hablar. Pero con tantas interpretaciones...

Esa noche Laura no pegó ojo.

ELLOS, VOSOTROS, NOSOTROS.

La Suelta.