España, desde siempre, ha tenido grandes héroes. Otra cosa es que el único conocido hoy atienda al nombre de Juan Blas, venga embotellado y tenga cómo procedencia las tierras altas de Escocia. El mismo terruño desde el que los ingleses nos envían Johnie Walker... El hecho es que hemos tenido tantos héroes cómo situaciones desesperadas en las que España se ha visto inmersa hasta el momento de alcanzar la democracia. Ese invento que nos vendieron tan bien y que ahora se supone el mayor lastre en la sapiencia de que el concepto español de una democracia es lograr, de manera extensa e irracional, vivir del erario público siendo un politicastro, allegado al mismo o mamadurrio del partido en cuestión. Al mismo nivel se encuentran oenegetas, sindicalistos, fundaciosos, enchufados, funcionarios de administraciones paralelas y vividores de la subvención el subsidio y la paga fácil por los más variados conceptos. Si, en España hemos tenido buenos héroes que, si conocieran la realidad actual habrían renunciado a serlo de manera casi segura.
No hay dos sin tres.
España ha cumplido fielmente con sus obligaciones fútbolisticas convirtiéndonos en una enorme potencia del ramo. Casi tanto que la otra potencia del mundo, la prensa, no ha dudado en calificarnos cómo una potencia mundial. Algo plenamente incomprensible por el hecho de pasar de la noche a la mañana de ser la escoria de Europa a rendirla a nuestros píes sólo con meterle cuatro goles al que nos sigue en el ranking de los desgraciados. Italia ha sido el chivo expiatorio gracias al cual España ahora es grande, tiene a la gente en la calle y la bandera se luce con orgullo sin temor a ser tildado de fachorro. El nazionalismo se siente profundamene ofendido y ésta moda pasajera pronto nos retornará a la realidad de la crisis económica, el paro y el volver a ser el culo de Europa. Nuestros héroes, por su parte, se embolsaran la nada desdeñable cantidad de trescientos mil euros retraidos religiosamente y sin mediar ninguna consulta, a nuestras nómimas, las de aquellos que aún tenemos la suerte de tener. Ahora, nuestro desgobierno tiene nuevas armas para combatir la información negativa. El Tour y las Olimpiadas.
No negaré que cuando ví el partido sentí cierta satisfacción al saber que sómos los primeros en algo. A ese sentimiento colectivo, obviamente influenciado por el hecho de la emoción que produce ver los colores nacionales hacer algo para la Historia, siguió una frustración enorme por ver en cuan patética posición habíamos quedado. Necesitados de logros futbolísticos para salir a ondear la bandera. Es cómo si España obviase todos los logros que lo configuraron cómo un país de primera línea y se hubiera conformado con ser una mera comparsa de todos aquellos que, en su día, decidieron que debíamos ocupar la casilla de fracaso nacional con la única prerrogativa de ser grandes cuando a nuestros sobrepagados, sobremimados y sobre cubiertos informativamente deportistas les saliera del prepucio ganar un título en nombre de España. Algo que parece ponérsela muy dura a mucha gente que, sin embargo ignora que, hasta hace apenas cuarenta años, teniamos presencia en un territorio cómo el Sáhara.
Que siga la racha.
Y que no ceje en su empeño nuestra Selección, la Armada, Nadal y su prima hermana en darnos títulos, pues la ereccción deportiva nos ayuda a olvidarnos de la hipoteca, del paro, la prima de riesgo y la madre que nos parió. Es más, estamos dispuestos a poner el orto bien lubricado para que nuestros embajadores balompédicos se desahoguen con gusto para conseguir más títulos con los que justificar, por su parte, las primas que tan graciosamente les pagamos vía impuestos y por otros para servir de parapeto a los gobiernos de España (un poco arriesgado llamarlo así, pues gobierno no hay desde el 2004) para que sigan manteniendo chiringuitos politicástricos en autonomías y mamadurrias varias a costa de, cómo no, más impuestos aún. Es algo tan gracioso que produce resquemos y por supuesto, a los que no comulgamos con la rueda de molino de la quinta columna de la Real Federación Española de Fútbol, nos siguen saliendo sarpullidos cada vez que vemos tildar de héroes a cuatro mamones por muchos títulos que ganen.
Yo lo tengo claro, España está en la recta final donde los malos ganan y los buenos son sodomizados brutalmente mientras se les intenta aplicar cuítas de refresco anal con títulos que se olvidan a los cuatro días. Es la medicación del enfermo terminal que va mejorando por momentos para recaer nuevamente. El gobierno va quemando cartuchos con éstas cosas, tapando mal que bien las grandes miserias de la España democrática y constitucional que ha fracasado con estrépito a nivel social, político, económico y educativo.El fútbol sirve cómo balsamo a una sociedad que ya no se aguanta por si misma y que precisa una muy atractiva y poderosa razón para considerarse española. No nos vamos a poner a trabajar, emprender y estudiar para ser un país más preparado y enfocar nuestras ganas en hacer país y crear un futuro mejor para nuestros descendientes. Es mejor seguir mamando del Estado, cascándonosla con el fútbol, llenando botellonazos y pasando olimpicamente de vivir para mañana mientras tengamos el hoy solucionado.
Decepción.
Es un día sombrío. Mientras las cincuenta mil hectareas chamuscadas en Levante se han cobrado la vida de un piloto y la casa de muchísimas personas, toda España mira con la baba colgando a sus héroes de pacotilla, sus adalices futbolísticos que les han dado la única alegría que podran llevarse muchos a la boca. Resulta pradójico que, a peor situación económica, mejores logros deportivos. Pero no pasa nada, es un analgésico de corta pero intensa duración. Nos gusta ver a la Selección y nos hace sentir importantes. Tanto que los nazionalistas se pondrán con la úlcera brava y los gibraltareños se acojonaran llamando a la policía si te ven ir a comprar tabaco libre de impuestos con una camiseta de la Gloriosa Roja. Un nombre tan desafortunado cómo maltratado el espiritu patriótico de éste país. Un mal día para nuestro país, que descubrirá horrorizado a mas no tardar que España sigue estando donde estaba, que la sucursal del banco seguirá llamando, que el subsidio se acabará y que mañana será un nuevo y negro día.
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