Arte: William Whitaker
Parada frente a la línea del horizonte,
Inmóvil, fija y pétrea línea divisoria.
Mi sombra muda, envarada e incoherente.
La punta de mis pies
Acarician el borde del abismo.
Los dedos se doblan cual garras,
Como si aún quedara algo a que aferrarse.
Imagino alas que no tengo
-¿Acaso ayer no estaban adosadas a mi espalda?-
En consecuencia derramo un torrente de lágrimas,
Como un acto de falsa nobleza antes de dejar de sentir.
Lágrimas sin sabor,
Opacas, cobardes, vacías y mustias.
El pecho opresor, vulnerable y doliente
Me recuerda que me abomino desde el preciso instante
En el que abrí los ojos y desistí.
Tal vez el mismo día de mi nacimiento
Ya estuviera escrito que no iba a llegar
A la eternidad de los prados verdes,
A la calidez de las cocinas especiadas
O a la tibieza del roce de las sábanas blancas.
Soy la suma de todas cobardías, de las guerras perdidas,
De la paz no lograda, de los pueblos devastados,
De las vidas inconclusas;
A punto de rendirse al vacío,
Traicionando sueños añejos y elixires sin saborear.
Tiro cartas y recortes,
Amputo cada pétalo de las rosas de mis jardines abandonados.
Decapito libros y dejo bibliotecas huérfanas.
Susurro una última plegaria,
Para que que al caer,
Las leyes de la física hagan lo suyo,
Sin piedad, letales y certeras.
Que me anulen por completo sin dejar rastro
Y que con las cenizas de mi ausencia
Germinen la nada de los pensamientos,
Ese tibio lugar en donde todo es negro,
O azul como ese universo que tuve y perdí;
Con desiertos de palabras
Y sin cráteres permeables a las desesperanzas.
Que los ángeles del fin del mundo
No tengan clemencia con mi cobardía,
Que me condenen a la muerte sin resurrección
Ni absurdas reencarnaciones.
¿Quién las quiere cuando el circuito
Pugna por repetirse una y otra vez
Como un mantra, como un karma,
Como esas campanas que suenan
Repetitivas, fastidiosas e inoperantes?
Que en la llegada se despedacen todas las cadenas
Que me ataron a obscuras comodidades
Y rutinas serviciales.
Que se acabe ya de una vez la intrépida cuestión
Del hoy, del posible mañana,
De los cuentos sin acabar escritos con tinta negra,
O del pasado tirano que vuelve a querer
Hurgar disfrazado de presencia
Tan prodigiosa como imposible,
Tan sin sentido.
En un último vestigio de certidumbre,
Que no mueran los sueños que tuve
Que queden colgados
De esa rama seca y ajada –pero fuerte- que se ve desde acá arriba,
A la espera de que algún delirante los encuentre
Y se atreva a llevarlos hasta el final.
Patricia Lohin
11 de Noviembre de 2015