He nacido para morir algún día, pero mientras viva lucharé por conseguir lo que es mío.─ dijo, mientras corría a la mayor velocidad que podía intentando esquivar los ataques del enemigo.
La guerra ha robado el pan del rico y la vida del pobre…
El silencio es la última bala que puede atravesar el corazón de un hombre…
15:30 Alhrusiva mandó un telegrama al Museo Nacional de las Ciencias Contemporáneas, con la intención de pedir ayuda mientras relataba su vida en unos cuantas historias y dos epígrafes… que, años después está considerado como el primer telegrama de la Isla "Valle Perdidos":
Somos muto. Somos víctimas. Somos el odio que recolectamos a lo largo de nuestra vida y no llega a saciar. He dejado de vivir para sentir de nuevo. Puede que, ya no pueda hacerlo. O, quizás, sí… no lo sé muy bien. Aunque, siento mucho más dolor que ninguna otra cosa fruto de los sentidos, incluso la muerte es nuestra vida. Todo aquello que sentimos, por quien morimos y hemos muerto. ¿Vivo? A diferencia de los demás y el resto de humanos, yo acabo de dejar de pensar… y, sentir. Lo he dejado de hacer como si estuviese conectada a una de esas máquinas de los hospitales en esos momentos cuando ellas son tu aire. Aún sabiendo que he muerto, sigo sintiendo dolor, y deseo. Sí, aún deseo… volver a ser esa alma perdida que queda dentro de mí con la rota ilusión de formar parte de un mundo viviente lleno de zombies. He notado cómo acabo de sentir un pinchazo en el brazo izquierdo y, muy seguido en el derecho. Pero, lo sigo haciendo. Respiro, constantemente. ¿Muero? Por favor, dime que sí. No, no lo hago pero recuerdo que hasta hace cinco minutos he sido feliz, y mi sonrisa aún vive… muy en el fondo de mi cuerpo. Demasiado oculta para saber que sigue ahí, tan brillante, radiante e intacta como siempre. Intento creer que ya no respiro pero… todo mi esfuerzo es en vano. Dejo de ver, de oír, sonrío y vuelvo a llorar, no puedo hablar, ni oler, ni tocar nada… pero, sigo viva. Doy fe e intento hablar para comunicar que quiero donar todo mi plasma, venas, arterias… y, el corazón. No consigo mediar palabra para pronunciar un solo nombre que llame la atención de la multitud. Todo se vuelve negro, literalmente. La vida se vuelve gris y la muerte, blanca… todo delante de mis propias narices. Lloro sin motivos, no sé por qué lo hago. Quizás… porque no sea capaz de reprimir la impotencia, quizás… por debilidad. Sólo quizás. Aún estar en un vacío mayor al de un desierto, se me aparece alguien. No, no es sobrehumano, es real. Incrédula de mi propia visión, cierro y abro los ojos muy repetidamente para saber que lo que acabo de ver no es ficticio. Alguien que me da la respuesta por la que me desangro cada día por no tenerla y por la cual, caminaba aún yendo sin rumbo. Alguien que regala más paz y dolor que la propia muerte. Alguien como tú con la única respuesta que jamás puedan darme para llorar en el instante, el humano. Aquel que es capaz de realizar cualquier acto y borrar su nombre del delito. Aquel que actúa para su bolsillo, y no tiene remordimiento a arañar la piel de otro. Aquel ser egoísta, irracional, irreal, insensible, ilógico, oscuro y luz de la locura. Y ahora, tengo justo de frente. Cara a cara. Cuerpo contra cuerpo. Humano contra humano. Dejo de sentir para empezar a morir y, mientras, llorar por no poder tener algo digno a lo que aferrarme ni a nadie en quien poder confiar para vivir en paz detrás de esta mala vida, mi muerte.
Adiós al humano, adiós a su catástrofe.
NOTA: Pido perdón por si no entendéis de qué va exactamente el texto. He hecho una breve reflexión sobre el ser humano. Todo aquello que es capaz de crear y destruir éste, debido a su ánimo o comportamiento.Por último, me gustaría constar que no hay mayor necesidad que vivir a través del tiempo, aunque sea sólo el alma quien lo haga y no, nuestro cuerpo. Para ello, se necesitan mucho esfuerzo, ganas e ilusión y, dudo mucho que esta raza esté capacitada para todo eso.