XXVI. ELLOS, VOSOTROS, NOSOTROS. Respuestas.

Publicado el 06 mayo 2016 por Lasuelta

El día quería ser soleado, pero cuatro tontas nubes no dejaban ver el sol. Quería ser un alegre día, pero algo no acababa de cuadrar. Laura salió de casa temerosa, mordiéndose el labio inferior, cogió la primera chaqueta que encontró, olvidó dar el desayuno a los críos. Ellos les reclamaron el beso de despedida. Estaba sin estar. Era sin ser. Actuaba. Poco más.

Se dirigió al Bar Rincón hecha un ovillo, sin fuerzas, vencida, pero con un atisbo de ilusión en su corazón. Tenía ganas de ver a Mario. Sentía miedo de ver a Mario. La corroía el ansia. Tenía un nudo en la boca del estómago. Ella no lo sabía pero ese nudo se deshacía con un sincero, fuerte y largo abrazo de Mario. De nadie más. Un abrazo, un beso en la frente. Un "tranquila, niña, todo irá bien" le hubiera bastado.

Pidió un cortado, con un hilillo de voz. Cuando hubo servido al último cliente de la mañana, se vaciaba el bar, Mario salió de la barra y se sentó delante de Laura, Mario estaba de cara a la puerta, Laura de espaldas a ésta, Mario le cogió las dos piernas por la parte exterior.

  • ¿por qué traes esta carona bombón?
  • Mario, me siento mal, quiero respuestas. No puedo más. Voy a morir.
  • Laura, ¿por qué te sientes mal? ¿qué parte no entiendes?
  • ¿qué esperas de mi?
  • Absolutamente nada, como espero que no esperes nada de mi. Que estés bien. Nada más.
  • No lo entiendo.

Mario cogió la carita de Laura con las dos manos, la levantó, le besó la frente, le acarició el rostro. Pero no hubo abrazo, por eso Laura no pudo saber. Bajó y cogió sus dos manitas con sus dos enormes manos.

  • Laura, bombón, mi niña. No te confundas. Tú no me quieres. Tú quieres a otro hombre. Tu le quieres a él, él es tu todo. Pero ahora no lo ves. Yo soy tu refugio, tu rincón de cariño, de alegría. Pero no soy un hombre para ti. Estoy para lo que necesites, pero no estamos hechos el uno para el otro. Yo no soy lo que tu necesitas. Yo no te puedo aportar lo que necesitas. Y tu no estás preparada para perderle. Simplemente morirías.
  • ¿porqué me siento tan mal?
  • Porque te juzgas. Porque piensas que es feo, asesinable, indigno lo que has hecho. Deberías hablar con él. Deberías hacerle entender qué parte de ti está perdiendo. Qué parte del vosotros ha dejado de ser, de comunicarse.
  • No sé.

Laura era un cuerpo sin alma. Respiraba, su corazón bombeaba sangre, pero le faltaba el aliento, un tsunami se había llevado su risa. Miraba a Mario y sólo sentía ansia. Desaliento. Representaba su debilidad más profunda, más negra, más inconfesable. Pero le quería. Así lo sentía. Le quería para sí. Pero se sentía mal, fatal. En un océano insalvable. Sobre una triste tablilla de madera sin remos. La nada.

  • Laura
  • ¿qué?
  • ¿Él se llama Javi?
  • Sí, - Laura estaba aturdida, nunca se lo había dicho - ¿cómo lo sabes?
  • Porque cuando estabas a punto de correrte en mis brazos susurraste "Javi"
  • ¡¡¡¡¡Nooooo!!!!!! - la vergüenza, el sonrojo, la verdad más cruda la abofeteo.
  • Sí. ¿qué parte no entiendes, mi niña? Tú le quieres a él. Él es tu todo. Vienes aquí simplemente para limpiarte la culpa, porque soy tu deseo carnal, porque me deseas, soy un capricho pasajero. Pero te confunde el cariño que sientes por mi. - Laura escuchó. Procesó cada palabra, cada sílaba. Se interrogó hasta lo más hondo de su alma y obtuvo su respuesta. La respuesta. Y una parte de ella respiró aliviada. Pero se sentía responsable de Mario de lo que había entre ellos. - Laura. Tienes mucho. Vales mucho y estoy seguro que él vale más que yo. Seguro que si te eligió fue porque sabe lo que vales. No lo tires todo por la borda. No seas idiota. Yo estoy aquí, te ayudaré en lo que necesites. No te tocaré nunca más. Pero prométeme que lucharás por él, pero sobre todo por ti.
  • Te lo prometo, Mario. Pero, ¿y tú? Mario. ¿Tú qué sientes por mí?
  • ¿tiene eso alguna importancia, Laura?
  • Para mí, sí.
  • Siento que debo ayudarte, cuidarte. Siento que te he cogido cariño. No quiero que nadie te haga daño. Pero sé que no eres la mujer de mi vida. Esa ya existe. A esa ya la perdí. Mi mudita. La dejé al lado del mar. Me fui con el corazón roto. Me llenaba. Lo era todo para mí.
  • La chica que dejaste por miedo de romperle el corazón. ¿A la que dejaste por miedo?
  • sí. esa.

Mario se puso en pie, se llevó las manos a la cabeza, como en un gesto de borrar tales recuerdos, aquellos dulces y picantes recuerdos. No sabía como demonios se olvidaba del todo a alguien que no quiere salir de tu corazón. Ana sería eterna en su corazón, la recordaba allí sobre las rocas, en la playa, haciendo la loquita, desnuda en la cama, durmiendo en su regazo. Le venía a hostiones la dulzura de su piel, el olor a vainilla de aquella chiquilla. Una punzada le dio directo al corazón. ¡Cómo quemaba...! la extrañaba, simplemente porque Ana sacaba al Mario más fresco, más auténtico. Era Mario en esencia pura. Sin maldad. Con ganas. Aún no entendía él mismo como había podido alejarse de su lado. Por miedo. Estúpida razón. Inmadurez se decía en realidad. Falta de huevos. Ahora no la dejaría ir de nuevo. Ahora la retendría a su lado para la eternidad. Cerró los ojos. ¡Vaya a saber el demonio qué estaría haciendo ahora su mudita...!

Laura vió esa mirada anclada en el pasado. Entendió que Mario nunca sentiría eso por ella. Si quería a Mario, si le apreciaba debía ayudarle, no queriéndolo para si, sino ayudándole a conseguir lo que le haría feliz.

  • Mario ¿cómo se llama ella?
  • ¡Ana! - gritó. En un ahogado y profundo sonido.

Pero Mario no estaba respondiendo una pregunta, estaba exclamando, la cara se le había transformado, parecía que hubiera visto un fantasma, que alguien le hubiera resucitado. Y casi así era.

Laura se giró de golpe hacia la puerta.

Y vió entrar a Javi ayudando a entrar al bar a una embarazadísima Ana.

La cara de Mario era la representación gráfica de la sorpresa, el susto, la esperanza y la ilusión. Una mezcla explosiva que podría ser el mejor dibujo de la felicidad. Una parte de Laura entendió y sintió paz. Otra parte de Laura una tristeza infinita. Y la tercera parte de Laura se sentó a descansar, exhausta, vencida y cansada. El tiempo le daría todas las explicaciones.

Javi y Ana se acercaron a Mario.

Javi preguntó:

Ana asintió con la cabeza sin dejar de mirar a Mario.

Una inmensa sonrisa empezó a iluminar sus rostros.

El miedo daba paso a la felicidad.

Sé feliz un instante y ese instante será tu vida.

ELLOS, VOSOTROS, NOSOTROS.

La Suelta.